AMELIA CASTILLA Madrid 6 JUN 2004
La Feria llegó ayer a su ecuador. Miles de personas se acercaron al parque del Retiro, donde el calor apretó de tal manera que se veían más abanicos en las manos que libros. El escritor británico Martin Amis, que hoy charlará con el escritor mexicano Juan Villoro, habló de su nueva novela, Koba el Temibel, la risa y los veinte millones (Anagrama); Bernardo Atxaga explicó algunas claves de El hijo del acordeonista, cuya traducción al castellano publica Alfaguara en septiembre, y el italiano Diego Marani presentó Memoria callada (Gadir). Además, los libreros entregaron su premio de este año al estadounidense Paul Auster. Lo recogió su editor español, Jorge Herralde.
Su nuevo libro, Koba el Temible, la risa y los veinte millones (Anagrama), un ensayo acerca de Stalin en el que denuncia el doble rasero con el que la izquierda suele juzgar las atrocidades cometidas por el dictador soviético frente a los horrores del nazismo, ha vuelto a levantar una fuerte polémica, algo a lo que Martin Amis (Oxford, 1949) ya parece haberse acostumbrado. Se le ha bautizado como el Mick Jagger de la literatura, pero el autor de novelas como Dinero o La información no se muestra demasiado destroyer en su primera visita a la feria, donde hoy participa en una charla con el escritor mexicano Juan Villoro. Recién llegado de Montevideo, donde vive desde enero con su segunda esposa, Isabel Fonseca, y dos de sus hijas, Amis luce bronceado, lleva vaqueros, americana color mostaza y un polo azul claro.
Pregunta. El estalinismo acabó con la vida de más de veinte millones de personas, pero Adolf Hitler es considerado un ser más terrorífico que Stalin.
Respuesta. Incluso yo opino eso. Hitler tenía algo más repugnante. Ambos rechazaban la idea de la razón, pero Hitler estaba mucho más loco. Es curioso que tanto Lenin como Stalin o Hitler, cuando hablaban de la razón, siempre la asociaban con la cobardía. Fue un concepto que surgió sobre todo después de la Segunda Guerra Mundial, aunque Churchill jamás unió razón y cobardía.
P. ¿La figura de Stalin acabó con el movimiento revolucionario comunista?
R. Stalin continuó lo que había iniciado Lenin; cuando llegó al poder en 1929 y empezó con las matanzas de campesinos, seguramente hizo lo que debía y seguramente Lenin o Trostki habrían hecho algo parecido. Lo anormal fue el terror que surgió después, cuando se emborrachó de poder.
P. En Koba el Temible vuelve a ajustar cuentas con su padre, el escritor Kingsley Amis, quien apoyó el comunismo y luego se convirtió en un admirador del thatcherismo. ¿Por qué mezclar la reflexión histórica con la biografía familiar?
R. Cuando uno tiene una discusión con su padre, la mantiene toda la vida, incluso después de muerto. En Experiencia, mi anterior libro, empecé a meterme con el tema ruso, pero me apasionó de tal modo que decidí seguir investigando y escribir un ensayo; pero en lo que se refiere a mi padre, se trataba de explorar la diferencia entre él y yo; él necesitaba la ideología y yo no. La ideología es una forma de superar la religión; si fuera una droga, la ideología sería como la heroína, y la religión, la metadona.
P. El libro es también el relato de la muerte de Sally, su hermana, a los 46 años, después de luchar con el alcohol. ¿La tragedia personal se impone frente a la muerte de desconocidos?
R. No, sólo quería pasar de lo personal a lo general. Stalin decía que la muerte de una persona es una tragedia, pero que la muerte de millones de personas es una estadística. Quise mostrar cómo sufren los familiares cuando desaparece un ser querido. Mi hermana no fue asesinada, pero su muerte nos llenó de dolor y traté, desvelando ese drama, de narrar lo horrible que es perder a un ser querido.
P. ¿Mientras escribía Koba El Temible pensó que trabajaba en un libro de historia?
R. Sí, pero de historia popular.
P. Pero comparar, aunque sea como recurso literario, el llanto de su hija pequeña con los gritos de las víctimas de Stalin parece exagerado.
R. Cada persona sólo puede contar su propia historia, su verdad personal. Quizás lo hice porque se llama Clio, que es el nombre de la musa de la historia, pero no lo hice como una traición a la profesión o por falta de decoro; se trataba de un libro personal donde mostraba mis puntos de vista. Los críticos suelen mostrarse demasiado críticos.
P. "En 1968, el mundo parecía más izquierdista que nunca y fue más izquierdista de lo que sería ya en el futuro", escribe en su libro. La generación del 68 está ahora en el poder y el mundo no ha mejorado tanto.
R. Millones de personas en el centro de Europa son más felices ahora que cuando estaban bajo el comunismo. En Rusia han vivido un infierno y lo han sustituido por una democracia imperfecta que en cierto modo sí ha mejorado el mundo. El capitalismo no ha creado ninguna utopía y podría sufrir crisis en el futuro; es uno de los efectos de la caída del comunismo.
P. Muchos adolescentes lucen hoy símbolos comunistas; es una moda. ¿Qué mantiene esa atracción en el imaginario colectivo?
R. En Inglaterra hay un refrán que dice: "El camino al infierno está lleno de buenas intenciones". Y eso es lo que ocurre con la izquierda. En general se la ve con buenos ojos, tratan de mejorar el mundo. Incluso los que no somos nada radicales esperamos que las cosas vayan mejor.
P. ¿Culturalmente se siente más cerca de Europa o de Estados Unidos?
R. Siempre he vivido en medio. Políticamente estoy en Europa, pero culturalmente me siento más vinculado con EE UU.
P. ¿Qué opina de la división europea sobre la guerra de Irak?
R. Cada persona vive la historia de una manera diferente; te afecta pero no la puedes cambiar, aunque coincidas con millones de personas. En septiembre de 2001 sentí que todos éramos americanos, pero durante los 18 meses siguientes me sentí preso de la desesperación. Creo que la Administración de Bush actúa como una persona que se encuentra en estado de shock.
P. ¿Europa podría convertirse en un contrapoder contra EE UU?
R. La Unión Europea es un gigante económico, un ratón diplomático y una hormiguita militar. La disputa sobre esa pequeña isla del sur del Mediterráneo [Perejil] fue muy clarificadora al respecto de lo que es capaz Europa. Fue Colin Powell quien medió llamando a Aznar y al rey de Marruecos para solucionar el asunto, y algo parecido sucedió con la antigua Yugoslavia. Muchos asuntos dependen de la voluntad política y la UE no cree en la guerra, ni tiene esa idea del poder o de la fuerza de la que hace gala Estados Unidos. Europa prefiere hablar y llegar a acuerdos. La fuerza militar pertenece al pasado.
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