domingo, 1 de diciembre de 2024

Petro, Sarabia y Benedetti / Alto voltaje en el tercer piso de la Casa de Nariño

 

Gustavo Petro, Laura Sarabia y Armando Benedetti
Gustavo Petro, Laura Sarabia y Armando Benedetti durante una reunión este lunes en Bogotá, Colombia.PRESIDENCIA DE COLOMBIA (EFE)


Petro, Sarabia y Benedetti: alto voltaje en el tercer piso de la Casa de Nariño

El regreso del jefe de campaña a Bogotá como asesor del Gobierno, enemigo declarado de la número dos del presidente, altera los contrapesos de poder en residencia presidencial



Juan Diego Quesada
JUAN DIEGO QUESADA
Bogotá - 30 NOV 2024 - 23:30 COT

Armando Alberto sentía una gran dependencia de Laura. Laura también de Armando Alberto, aunque en menor grado. Cuando él jugaba al tenis, ella lo esperaba al borde de la pista, con un teléfono en la mano que le pasaba, entre punto y punto, para hablar con quien estaba al otro lado de la línea, generalmente un abogado o un congresista. Armando Alberto era su jefe, ella su secretaria. Con el tiempo construyeron una relación compleja que muchos de sus más allegados, familiares y amigos, definen como radioactiva. Laura aprendió todo de Armando Alberto, uno de los políticos más sagaces de su tiempo. En 2022, sin embargo, en sus vidas se introdujo Gustavo Petro y lo cambió todo. Rompió ese binomio. Petro encontró en ella a una joven determinada, inteligente y eficaz que le hacía la vida mucho más fácil, en lo profesional y en lo personal, de una manera que nunca nadie lo había logrado. De presidente, a ella le dio un puesto a su lado y a él lo envió lejos de Bogotá, una ciudad que exuda poder.

Aquello envenenó la relación entre ellos, sobre todo de él hacia ella, que no llevaba bien que ahora ostentara un cargo más cercano al presidente que el suyo. Libraron una batalla brutal, que ha generado unos cuantos escándalos públicos. Estuvieron año y medio sin verse, hasta este lunes, cuando Armando Alberto, conocido públicamente como Benedetti, descendió de una camioneta blanca y entró por las rejas de palacio. Llevaba unas gafas transparentes a la sombra, polarizadas al sol. Laura Sarabia, la mano derecha de Petro, le esperaba dentro. Había una gran expectación por ese encuentro. Petro sirvió de mediador.

El regreso de Benedetti al círculo íntimo de Petro, a la zona de más influencia del presidente, ha generado una conmoción en la política colombiana. A partir de ahora será su asesor directo, el puesto más cercano al poder absoluto que ha tenido en estos dos años largos de Gobierno. De embajador, primero en Caracas y después en Roma ante la FAO, enviaba mensajes que Petro leía, claro, y que le contestaba sucintamente —no suele explayarse por chat—. Benedetti tiene varios procesos judiciales abiertos en la justicia, aunque en puridad, después de años de investigaciones, tutelas y recusaciones, nunca ha sido condenado por ninguno de ellos. Él se declara inocente y los achaca a una persecución iniciada por un polémico fiscal general, Néstor Humberto Martínez, que estuvo en el cargo entre 2016 y 2019.

También se le quiere invalidar porque durante un viaje a Madrid fue denunciado por su esposa por violencia de género —una acusación que él niega y que ella ahora, meses después, asegura infundada—. Que Petro lo siente a su lado, con un despacho en el mismo piso, ha despertado suspicacias. El presidente lo echó de la embajada por dejar que la revista Semana publicara unos audios en los que insinuaba que en la campaña había financiación ilegal. Ahora, este ejercicio de lealtad de Petro ha despistado a muchos. No le ha gustado a más de la mitad de sus ministros, que se lo han hecho saber al presidente. El senador más reputado de la izquierda, Iván Cepeda, ha afeado el nombramiento en público, con esa autoridad moral que pocos tienen, aunque a continuación ha añadido que eso no resquebrajará la lealtad a Petro ni dará munición a la oposición. Sencillamente, Cepeda piensa que la verdad no se puede atar con correa como si fuera una mascota.

Laura Sarabia
Gustavo Petro mientras toma el juramento a Laura Sarabia cómo directora del Departamento Administrativo de la Presidencia de la República en Colombia.PRESIDENCIA DE COLOMBIA (EFE)

Petro dejó algo muy claro a Benedetti: Sarabia será su jefa. Su asesoría dependerá de forma directa de su departamento, el Dapre. La gente también quería saber cómo reaccionaría Sarabia a la presencia de su antiguo jefe, el hombre al que había obedecido durante más de seis años. Esos roles a veces permanecen como plomo fundido durante la vida. Destilaba también una cuestión de género esa ecuación. Sin embargo, la gente que la rodea la vio más empoderada que nunca. La confianza ganada en estos dos años es absoluta, marmólea. Su manera de caminar, su postura, su tono de voz denotaba un “aquí mando yo”. No se arrugó en ningún momento frente a Benedetti, un hombre imponente, con un verbo dinamitero que espanta a cualquiera.


Unos cuantos mensajes más se pusieron a circular ese día en Palacio: “Benedetti no se encargará de la agenda, ni tendrá asiento en el Consejo de Ministros, ni se ocupará de partidas presupuestarias”. Pareciera que había una voluntad de desinflar el nombramiento de Benedetti, pero no resultaba muy convincente. Benedetti tiene contacto con las personas más poderosas del país, en lo económico y en lo político, y, pese a todas las críticas a su alrededor, un blindaje le recubre, como la cota de malla invisible del Señor de los Anillos. Se precipita por una ventana y cae de pie. “El diablo”, dijo de él hace unos meses un empresario español cercano a Petro. “Un príncipe”, se oye entre la gente que ha trabajado con él. Los periodistas de Palacio, que lo conocen hace 30 años, lo interpelan, pero en el fondo, fuera de cámaras, dicen que les cae bien. Benedetti los llama por su nombre, sobre todo a El Flaco, un reportero de Caracol Tv que lleva toda la vida cubriendo Presidencia.

No todos en la izquierda consideran un desacierto su regreso. Entienden que Petro, que no tiene nada de ingenuo, sabe lo que hace, que está dispuesto a sufrir cierto desgaste de imagen a cambio de tener a su lado a un bestia política, capaz de crear alianzas a izquierda y derecha, con Dios y el demonio. “Somos bastantes a los que no nos disgusta la vuelta de Armando Benedetti. Los que entendemos los juegos políticos sabemos que su regreso es también el regreso de los votos que eligieron a Gustavo Petro… pero además, también sabemos que Benedetti es la clave para unas próximas movidas políticas más acertadas. Su regreso genera miedo a la oposición”, resalta una fuente del Congreso.

Petro y Armando Benedetti en Ciénaga de oro, Colombia.
Petro y Armando Benedetti en Ciénaga de oro, Colombia.JUAN CARLOS ZAPATA / JUAN CARLOS ZAPATA

La actitud empoderada de Sarabia con la llegada de su antiguo amigo —la relación entre ellos se encuentra “en rehabilitación”, dijo el puntilloso Benedetti— no fue un espejismo. El viernes, en una entrevista con el periódico El Tiempo, dejó un explosivo titular: “Jamás me imaginé estar en un torbellino de odio y una hoguera de vanidades”. En este tiempo se ha sentido víctima de todo tipo de ataques: “Cada fin de semana, desde los últimos 2 años, espero cuál es la nueva historia que tienen por contar. O cuál es el nuevo capítulo en el cual supuestamente participé. Esa ha sido mi vida y eso no cambiará. Todos los días respondo si el presidente me quiere, si el presidente me saca de las reuniones, si el presidente y yo tenemos unas discusiones o si estamos peleados. Creo que ya a lo último lo hemos tomado jocosamente.”


De Benedetti, discreta como es, no dice gran cosa en la entrevista. Pero deja salir de dentro un huracán: “Uno: yo soy una piedra en el zapato para muchas personas. Por mi puesto, por el papel que he desempeñado y por lo que he significado los últimos tres años al lado del presidente, porque no solo ha sido en el gobierno, sino un año en campaña. Cuando estaba embarazada. Dos: lo único que tengo es mi nombre y lo voy a defender hasta el último momento y como una leona porque es lo único que tengo y por eso estoy acá”.


EL PAÍS 

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