La historia real del sádico vikingo Ivar «Sin Huesos», el hijo más sanguinario de Ragnar Lodbrok
El vástago de Ragnar, que pese a las creencias puede que no sufriera ninguna enfermedad, fue uno de los mejores guerreros vikingos y se le atribuye la despiadada muerte del Rey Aella, el monarca que ordenó matar a su padre
No hay barómetros que puedan calcular el éxito de «Vikingos», la serie original de History Channel que triunfa en todo el planeta y que en España, se puede seguir a través de Netflix, HBO y Movistar+. Con su quinta temporada aún en emisión, que llegará a su fin en nuestro país el próximo lunes (y se podrá seguir a partir de las 22.15 en el canal de pago TNT), la serie sigue ahora las andanzas de los hijos del legendario vikingo Ragnar Lodbrok en su lucha por suceder a su padre como el mejor guerrero del planeta.
De entre todos los vástagos de Ragnar, que según la historia fueron bastantes más de los que se le conocen en la ficción (en la que tiene seis hijos: Bjorn, Ubbe, Hvitserk, Ivar y los fallecidos Sigurd y Gyda), quizás el más peculiar sea Ivar «Sin Huesos». Valeroso y osado, pero sanguinario y cruel a partes iguales, el hijo menor de Ivar en la ficción, al que en la serie da vida Alex Hogh Andersen, es un joven que carece de estructuras óseas en sus piernas. «Un tullido», como le califican en la ficción, incapaz de andar, por lo que, en «Vikingos» Ragnar quiso acabar con su vida nada más llegó al mundo. Pese a ello, no lo hizo y hoy, Ivar es el personaje más sádico y despiadado de la serie creada por Michael Hirst.
Pero, ¿qué hay de cierto en la historia que «Vikingos» cuenta acerca del hijo menor de Ragnar? ¿Quién fue verdaderamente Ivar «Sin Huesos»? Su historia real no es del todo esclarecedora al tratar de analizarla. Algunas fuentes afirman que, como cuenta la ficción, fue el hijo menor del reconocido vikingo. Otras, en cambio, dicen que fue su primogénito. En cualquier caso, parece que Ivar nació a finales del siglo VIII y que, como cuenta Jorge Álvarez en «La Brújula Verde», vino al mundo «con un grave problema que le impedía tener movimiento de cintura para abajo», hecho que motivaría que se le conociese como «Sin Huesos». De acuerdo con el mismo portal, Ivar fue uno de los hijos que, como en la serie, Ragnar tiene con Aslaug, que igual que en la ficción, era una bruja y poseía poderes mágicos. Debido a ello, la dolencia de Ivar le vendría por culpa de una «maldición». «La leyenda cuenta que cuando ella se casó con Ragnar se le impuso la necesidad de aguardar tres noches antes de consumar el matrimonio, pero el caudillo ignoró la advertencia y el hijo que nació de aquella incontinencia pagó las consecuencias».
«Huesos de cristal» o gran habilidad en batalla
Una enfermedad, la del pequeño Ivar que, según diversas fuentes, sería similar a la osteogénesis imperfecta, conocida comúnmente como «huesos de cristal» y que es la que padece Elijah Price (el personaje de Samuel L. Jackson) en «El protegido». La dolencia también la padece el escritor Nabil Shaban, autor de una trilogía sobre la historia de Ivar y que, en el documental televisivo «The Strangest Viking», defiende que el hijo de Ragnar podía pelear y plantar cara en el campo de batalla pese a la fragilidad de su organismo. Un hecho que contrasta con lo que la historia ha probado que sucedía con los niños de los bárbaros que nacían con problemas físicos y que en su mayoría, eran asesinados por sus propios padres... como pretendía hacer Ragnar con Ivar en «Vikingos».
El apodo de «Sin Huesos», no obstante, también podría serle dado gracias a sus aptitudes en el campo de batalla. Diversas publicaciones, como «Historia de los Arzobispos de Hamburgo y Bremen», escrito por Adam de Bremen, así como varios escritos acerca de la vida de Ragnar, hablan de Ivar como «un hombre grande, fornido, astuto y sabio», pero también atroz, vengativo y «muy hábil en cuestiones de estrategia y táctica bélica». «Ivar era el más cruel de los hijos de Ragnar, que torturaba a los cristianos hasta la muerte en cualquier lugar», cuentan los historiadores. Con motivo de ello, su sobrenombre podría deberse a una notable capacidad de flexibilidad, que le permitiría blandir sus espadas y hachas en la guerra con mucha agilidad, esquivando los golpes y moviéndose como si no tuviera huesos.
Llevado a hombros... ¿por obligación o devoción?
Tanto las divulgaciones que manifiestan que Ivar padecía esos defectos físicos como las que condecoran sus destrezas en la batalla coinciden en otra cosa: el guerrero siempre era transportado por sus guerreros en volandas, sobre sus escudos, en cualquier guerra. Quizá porque no podía andar o tenía dificultades para hacerlo, aunque hay poemas que cuentan lo contrario. Es decir, que explican el hecho de llevar a Ivar sobre los hombros en la exaltación de la figura del vikingo, al que llegaron a considerar una suerte de semidiós y un guerrero extraordinario, también con el arco. Una deidad que, por todo ello, no podía desplazarse a pie o sobre su caballo, sino que debía ser transportado por sus mejores guerreros. En la batalla, Ivar era implacable y disfrutaba torturando a sus rivales. Peleaba con el torso semidesnudo y con su cuerpo cubierto con pieles. La historia le define como un «berserker» y, como muchos ellos, diversas fuentes publican que también consumiría estupefacientes antes de blandir su espada, para hacer frente al horror de la guerra.
De un modo u otro, parece que Ivar encabezaba el ejército que acompañó a Ragnar, cuando, a mediados del siglo XIX, este desembarcó en Northumbria (hoy, la zona norte de Inglaterra) tras atacar Francia y se enfrentó al Rey Aella. Allí, Ragnar fue capturado y ejecutado por las tropas sajonas, que por orden del Rey Aella le arrojaron a un pozo lleno de serpientes venenosas. «¡Mis cachorros me vengarán!», se cuenta que gritó el caudillo vikingo antes de morir. Y así ocurrió. Ivar formó un potente ejército (conocido por sus enemigos como el Gran Ejército Pagano), junto a sus hermanos Ubbe, Bjorn y Halfdan (que en la serie no es familia del vikingo) e iniciaron su particular cruzada contra la denominada Heptarquía Anglosajona, la federación regional compuesta por los reinos de Wessex, Anglia, Sussex, Mercia, Kent, Essex y Northumbria con un claro objetivo: hacer que los culpables de la muerte de Ragnar pagasen por ella.
En las primeras batallas, sin embargo, las fuerzas estaban muy igualadas. El Rey Aella trató de pactar la paz, por lo que ofreció a Ivar y a sus vikingos la cesión de una parcela de tierra que pudiese cubrirse con «la piel de un buey». Demostrando su intelecto, el joven guerrero aceptó, pero laminó la piel del animal en tiras tan finas que fueron expandidas por sus soldados de tal modo que bordeasen la ciudad entera de York (aunque algunas fuentes apuntan que fue la actual Londres). Sin faltar a su promesa, consiguió así hacerse con una de las villas más importantes de la Heptarquía Anglosajona.
El brutal método del «Águila de Sangre»
Los vikingos siguieron atacando y, dos años más tarde, conquistaron Northumbria. Ivar apresó al Rey Aella y, como apuntan diversas fuentes, le torturó y ejecutó con el sanguinario método vikingo del «Águila de Sangre», que consistía en la apertura de un cuerpo por la espalda a la altura de la caja torácica, levantando la costillas hacia la zona de los hombros y extrayendo los pulmones sin que estos sufriesen daño, de manera que el cuerpo parecía un ave pero el torturado seguía vivo y sometido a un sufrimiento infrahumano hasta que exhalase su último aliento.
El crecimiento vikingo no se detuvo tras el asesinato del Rey Aella. Con Northumbria en su poder, los guerreros de Ivar tomaron Nottingham, Mercia y el territorio que les quedaba por invadir de Anglia (el reino en el que se ubicaba la gran ciudad de York, previamente conquistada). Pese a ello, el Rey Burghred, de Mercia, logró escapar y se alió con el Rey Aethelred, de Wessex. Entre ambos, armaron una tropa numerosa que logró ganar territorio frente a los vikingos y restablecerse en Mercia. Fue entonces cuando Ivar y su ejército decidieron pactar con los sajones y retirarse a Anglia.
Allí, el Rey Edmundo, que seguía gestionando el territorio y al que los vikingos habían permitido vivir, se negó a someterse a la autoridad de los hijos de Ragnar y sus guerreros si no se convertían al cristianismo. Ofendido ante su manera de proceder, Ivar decidió ejecutarle y acabó personalmente con su vida. Algunas fuentes dicen que le acribilló a flechas tras atarle de pies y manos, de la misma manera que seis siglos antes había sido asesinado San Sebastián. Otras van más allá y explican que Ivar se tomó la actitud del Rey Edmundo como una humillación y decidió volver a aplicar con él el método del «Águila de Sangre».
La Casa Ivar... y la muerte del guerrero
A continuación, los historiadores cuentan que Ivar emigró a ciudades como Dublín y que fundó la conocida como Casa de Ivar o Uí Ímair, dinastía que gobernó en Northumbria, York y el Reino de Dublín hasta el siglo X, cuando los vikingos fueron expulsados de la zona. En gran parte gracias a la labor que, a finales del siglo IX, realizó en esas tareas el Rey Alfredo «El Grande», fallecido en Winchester en el año 899. Tras ello, la familia de Ivar se estableció en el reino vikingo de Mann (ubicado en la Isla de Man) y regentó tanto aquellas tierras como varios territorios vikingos de las Islas del Norte hasta el siglo XII.
Poco se sabe acerca de cómo fue exactamente la muerte de Ivar. Algunas crónicas afirman que falleció de manera «repentina, dolorosa y horrible» por culpa de una enfermedad fulminante. Otros, que pereció a manos del ejército del Rey Alfredo entre los años 870 y 878. Conocido también como Ímar, primer rey de la Casa de Ivar, los «Anales de Ulster» afirman que el sádico vikingo pereció en el 873. Los sajones, no obstante, aseguran que su muerte se produjo en el 878, al tratar de acometer la conquista de Wessex. «Ivar desembarcó allí con 23 barcos y junto a su hermano Halfdan». Y allí fue muerto, al igual que otros 840 hombres de su ejército que iban con él. También fue tomado su estandarte (bandera de guerra), que ellos conocían como “Cuervo”». Un auténtico emblema vikingo que, como Ivar, forma parte de una leyenda que no deja de retroalimentarse.
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