jueves, 17 de diciembre de 2015

Raquel Graciela Fernández / Happy Christimas

Ilustración de Triunfo Arciniegas a partir de una foto ajena

Raquel Graciela Fernández


“Ev'rybody had a hard year.
Ev'rybody had a good time.
Ev'rybody had a wet dream.
Ev'rybody saw the sunshine.
Oh, yeah. Oh, yeah. Oh, yeah.
Ev'rybody had a good year.
Ev'rybody let their hair down.
Ev'rybody pulled their socks up.
Ev'rybody put their foot down.
Oh, yeah. Oh, yeah. Oh, yeah.”

Lennon – McCartney, “I've got a feeling”*




De pronto y  sin saber

cómo aconteció

semejante calamidad,

estás debajo/ sobre

una pila foránea de hojas de muérdago

tratando de conciliar un verano abrasador

con la idílica postal nevada

que te vendieron los que venden

ilusiones “made in USA”.

Tuviste un año bueno,

tuviste un año malo,

tuviste más años de los que jamás hubieras querido tener

y sos tu madre en el retrato

de la mesa servida,

saciando un ejército de bocas

que jamás dijeron

lo que querías escuchar.

Tuviste tus sueños húmedos,

pero ahora sos tu madre

y el sexo apretado se desperdicia

debajo de tu vestido nuevo.

Se acortaron los sueños

y se alargaron las polleras.



Alguien pide más vitel toné

y vos te preguntás

si de verdad brilló el sol alguna vez,

mientras la noche festiva/ fétida

te cuelga una máscara insulsa

que quizás disuelva la quinta copa de champagne.

O quizás no.

Deberías haberte dejado el pelo largo,

la vida larga,

para seguir siendo la hija de tu madre

y no ser ella

dormida/ despierta

sobre las ruinas del mantel.



En tu puta vida viste un reno

y puede que no lo veas nunca.

No creés en Dios

ni en los viejitos barbados que no fuman

y no extienden la mano
reclamando la limosna del recuerdo.

Pero la ceremonia se repite

diciembre a diciembre,

porque sos tu madre,

tan buena como ella,

tan sola como ella,

con los pies enredados en las guirnaldas

de un estúpido árbol que enciende/ apaga

sus luciérnagas famélicas

“made in Taiwan”

(porque todo es “made in otro lugar”

en este lugar donde estás/ no estás

y en esta hora de rituales baldíos).



El año que viene, no.

El año que viene va a ser distinto.



El año que viene vas a arrastrar tu osamenta

hasta una playa minúscula

donde nadie te quiera vender

el invierno y la alegría.

Y vas a ser vos, mientras tu madre

vegeta en los cajones de la memoria.

Y si se trata de vivir, vas a vivir.

Y si se trata de morir, vas a morir.

Tu propia vida, tu propia muerte.

Lejos del vitel toné y los manteles tribales.

Estrenando colmillos,

estrenado latidos.

Y sin números rojos que delaten

que alguien

-vos, él, ella-


todavía te está debiendo algo.

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