Ana María Matute
"No hay nada que se pague más caro
que la inocencia"
La escritora barcelonesa presenta 'Paraíso inhabitado', una evocación de su infancia
| 17/12/2008
Ana María Matute, durante la presentación de 'El paraíso inhabitado' en Madrid. Foto: óscar Monzón.
Alberto Ojeda
"Nací cuando mis padres ya no se querían". Esta es la primera línea de El paraíso inhabitado, la última novela Ana María Matute (Barcelona, 1925). Comienza así, con la confesión de Adriana, la protagonista de la historia, una niña que se encuentra en guerra con la realidad.
Agazapada en sus trincheras, que son diversos escondites de la casa familiar y el cuarto oscuro donde la recluyen cuando se porta mal, lucha contra un entorno hostil. Ha llegado a un mundo donde la práctica del amor ha quedado desplazada por la rutina. En esas circunstancias, opta por un repliegue hacia sí misma. La literatura será su mejor aliada, la que le franquee la huida hacia la fantasía.
"Es mi novela más autobiográfica", reconoce Ana María Matute. No en la ausencia de cariño de sus padres. Dice la escritora barcelonesa que ella siempre se sintió "deseada", y que cuando vino al mundo en su casa "tocaron las campanas" como muestra de júbilo. Pero sí tiene en común con Adriana el gusto por la lectura. Y la existencia de un cuarto oscuro, donde debía purgar sus travesuras.
Una niña traviesa
Allí iba a parar con bastante frecuencia, pues, como reconoce la propia escritora, "la Matute pequeña era malísima". Sus padres no sabían que lo que intuían como un castigo para la niña era, en realidad, un recreo, en el que conseguía lo que más deseaba: "¡que me dejaran en paz!".
Y en la paz de aquella estancia, en ese paraíso habitado sólo por ella, entre libros y armarios desvencijados, la autora de Olvidado Rey Gurú, fue espoleando su ya de por sí rica imaginación. Fuera quedaban las imposiciones de los Gigantes (así se denominan a los adultos): sus reglas, sus miedos, sus desconfianzas, sus conflictos... Ahora, pasados los años, sigue habiendo Gigantes a los que hacer frente.
La mala suerte, por ejemplo. Durante la escritura de Paraíso inhabitado una caída inoportuna le quebró la rodilla y la postró en la cama de un hospital. "Era una sensación de impotencia, porque no podía hacer nada, mi cuerpo no respondía a mi mente, y los editores, los pobres, esperándome... Era una desazón terrible", explica Matute, única novelista mujer miembro de Real Academia Española. Pero fue también esa deuda pendiente la que, en cierto modo, le salvó. El deseo de completar la novela actuó como acicate en los momentos difíciles: "Sí, yo creo que sí: me dio más fuerza para salir adelante".
Ana María Matute lo hizo. Salió del hospital y terminó el libro. Ahora se sostiene sobre una muleta para poder caminar. Sus pasos renquean a sus 83 años. Pero en su imaginación los unicornios siguen escapándose de los cuadros en que han sido encerrados. Cuida cada día de la niña que fue. Aunque eso le haya deparado el desprecio de la intelectualidad más circunspecta. Porque, como afirma Matute: "No hay nada que se pague más caro que la inocencia".
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