Maldito poeta ruso
Egocéntrico, punk, dandi y romántico, el escritor y político Limónov vuelve para contar su vida en 'Soy yo, Édichka'
Kiko Amat
14 de enero de 2015
1. Es el rey de la primera persona. Eduard convierte su vida en mito, y toda su obra circula alrededor de ello. "La única leyenda viva que le interesa es él", sugería Emmanuel Carrère en Limónov (Anagrama). Eduard Limónov es un egocéntrico loco que solo sabe hablar de sí mismo, pero lo hace con tal belleza, humor, patetismo y éxtasis que convierte cada batallita en un momento trascendente. Édichka también es un bocazas: no hay escritor más petulante y chulo que él. Pero a la vez es un tipo honesto, leal y muy generoso. No es un hipócrita ni un cobarde, y mucho menos un cínico. Podrá arrearles un taburetazo, pero nunca por la espalda, y solo cuando realmente lo merezcan.
2. Es un romántico. Lo que implica que su primera persona puede ser más o menos fiable dependiendo de lo contado. Como Nik Cohn, Limónov no deja que la verdad se entrometa en una buena historia. Mentiroso compulsivo, cuentacuentos supremo, amante de la visión épica, la hipérbole y la exageración patológica, Édichka explica su propia existencia desde el über-romanticismo de un poeta guerrero en plena epifanía. Importa poco si la viñeta narrada le deja como un superhombre o un gusano asqueroso: lo crucial, entiéndanlo, es el impulso. Su voz en Soy yo, Édichka (Marbot Ediciones) ostenta megalomanía tiznada de pavor, pasión-con-demonios, apocamiento que puede tornarse furia esquizoide, odio de clase y hambre por la vida.
3. Es un dandi. Limónov ama la ropa. En sus inicios incluso alardeaba de ser un “sastre autónomo”. Aunque hace años que Eduard solo maneja un inquietante look Trotsky + mosquetero facial, combinado con tabardos negros de la Armada soviética y pantalones de paraca, en Soy yo, Édichka le vemos luciendo acampanados blancos, trajes de tres piezas color malva (agh), cazadora de cuero con pajarita (ugh), botines puntiagudos, camisas de chorreras y otros atentados estéticos contra la salud mental.
4. Es un punk. Y no solo porque en su etapa neoyorquina fuese fan de Ramones o Talking Heads o porque en su juventud editara fanzines de poesía. Es un punk porque se limpia las ancas con el canon de la alta cultura, con los popes del establishment, y "no ama las peregrinaciones literarias ni a los barbudos del XIX". Se mofa de la bohemia de su Jártov natal (y, en Soy yo, Édichka, de la bohemia rusa neoyorquina), de sus chaquetas casposas y reverencia por los clásicos, así como rechaza la idea underground del fracaso como acto noble.
5. Es un hombre con biografía. Sí, su vida es ligeramente distinta a la de, por ejemplo, Martin Amis. Édichka fue delincuente fallido en Jártov, airado dandi del underground moscovita, punk ruso en Nueva York que terminó sodomizado por un homeless, mayordomo de un multimillonario, celebridad literaria en París, voluntario en la guerra de los Balcanes (¡por el lado serbio!), fundador del Partido Nacional-Bolchevique, reo de varias cárceles, miliciano nasbol en Kazajistán, convicto por terrorismo y filofascista ocasional, entre muchas y terribles cosas. Quizás piensen que está como una chota, pero desde luego es de los tipos más interesantes que llegarán a conocer jamás.
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