Martin Amis, en Segovia. / DANIEL MORDZINSKI |
"El sentido común se ha vuelto subversivo"
JAVIER RODRÍGUEZ MARCOS Segovia 28 SEP 2009
"Martin baja ahora", dice Isabel Fonseca. La escritora de origen uruguayo, esposa de Martin Amis, está descalza leyendo en el balcón de la habitación de su hotel. Los dos participan en el festival Hay de Segovia. Una vez abajo, Martin Amis (Oxford, 1949) saca tabaco de liar y ofrece café. Lleva en la mano una edición algo descabalada de Mira los arlequines, la última novela de Nabokov. El escritor británico no ha heredado de su maestro el desprecio por la política y lleva una década metiéndose en todos los charcos. En España acaba de publicar El segundo avión (Anagrama), una recopilación de textos sobre las consecuencias del 11-S. Más matizado de lo que esperarían sus detractores, el libro es, además de una reflexión sobre la impotencia de la literatura para dar cuenta del horror, una defensa de la razón frente al fanatismo.
Amis recuerda todavía las ampollas que levantó hace meses cuando dijo que ETA había hecho un favor a la democracia matando a Carrero Blanco: "Mi editor español me escribió: 'De qué van, si muchos bebieron champán ese día'. No se puede decir nada bueno de ETA, por supuesto, pero aquello rompió la inercia de la dictadura. Los países están cada vez más sensibles con su historia. Y obsesionados con su imagen. Son como gánsteres: no quieren la verdad, quieren respeto".
Rodeado por la polémica, el escritor dice que no tiene vuelta atrás: "La literatura ya está bastante politizada, pero escribir sobre política es como entrar en un río lleno de pirañas. La literatura es un juego. La política es la batalla de verdad". Aun así, no se considera un disidente: "Sólo aplico el sentido común, que se ha vuelto subversivo".
El terrorismo y su relación con la religión ocupa buena parte de las páginas de El segundo avión. Según Amis, "el 99% de los atentados suicidas de la historia han tenido lugar desde 2001" y critica a los que creen que el terror es fruto de la venganza por la política de Occidente. Y a los que recurren a los excesos de Israel como argumento. Es el caso, dice, de Saramago: "Sus argumentos son falaces, y su estilo, pomposo. Parece esperar que le aplaudan al final". Él mismo, no obstante, habla de humillación. ¿No es una manera de...? "¿Racionalizarlo?", se adelanta. "Los palestinos son humillados a diario, sí, pero eso no se puede decir del islam en general. Por eso no me gusta la expresión islamismo, prefiero alqaedismo". Algo que no le ha ahorrado las acusaciones de islamofobia: "El problema de opinar sobre el islam es que siempre aparece el racismo. Si Al Qaeda fuera de Noruega todo sería más fácil. Pensemos en términos feministas: ¿Está usted a favor de obligar a chicas jóvenes a casarse con hombres mayores?". El autor deDinero habla de la invasión de Irak como de "la guerra equivocada", pero critica al Gobierno español por retirar sus tropas: "Fue un error patético. No puedes dejar que la amenaza de un loco decida tu política. Y sería un error irse de Afganistán. Aunque ya se perdió una oportunidad. Con los talibanes derrotados era el momento de construir escuelas y hospitales... Nadie lo hizo".
Más allá de la política, Amis sostiene que el 11-S fue un reto para cualquier escritor. Él tardó una semana en salir del bloqueo. "Ante algo así uno piensa en cambiar de oficio. No podía escribir sobre otra cosa. Todo me parecían nimiedades". ¿Y cuál es la singularidad de aquel día? "Cada año muere tanta gente ahogada en Estados Unidos como en ataques terroristas en todo el mundo. Pero estamos ante crímenes basados en una fantasía patológica. ¿Recuerda cuando Carter quiso rescatar a los rehenes de Teherán? Jomeini dijo que Dios había lanzado arena contra los motores de los helicópteros. ¿Se imagina? ¡Un jefe de Estado!".
De vuelta a la ficción, Martin Amis publicará en febrero del año que viene La viuda embarazada, una novela sobre la revolución sexual de los años setenta: "El título viene de una cita de Alexander Herzen, un pensador ruso que dice que las revoluciones políticas no dejan un heredero sino una viuda embarazada. Entre la muerte del viejo orden y el nacimiento del nuevo hay un largo periodo de oscuridad".
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