Abecedario
John le Carré
Espía, novelista, ciudadano y hombre decente. Un repaso al mundo del escritor británico, maestro del suspense y uno de los autores más leídos de nuestro tiempo, fallecido el sábado a los 89 años
Guillermo Altares14 de diciembre de 2020
El escritor británico John le Carré, fallecido el sábado en Cornualles a los 89 años, fue a la vez un personaje público y un hombre secreto que se escondía a plena vista, un espía en el juego mortal de la Guerra Fría y un narrador de éxito mundial. Revolucionó la novela de espionaje, que convirtió en alta literatura. Algunos pensaron que su mundo de ficción se había acabado con la caída del muro de Berlín, pero siguió publicando magníficas novelas, que lograron atrapar el mundo contemporáneo.
“Para un abogado, la verdad son los hechos sin adornos”, escribió en su libro de memorias, Volar en círculos (Planeta, como toda su obra en castellano), en el que pasa de puntillas sobre su papel en los servicios secretos británicos. “Que sea posible hallarlos o no ya es otra historia. La auténtica verdad no reside en los hechos —si es que reside en algún sitio—, sino en los matices”. Su vida y su obra estuvieron, sin duda, llenas de ellos. La última frase de su último libro puede servir para resumir su vida: “Quise decirle que era un hombre decente, pero ya era muy tarde”.
Aquí van 10 conceptos, un abecedario Le Carré para intentar definir a un autor que siempre quiso escapar de cualquier definición.
Brexit
John le Carré quiso terminar su carrera como novelista en 2013 con Una verdad delicada, una clásica novela de espías. Sin embargo, la indignación que le provocó la el resultado del referéndum de 2016 le llevó a escribir un nuevo libro, Un hombre decente, en el que resucita a su personaje más célebre, George Smiley. La historia de la publicación de esta novela de despedida refleja los avatares del Brexit, porque Le Carré quiso que saliese justo en el momento en que el Reino Unido abandonaba la Unión. Sin embargo, acabó por editarla antes, en el otoño de 2019, porque a falta de acuerdo, el Brexit se retrasaba una y otra vez y él, enfermo de cáncer, sentía que se le acababa el tiempo. Al final, el escritor ha muerto dos semanas antes de que, finalmente, se produzca la salida.
Era un tema que le indignaba. Le Carré fue un hombre cordial y divertido, tremendamente educado. Sin embargo, al hablar del Brexit le llevaban los demonios. “Es sin duda alguna la mayor idiotez que ha perpetrado el Reino Unido desde la invasión de Suez en 1956”, explicaba en una entrevista en 2019.
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Cine
Pocos autores contemporáneos han sido tantas veces llevados al cine: muchas de las novelas de Le Carré se han convertido en películas, algunas excelentes como El espía que surgió del frío, El jardinero fiel, El topo o El hombre más buscado, y en series. De hecho, se podría decir que el éxito planetario que logró la BBC con Calderero, sastre, soldado, espía (titulo original de El topo) y La gente de Smiley, protagonizadas en los setenta por Alec Guiness como George Smiley, anticiparon la era de las series globales en la que vivimos. En la última adaptación, El infiltrado, participó como productor ejecutivo junto a sus hijos.
Sin embargo, sus devaneos con el cine iban mucho más allá de sus propias películas. Le encantaba contar anécdotas de Stanley Kubrick, de quien fue amigo y que le cerró un cine para que pudiese ver El resplandor, pero sobre todo de Sydney Pollack, con quién emprendió varios proyectos que nunca llegaron a cuajar. Se encerraron para escribir un guion basado en Una pequeña ciudad de Alemania en la casa de Suiza donde la familia Le Carré pasaba los inviernos. Pero Pollack descubrió el esquí y se dedicó a bajar por las pistas. Se convirtió en tan habitual del chalet alpino, que acabó tomándose confianzas como prestárselo a Robert Redford. “Por desgracia, nunca coincidí con él, pero durante muchos años a partir de entonces cada vez que iba al pueblo me rodeaba el aura de prestigio de ser amigo de Robert Redford”, escribió en Volar en círculos.
Casa de John le Carré en Cornualles
Cornualles
Cornualles, en la punta suroeste de Inglaterra, es una tierra de leyendas y misteriosos círculos de piedra prehistóricos. Allí se sitúa el origen mítico de la leyenda del rey Arturo. Y allí también, en un lugar llamado Tregiffian, en la costa sur de la península, estableció John le Carré su casa, cuando se compró un terreno tras el éxito de El espía que surgió del frío. Encontró su lugar en el mundo en una granja abandonada: allí se cultivaban frutas que crecían antes que en el resto del país y se enviaban por tren a Londres. Cuando, gracias a la aviación, pudieron traerse desde el sur de Europa, quedó desierta y fue una ganga. La casa fue creciendo con los años, con viviendas para sus hijos y sus nietos, recuerdos y libros. Con una imponente vista del mar y de los prados vecinos, es un lugar tan sencillo, humilde y acogedor como el propio Le Carré. Cerca de allí falleció el pasado sábado para entrar, él también, en la leyenda.
‘El espía que surgió del frío’
Esta novela representó un antes y después en su vida. Su tercer libro, editado en 1963 cuando todavía trabajaba para el servicio secreto con una cobertura diplomática, le permitió dedicarse a escribir, una labor que le apasionaba. “Me encanta hacer lo que estoy haciendo en este mismo instante: emborronar un papel como un hombre escondido, sobre un escritorio pequeño e incómodo, en una tormentosa madrugada de mayo”, relató.
Adaptada muy pronto al cine, en 1965 por Martin Ritt con Richard Burton como protagonista, está considerada una de las mejores novelas de espías de todos los tiempos. Su influencia en la forma en que vemos la Guerra Fría es difícil de medir, pero sin duda cambió la percepción del pasado. Se trata de un libro triste, duro, protagonizado por un antihéroe, Alec Leamas, y en la que ya aparece su personaje más célebre, George Smiley. El marco es Berlín poco después de la construcción del muro y en su trama surgen la traición, la mentira, los pactos fáusticos que hay aceptar en nombre de un bien mayor, la lucha de la libertad contra el totalitarismo, en fin, los grandes temas que marcaron su vida y su obra, que se pueden resumir en uno: el combate por permanecer moral en un mundo inmoral.
Engaño
Cuando se le preguntaba a Le Carré por su novela favorita, apenas se lo pensaba: Un espía perfecto, uno de sus libros más voluminosos y complejos. Y no era el único de esa opinión. Philip Roth, por ejemplo, era también un entusiasta de la novela más personal de su autor (incluso más que su autobiografía). Los grandes temas de este libro son el engaño y los secretos de familia, que aparecen una y otra vez en su literatura. Pero, por encima de todo, Un espía perfecto representa un ajuste de cuentas con el personaje más importante de su vida, su propio padre, Ronnie, que define como “embaucador, farsante y ocasional visitante de la cárcel”.
Ronnie era un mentiroso, un ladrón de guante blanco (y a veces no tan blanco), un tipo capaz de aparecer en la lista de los más buscados por estafa y plantarse en las carreras de Ascot como si fuese un millonario. La figura de Ronnie convirtió a Le Carré en un escéptico sobre el género humano, pero también en alguien que consideraba muy importante la ética y las decisiones morales. “La opción decente es algo que marca mi propia vida”, explicó en una entrevista. “Qué hacer con mi padre cuando me di cuenta de que era un estafador. ¿Avisar a la gente de que no tratase con él? Mi solución fue escapar a Suiza a los 16 años”.
Guerra Fría
Se consideraba un soldado de la Guerra Fría. Fue reclutado en 1958 por el MI5, los servicios secretos interiores británicos, y en 1960 se pasó al MI6, el espionaje exterior y estuvo destinado en Bonn y Hamburgo. Abandonó el servicio en 1964, cuando empezaba su éxito literario, porque fue uno de los muchos agentes delatados por Kim Philby. En las entrevistas explicaba que mantenía contacto con viejos amigos de los servicios secretos y con agentes en activo. Pero nunca quiso revelar qué hizo porque, sostenía, tenía el deber (hacia sus colegas y hacia su país) de mantener el secreto.
Sin embargo, su biógrafo, Adam Sisman, desvela en John le Carré. A Biography, libro publicado en 2016 y no traducido al castellano, algunos secretos del autor. Cuando estaba en el MI5, Le Carré informó sobre sus compañeros, entró en sus cuartos para fisgar, denunció su afiliación comunista. “Le pidieron que adoptase una personalidad de izquierdista”, escribe. “Su labor consistía en infiltrarse en grupos de extrema izquierda, informar sobre quién estaba presente e identificar a comunistas hasta entonces no conocidos”. En una conversación con Timothy Garton Ash, confesó que lo que hizo aquellos años le obsesionó durante el resto de su vida.
Con la desintegración de la URSS, algunos agoreros consideraron que se había acabado su literatura, que nunca se repetirían sus obras maestras como El Topo, La gente de Smiley o El honorable colegial. Sin embargo, siguió publicando grandes novelas, algunas magistrales. Trató temas como el poder de las grandes farmacéuticas en El jardinero fiel, la tortura en la lucha contra el terrorismo en El hombre más buscado, los paraísos fiscales y los poderes en la sombra en El sastre de Panamá y Single & Single. Llegaron tiempos nuevos, pero Le Carré siguió siendo grande.
Invasión de Irak
La guerra contra el terrorismo de George W. Bush y la invasión angloestadounidense de Irak de 2003, con el apoyo del Gobierno de José María Aznar, convirtieron a John le Carré en un militante. Uno de sus mejores amigos, Philippe Sands, abogado y escritor de éxito con Calle Este Oeste, relata que le conoció precisamente en un encuentro con un preso de Guantánamo. Escribió artículos, novelas como El hombre más buscado, dictó conferencias. Era un tema que le obsesionaba. Pensaba que todo lo que se había hecho para ganar la Guerra Fría, que todos los sacrificios morales, todas las traiciones, solo tenían un sentido si desembocaban en una sociedad más justa y libre. “Nuestra principal defensa ante los ataques terroristas es ser una sociedad abierta y democrática, la mejor que podamos”, dijo en una entrevista en 2009. Vio como, desde el 11 de septiembre de 2001, muchos de esos ideales se derrumbaban.
Le Carré, John
El verdadero nombre de John le Carré es David Cornwell. Tuvo que adoptar un pseudónimo porque cuando empezó a publicar novelas todavía trabajaba para el servicio secreto. El problema es que no se sabe qué significa. “El nombre es una máscara”, escribe su biógrafo, Adam Sisman. “Aunque su tapadera fue descubierta hace mucho tiempo, le ha ayudado a mantener al público a distancia. Es uno de los varios medios que ha usado para ocultar sus huellas y confundir a los que le siguen la pista. Su decisión de adoptar un pseudónimo era comprensible; pero su elección del nombre John le Carré sigue siendo misteriosa. A lo largo de los años ha dado varias explicaciones al respecto, pero ha admitido que ninguna de ellas es cierta”.
Philby, Kim
Fue el mejor agente doble de todos los tiempos. Junto a Donald Maclean, Guy Burgess y Anthony Blunt, Kim Philby formó el llamado Círculo de Cambridge, que logró infiltrarse en las más altas esferas del poder británico, no solo de los servicios secretos. Hasta su fuga a Moscú en 1963, Philby delató a decenas de agentes británicos. Uno de ellos fue el propio Le Carré. A lo largo de los años, intentaron muchas veces reunirles, pero el escritor siempre se negó. “No podría haberle dado la mano”, declaró en una entrevista. “Estaba empapada de sangre. Habría sido repulsivo”. Por otro lado, como explica Adam Sisman, le hubiese encantado conocerle desde un punto de vista estrictamente literario, porque Philby encarnaba todos los temas que había tratado en sus libros: el doble juego, la lealtad a unos ideales, aunque estén tremendamente equivocados, la capacidad para escabullirse.
Smiley, George
Es el personaje central de su literatura, un viejo espía cansado que desde el Circus controla a agentes dobles y, a la vez, los busca. George Smiley aparece en diez de sus novelas y regresa en las últimas páginas de su último libro, Un hombre decente. Nadie mejor que las palabras del propio Le Carré para definir lo que representó este personaje que lleva sobre sus hombros toda la carga de la Guerra Fría: “Smiley sabía que había utilizado los métodos del absolutismo para derrotar a Karla y sintió que había sacrificado su propia humanidad, que se había traicionado a sí mismo”.
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