martes, 9 de enero de 2024

Conversación con Julio Cortázar sobre ‘Rayuela’


Julio Cortázar
Sabat

Conversación con Julio Cortázar sobre ‘Rayuela’


VÍCTOR GUTIÉRREZ SANZ
8 de febrero de 2015



Hace unos meses tuve una discusión con varios compañeros de la facultad sobre quién era mejor, si Cortázar o Borges. Responder a esta pregunta es imposible, una quimera y, seguramente, una falta de respeto. Simplemente, salió el tema y cada uno tomó una postura como aquel que defiende a su equipo de fútbol en un bar, es decir, guiándose por las emociones. Aún con todos los peros que podrán poner aquellos que lean estas líneas, el tema de debate debo decir que a mí, particularmente, me resultó muy gratificante.

No puedo transcribir todo lo que se dijo durante aquellos quince minutos, pero si puedo perfilar las líneas maestras (vuelvo a repetir que fue una conversación entre amigos sin pretensiones académicas). Algunas de las conclusiones a las que llegamos fueron que Julio Cortázar era mejor persona que Borges, que Borges fue mejor cuentista que Cortázar y que, según las preferencias que cada uno pudiera tener ante uno u otro escritor, se podría definir el tipo de lector.

Yo soy uno de los miles de cronocopios que circulan por el mundo sin rumbo literario fijo. Soy “cortazariano” convencido. Adoro tanto su escritura como su personalidad, pero siendo sincero cuando me expusieron que Borges tenía más talento narrativo que Cortázar no conseguí argumentar de manera certera lo contrario. Nos quedábamos en los gustos personales, no llegábamos a la esencia del dilema. Así quedó la cosa y el tiempo pasó, pero una espina se me quedó clavada. Había fallado a uno de mis mayores referentes, había claudicado en la batalla dialéctica. Claro, que por aquel entonces aún no había mantenido una tertulia con Cortázar.

portada-clases-de-literaturaLa conversación, como no podía ser de otra manera, es real; la única diferencia con las entrevistas tradicionales es que las respuestas y las preguntas están separadas por 34 años de diferencia. En el otoño de 1980, en Berkeley, California, Julio Cortázar impartió un seminario universitario de dos meses. Las reflexiones que allí vertió no tienen precio, bueno, miento, sí que lo tienen ya que se puede comprar el fantástico libro Clases de literatura dónde se recogen 13 horas de pura teoría literaria por menos de 9 euros en su versión de bolsillo. Pues bien, leer este libro me ha permitido asistir a sus clases y preguntarle algunas cuestiones que me angustiaban desde aquel debate universitario.

– Señor Cortázar, hace unos días tuve una discusión con unos compañeros de clase sobre quién era mejor, si usted o Borges. Al final, dijimos que usted como persona le daba veinte vueltas, pero que él era mejor escritor. Yo intenté defenderlo y puse como ejemplo Rayuela, pero me dijeron que era algo así como un juego… No tanto una novela real.

– Sobre Rayuela no sé bien qué decirle; no tengo la menor idea porque el problema de Rayuela es que se convirtió en una novela o antinovela o contranovela como la han llamado los críticos –ha habido muchas palabras para definirla– por una serie de circunstancias de tipo personal y literario. Aunque tengo suficiente consciencia de lo quise hacer y de cómo hasta dónde lo hice en las líneas que me había trazado, en mi recuerdo el libro se me escapa un poco de las manos por su propia estructura, no diría complejidad porque no es un libro complejo. Hay quienes han dicho que es una novela de una gran dificultad, pero yo no lo creo; no es un libro al alcance de un niño de doce años, eso es cierto, pero tampoco es un libro particularmente difícil como podría serlo Ulises, de James Joyce.

– Pero, ¿usted está de acuerdo en que lo más importante de Rayuela es su faceta experimental? ¿Qué trataba de conseguir con eso?

– No, no es tanto una provocación mía de lo experimental, sino una necesidad. La estructura del libro no es fácil pero refleja un poco dos cosas: las circunstancias en que fue escrito, concebido y las circunstancias del autor.

– Es decir, que fue algo así como un proceso natural. Supongo que tiene algo que ver con su estancia en París, porque si no recuerdo mal, Rayuela nació en aquellos primeros años.índice

– Exacto, las circunstancias son que cuando salí de Argentina para irme a vivir a París a comienzos de la década de los 50, pasé tres o cuatro o cinco años profundamente sumergido en una experiencia que en aquella época la hubieran llamado como “existencial”(…) que consistía en dejarme llevar por todo lo que la ciudad me ofrecía o me negaba.

– No lo termino de entender.

– Me explico, cuando estaba escribiendo Rayuela seguía leyendo libros y periódicos y continuamente encontraba frases, referencias e incluso anuncios que despertaban en mi un eco con referencia a lo que estaba escribiendo: había cosas que tenían cierta relación con lo que estaba escribiendo y entonces las cortaba o las copiaba. En el momento de armar el libro, o sea, de sentarme a la máquina para pasarlo a limpio después de haberlo revisado me dije: “¿Qué hago ahora? ¿Cuál va a ser la estructura de este libro?”. Todos los elementos que se han ido acumulando cuentan para mí, de alguna manera son parte del libro, pero no los puedo poner al final como un apéndice porque ya se sabe lo que pasa con los apéndices: nadie los lee. Comprendí que el único sistema viable era crear un sistema de intercalación de esos elementos en la narración novelesca. Para cierto tipo de lectores podía ser un poco artificial y entonces de golpe dije: “Voy a hacer la locura total: voy a proponer dos lecturas diferentes”.

– Entiendo esta lógica que plantea, pero también puede ser considerada como una mera proeza técnica. Dígame, si puede, cuál es la esencia de la novela.

– En el fondo, Rayuela es una muy larga meditación sobre la condición humana, sobre qué es un ser humano en este momento de desarrollo de la humanidad.

– ¿Y la respuesta es Oliveira u Oliveira es la pregunta que tiene que responder el lector?

– El personaje central es un hombre como cualquiera de todos nosotros, realmente un hombre muy común, no mediocre pero sin nada que lo destaque especialmente; sin embargo, ese hombre tiene una especie de angustia permanente que le obliga a interrogarse sobre algo más que su vida cotidiana y sus problemas cotidianos. Horacio Oliveira, el personaje de Rayuela, es un hombre que está asistiendo a la historia que lo rodea, a los fenómenos cotidianos de luchas políticas, guerras, injusticias, opresiones y quisiera llegar a conocer lo que llama a veces “la clave central”, el centro que no solo es histórico, sino filosófico, metafísico, y que ha llevado al ser humano por el camino de la historia.

– La definición del hombre contemporáneo es la indefinición. ¿Me quiere decir que la propia duda sobre quién es mejor escritor, si Borges o usted, es un contraargumento de Rayuela?

– No lo sé, o no se lo puedo decir. Lo que sí afirmo es que Horacio Oliveira no se conforma con estar metido en un mundo que le ha sido dado, prefabricado y condicionado; pone en tela de juicio cualquier cosa, no acepta las respuestas habitualmente, no acepta las respuestas habitualmente dadas, las respuestas de la sociedad x o de la sociedad z, de la ideología a o de la ideología b.

– Muchas gracias, Julio. Creo que ahora podré releer Rayuela con una nueva perspectiva.


LA MILANA BONITA



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