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Colita: "Ahora es popular la fotografía en color pero queda muy de postal"
La fotógrafa expone una muestra de tirajes de época en la Galería Fernández-Braso hasta el próximo 31 de julio
Saioa Camarzana
Alguien ha debido de recuperar el nombre de Isabel Stevez para referirse a Colita, una de las fotógrafas imprescindibles que ha retratado la reciente historia de España. Sus instantáneas sociales tienen ese saber mirar y encontrar el detalle diferenciador. Ahora que se ha jubilado comenta que sigue saliendo con la cámara en la mano para retratar lo que se le antoje interesante. Un repaso por las fotografías de toda su trayectoria, hasta 70, son las que muestran la exposición Ojo Colita en la Galería Fernández-Braso. "Todos los originales que están colgados son vintage, son tirajes de época, casi todos muy antiguos. Están seleccionados de las cajas en las que he ido guardando las que me gustaban", apunta. Un repaso a su forma de mirar y de trabajar.
Pregunta.- Su fotografía es un rico testimonio de la historia reciente de España. ¿Qué le pide a la España de ahora?
Respuesta.- He estado ahí como vosotros en estos momentos estáis ahí también. La historia no para, paramos nosotros pero la historia continua. Yo he estado en años clave pero los años clave continuan y las nuevas generaciones siguen haciendo fotografías o levantando testimonios fotográficos, o de vídeo. Lo que me ha tocado vivir está ahí, para que la gente lo vea y se informe.
P.- Su testimonio anterior quedará ahí pero, ¿qué hay del ahora?, ¿sigue fotografiando?
R.- Sí, pero sin encargos. La maravilla de estar jubilada es que trabajas lo que te da la gana, cuando te da la gana y sin encargo. No los acepto. Hago las fotos que me apetecen, donde y cuando me apetece. Llevo pegada a la mano una pequeña cámara pero sin responsabilidad, sin facturación. Eso es una gloria.
P.- Se le considera una fotógrafa social. Ahora que no trabaja por encargo, ¿sigue cultivando esta misma disciplina?
R.- Cuando me interesa sí. Cuando los indignados se concentraron en la Plaza Cataluña yo estaba con las rodillas hechas polvo, me agencié un bastón, cogí el metro y me planté allí. Estuve haciendo fotos un par de días. No lo puedes evitar porque lo llevas en la sangre y a no ser que te maten te arrastras como un gusano pero ahí estás. Me interesa la gente.
P.- La gente... estos momentos...
R.- Son unos momentos absolutamente definitivos. Todos los cambios en los ayuntamientos y ahora hay que esperar a la elecciones generales. Estamos viviendo un momento muy muy importante.
P.- Y para la fotografía que vive, en parte, del momento es una buena oportunidad, ¿no?
R.- Es testimonio. Nosotros testimoniamos lo que tenemos alrededor. El fotógrafo tiene que contar lo que está pasando, tanto en foto como en vídeo. Son los tiempos que corren, no podemos hacer nada más que subirnos al carro o caernos de él.
P.- Una situación parecida a cuando se pasó de lo analógico a lo digital, ¿no?
R.- Exacto, que todos nos desgarramos las vestiduras y pensamos '¡qué desastre'!. Pues no ha sido tan desastre, hemos seguido trabajando, nos hemos adaptado y no pasa nada. Era algo inevitable, me agencié un profesor de informática y me tiré un año trabajando, compré cámaras digitales y aprendí Photoshop, etc.
P.- Ahora parece que se está recuperando el uso del carrete de toda la vida y la fotografía analógica…
R.- No te creas. Estos son los artesanos de toda la vida que siempre han existido en todas las categorías artísticas. Siempre hay un artesano que vuelve al óleo, a la cerámica, al dibujo con plumilla, etc. El artesano fotógrafo que vuelve al rollo también existe y es comprensible, vuelve a la tradición de revelar, de tirar copias, etc. Pero será una minoría muy sofisticada que se dedica a hacer esto pero digamos que la masa irá con el maldito teléfono.
P.- Desde luego. Pero me refería al boom de la lomografía. ¿Le ha interesado esta disciplina?
R.- La lomo tiene muchos años. Tengo una que me compré hace 5 o 6 años y estuve haciendo el tonto con ella, ahora se la he regalado a una amiga más joven para que se divierta. Es una máquina horrorosa rusa que hace unas fotos tan feas, tan raras y de un color tan exagerado que acaban siendo graciosas. Si aprendes a manejarla da mucha risa. Se han juntado unos cuantos loquitos y hacen fotos con eso. Es una manera de pasarlo bien. Es un juguete divertido. Yo ahora juego con cámaras digitales automáticas y no me complico la vida.
P.- Para ese juguete hay infinidad de carretes. En blanco y negro, el normal de toda la vida, con más exposición e incluso con filtro vintage incorporado en el mismo carrete.
R.- Como las cámaras de foto de digitales. Tienen un filtro, en un ordenador aprietas una tecla y la foto se convierte en blanco y negro. Todo tiene un dispositivo que convierte a una foto antigua. Se añade ruido o grano si quieres, etc. Esto es añoranza.
Hija de porteros, 1966.
P.- ¿Hasta qué punto es positivo añorar?
R.- La añoranza es una parte de sensibilidad humana que a veces no puedes evitar y que te revuelcas en tu propia mierda y suele ser bastante divertido. Yo no tengo añoranza, siento bastante curiosidad por lo que va a pasar como para empezar a revolcarme en lo que ha pasado. Pero lo comprendo. Es acordarte de la gente que se ha ido, de un bolero que ya no cantan, del Only You, esas cosas. Es la vida misma.
P.- ¿Cómo ha evolucionado su fotografía a lo largo de todos estos años en la profesión?
R.- Si de una cosa me siento realmente orgullosa y satisfecha es de que siempre he vivido de esto, desde que empecé en 1962-63 hasta ahora. No me considero una artista sino una profesional. Me satisface mucho haber pagado las facturas y haber comido de las fotografías y eso en los tiempos que me tocaron vivir. Es lo que más me satisface de mi vida profesional.
P.- Colaboró con la prensa progresista en los últimos años del franquismo, ha retratado de todo. ¿Qué época de todas las vividas ha sido la que más le ha enriquecido como profesional?
R.- Como he vivido siempre al lado de la prensa progresista y de la cultura, digamos que siempre me ha enriquecido esta profesión porque siempre he buscado aquello que me daba más satisfacción y me completaba. Realmente en este aspecto todas han sido buenas, unas mejores que otras, estos últimos tiempos han sido de una mediocridad aplastante. Este último tiempo ha sido francamente desagradable desde el punto de vista de la cultura y la educación, lamentable. Esperemos que las cosas cambien porque la vida da vueltas y las cosas cambian.
P.- Esa sensación de mediocridad, imagino, fue lo que le llevó a rechazar El Premio Nacional de Fotografía el año pasado.
R.- Sí y porque, además, todos tenemos dentro de nosotros un rotweiller, un perro muy fiero al cual hemos adiestrado para que muerda el culo a los malos. Además, que el Premio Nacional es mío porque me lo ha dado una serie de gente completamente respetable y maravillosa. Ha habido un jurado que me lo ha dado por lo tanto es mío.
P.- Hay muchos jóvenes intentando hacerse un hueco en este mundo. ¿Cómo se puede distinguir uno dentro de este mundo?
R.- En este momento hay muchísima gente joven muy buena y cada vez somos más y es las posibilidades son menos. Las revistas y periódicos van cerrando, se abre más el mundo digital que es por dónde tienen que ir las cosas, supongo. No tengo una bola de cristal porque cada año la cosa cambia. Todo avanza que es una barbaridad. Profesionalmente cambian a tal velocidad que me siento incapaz de cualquier vaticinio. Puedo hablar del pasado pero no del futuro.
P.- Hablemos entonces del pasado. ¿Qué le hizo diferenciarse en su época?
R.- Yo tuve la suerte inmensa de estar rodeada de los mejores fotógrafos de Barcelona. Catalá Roca, Oriol Maspons, Leopoldo Pomés. Tuve maestros, los mejores maestros que me enseñaron lo más importante que tiene que saber un fotógrafo, que es mirar. Me enseñaron a mirar. Había sido siempre aficionada a la fotografía, siempre me ha rondado como un abejorro y finalmente ganó la partida.
P.- En una entrevista el año pasado comentó que lo importante es ganarse la confianza del retratado. ¿Cómo surge esa intimidad entre el objetivo y personaje?
R.- Mucha de la gente retratada han terminado siendo mis amigos porque me gusta la gente y cuando alguien ve que le gustas, que tienes una actitud de estar jugando a su favor, en su campo se nota en seguida. Estableces una relación y se te entrega porque sabe que no le vas a traicionar, no vas a lucirte tú, vas a lucirle a él o ella. Cuando se ha retratado por prensa a un personaje detestable es otra cosa, no es un retrato. Pero cuando me han encargado un retrato y he accedido a hacerlo yo he jugado siempre a favor del personaje intentando sacar lo mejor, lo más simpático y humano.
P.- ¿Ha habido alguien con quien no haya habido esa chispa? R.- No me puedo quejar porque si alguna vez me ha ocurrido esto la culpa ha sido mía.
P.- Siempre retrata en blanco y negro. ¿A qué se debe esto?
R.- Esto es otra leyenda negra de nuestra generación. Nosotros hacíamos fotografía en blanco y negro, básicamente, porque las revistas no editaban apenas en color y las que lo hacían lo hacían fatal y era carísimo. Hasta que fue evolucionando. Ahora es más popular el color porque las cámaras retratan así y tienes que forzarlas para que lo hagan en blanco y negro. El color queda muy de postal pero reproducen mejor el color ahora que el blanco y negro.
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