lunes, 2 de diciembre de 2024

La mala hora de Laura Sarabia: entre la salida de Alcocer y la llegada de Benedetti a la Casa de Nariño


La mala hora de Laura Sarabia: entre la salida de Alcocer y la llegada de Benedetti a la Casa de Nariño

A pesar de que dos fuentes distintas dentro de la Casa de Nariño, de entero crédito, le confirmaron a este diario haber escuchado esa frase, Sarabia lo niega. “El presidente NUNCA me ha dicho algo así. Él está al tanto de mi cercanía y gestión institucional con el sector privado”.




La mala hora de Laura Sarabia: entre la salida de Alcocer y la llegada de Benedetti a la Casa de Nariño

El ruidoso aterrizaje de Armando Benedetti en la Casa de Nariño dejó al descubierto la crisis que se ha vivido en los últimos meses en el corazón del poder presidencial. La salida de escena de Verónica Alcocer ha cambiado el equilibrio de las fuerzas.

1 de diciembre de 2024

La bomba noticiosa de esta semana en Colombia, el ruidoso aterrizaje de Armando Benedetti en el corazón de la Casa de Nariño, es apenas el más reciente capítulo de lo que cada día se parece más a una serie de Netflix, de esas de drama y suspenso político, en la que se ha convertido el gobierno de Gustavo Petro.

Benedetti llegó a Bogotá pisando duro, no esperó a que nadie lo presentara como nuevo asesor presidencial, sino que él mismo se autoproclamó como tal en una entrevista que dio a la revista Semana, con la que anunció su regreso “triunfal” al país.

A pesar de que había sido uno de los grandes artífices de la victoria de Gustavo Petro en 2022, desde ese mismo 7 de agosto el propio Presidente lo mandó al exilio. Primero a Caracas, a donde lo convenció de ir con el cuento de que lo necesitaba allá, pero de donde se devolvió aburrido antes de completar el año a reclamarle al presidente que le diera un puesto en Bogotá. La manera cómo pidió cupo quedó grabada en esos escandalosos audios de sus conversaciones con Laura Sarabia, en los que Benedetti amenazaba con contar los secretos de grandes descalabros de la campaña de Gustavo Petro.


No le abrieron cupo en Bogotá, pero en lo que pareció ser una jugada para pagar su silencio, el presidente Petro le abrió una embajada nueva en Roma, ante la FAO, le puso Mercedes Benz de alta gama y le pagó un costoso arriendo para que viviera a sus anchas en esa soñada capital.

Pero una vez más se aburrió, porque “aunque la jaula sea de oro no deja de ser prisión”, sobre todo porque a Benedetti no solo le gusta estar en el agite del poder, sino que además lo necesita hoy más que nunca, pues tiene siete investigaciones en la Corte Suprema y sabe que sin hilos qué mover puede terminar en la cárcel.

De manera que Benedetti esta vez no se iba a dejar mover la silla, aterrizó con una estrategia clara: tras la entrevista del sábado, el lunes a primera hora citó a una reunión en Casa de Nariño con el Presidente y Laura Sarabia, pidió que tomaran fotos y las distribuyó a los medios de comunicación. Se hizo asesor presidencial de facto. A sabiendas de que ni el Presidente ni Sarabia –con el recuerdo fresco de los explosivos audios sobre anomalías en la campaña– iban a correr el riesgo de atravesársele en el camino.

Ese mismo lunes, en las redes sociales, los petristas purasangre como nunca antes se manifestaron indignados y tristes por la llegada de Benedetti. Varios miembros del gabinete, liderados por Gustavo Bolívar (DPS) y Daniel Rojas (Educación), le pidieron a Petro que los atendiera unos minutos antes del consejo de ministros de esa noche. El pedido era tan inusual, que se esperaba un sacudón en el gabinete. Sin embargo, si bien la charla con el Presidente se alargó hasta entrada la noche, al punto de que tuvieron que cancelar el consejo de ministros, al salir se manifestaron conformes con las explicaciones que les dio Petro. “Estábamos preguntándole –dijo Bolívar– en calidad de qué viene Benedetti y él nos dio una respuesta: que viene a ser un enlace en el Congreso”.

Así de fácil se resolvió la rebelión. Y es que Petro ha logrado conformar un núcleo duro en su gabinete, de ultraleales a él, a los que prácticamente parece no importarles lo que haga el Presidente, como poner de asesor a un hombre con siete investigaciones en la Corte Suprema, con denuncias de violencia intrafamiliar y con unos audios que los comprometen con asuntos de corrupción. Ellos están dispuestos a acompañarlo.

Curiosamente, según contaron dos asistentes, en la charla le dedicaron poco a Benedetti y mucho a reclamar por el excesivo poder de Laura Sarabia.


¿La mala hora de Laura?

¿Cómo será el malestar de un sector del gabinete con Sarabia que consideran que amerita reclamarle mucho más al Presidente que la misma llegada de Benedetti?

Si bien públicamente ninguno se atreve a decir nada, Laura Sarabia dio una entrevista el jueves para responderles: “La verdad, jamás me imaginé estar envuelta en un torbellino de odio y de una hoguera de vanidades”, dijo a El Tiempo.

Sarabia, la que durante dos años ha estado acumulando un poder que ningún otro funcionario distinto a un Presidente ha tenido en la historia en la Casa de Nariño, ha comenzado a perder terreno en los últimos meses.

El momento más crítico para ella, tal vez, se dio por la época del concierto de Paul MacCartney, el 1 de noviembre en Bogotá, al cual Gustavo Petro le contó al país que había ido en condición de “clandestino”.

Por esos días le oyeron decir al presidente Petro, con ese dejo de ironía tan característico en él, dirigiéndose a Laura Sarabia, su mano derecha y directora del Dapre: “Váyase con sus amigos empresarios”.


A pesar de que dos fuentes distintas dentro de la Casa de Nariño, de entero crédito, le confirmaron a este diario haber escuchado esa frase, Sarabia lo niega. “El presidente NUNCA me ha dicho algo así. Él está al tanto de mi cercanía y gestión institucional con el sector privado”.


Por esos mismos días circuló la versión de que Sarabia quería salir de la Casa de Nariño y se alcanzó a comentar que había pedido pista en el Grupo Aval. ¿Habrá sido ese el malestar del Presidente?

De todas maneras, la cercanía que Sarabia ha ido creando con el grupo de Luis Carlos Sarmiento no cae bien entre el sector duro petrista. Una alta fuente del mundo petrista, precisamente, se quejó de que Laura Sarabia habría sido clave para que “en el texto de la Reforma Pensional la plata se quedara en los fondos de pensiones”, haciendo referencia a que uno de los más grandes fondos privados de pensiones pertenece al grupo del banquero. Al consultarle a Sarabia al respecto, contestó: “Su fuente le informó mal, no tuve ninguna injerencia ni en el trámite ni en el texto de la reforma pensional”.


La fuente además añadió: “El Presidente tenía listo para cambiar lo de la regla fiscal y lo de las inversiones forzosas que ponía en serios aprietos al Grupo Aval, y Laura lo cambió por el pacto por el crédito”.

Más allá de que sea cierto o no, o más allá incluso de que estas intervenciones de Sarabia merecerían un reconocimiento porque pueden ser lo mejor para el país, el hecho político es que esos son algunos de los argumentos que enarbolan los petristas purasangre contra Sarabia.

Esta línea dura no había expresado antes su malestar por dos razones: la primera, porque Laura Sarabia les era muy útil a todos como la operadora del Gobierno, resolviendo problemas y organizando la estructura teniendo en cuenta la falta de método y de orden que caracteriza al primer mandatario.

“Laura no es que sea la persona a la que el presidente le consulta, como tampoco le consultaba a Augusto (Rodríguez), que hacía ese papel en el pasado”, dice alguien que conoce a Petro hace muchos años.

“El presidente necesita alguien que le opere cosas, que él no quiere que lo distraigan. Y ella, hábilmente, se toma más atribuciones de las que se tomó Augusto históricamente. Augusto también llegaba donde uno y decía Gustavo manda a decir. ¡Mentiras! Gustavo no mandaba a decir nada. Pero Laura es peor porque le dice a la gente ‘es que yo le dije al presidente’, ‘es que ya acordamos con el presidente’”.

Pero Sarabia comenzó a incomodar cuando aparecía como la que jalonaba la reactivación económica en Nueva York por delante del ministro de Hacienda, o la líder de un viaje de ministros con chalecos antibalas a El Plateado en Cauca, en el que iba el ministro de Defensa. Parecía actuar como la mismísima presidenta.

La fuente, del petrismo de tiempo atrás, asegura que Sarabia ha sido la artífice de las dos crisis de ministros: “El presidente hace una seña de que hay que hacer algo y ella dijo se van estos y estos, los que menos le paraban bolas”.

E incluso, también fue evidente que Sarabia tuvo que ver con la salida del superintendente de Servicios Públicos, Dagoberto Quiroga, petrista de vieja data, que estaba manejando la intervención de Air-e al parecer sin copiarle a Sarabia lo que ella le indicaba.

Así entonces, Sarabia ha pisado verdaderos callos, y eso cada vez le granjea más opositores dentro del petrismo. Y la segunda razón por la que los petristas no habían expresado su malestar como ahora, era porque antes contaba con todo el respaldo de la primera dama, Verónica Alcocer, y ahora ella no está. 

¿Por qué la guerra?

A mediados de este año, Gustavo Petro comenzó a jugar el segundo tiempo de su partido en el Gobierno. Y sin que el país se diera cuenta pateó el tablero del poder en la Casa de Nariño.


Como se recordará desde junio se destapó una guerra fría de alta tensión entre el círculo más cercano de Gustavo Petro: su esposa Verónica Alcocer de un lado, en sociedad con Laura Sarabia, y del otro lado, Augusto Rodríguez, director de la UNP y quien al menos en las últimas tres décadas se había desempeñado como la mano derecha de Petro, apoyado por los viejos compañeros del M19.

El escándalo estalló el 4 de junio cuando Alcocer le mandó una carta a la fiscal general Luz Adriana Camargo en la que denunció que había un “complot” en su contra para involucrarla en el escándalo de corrupción de la Unidad de Riesgos. Incluso utilizó la expresión de “fuego amigo”.

En ese entonces se supo que tanto Verónica como Laura habían pedido cambio de escoltas, no querían tener esquema de protección de la UNP,tal vez porque consideraban que a través de ellos Augusto Rodríguez podría espiarlas. Ambas pidieron ser protegidas por la Policía.

Alcocer habló de “fuego amigo” como “una estrategia utilizada para desviar la atención de temas de corrupción (...) Lanzan historias y rumores para confundir a la opinión pública y minimizar el escrutinio sobre sus propias acciones”.

Lo que se deduce es que aparecieron denuncias anónimas de presunta corrupción contra Alcocer y Sarabia, y ellas se las atribuían a Augusto Rodríguez. Como bien lo definió La Silla Vacía: “Del entorno de Augusto Rodríguez aseguran que el círculo de Sarabia es corrupto y hace negocios personales con sus posiciones en el Gobierno. Mientras del entorno de Sarabia dicen que detrás de las denuncias de corrupción en su contra está Rodríguez”.

Al final, nadie tiene pruebas de que las denuncias de corrupción sean ciertas ni tampoco las de presunto espionaje. Pero lo que sí es genuino es el sentimiento: quienes venían de tiempo atrás con Petro, los de la línea del M19, sintieron que todo por lo que habían luchado estaba quedando en manos de Sarabia, una recién llegada que estaba más cerca de los empresarios o de Benedetti en su momento que de las luchas políticas que ellos habían dado por décadas, y de Verónica Alcocer alrededor de la cual operaban personajes cuestionados como los catalanes Xavier Vendrell y Manuel Grau, entre otros.

El video de Panamá

Lo que pasó después es la parte más inquietante de esta historia. No había pasado un mes de la denuncia de Verónica Alcocer en la Fiscalía cuando apareció el video de Gustavo Petro, a principios de julio, caminando cogido de la mano y sonriendo con una mujer que no era su esposa.La actitud de Petro era curiosa: ¿salir a caminar cogido de la mano? ¿Tomarle fotos y sonreír? Evidentemente era algo que Petro quería contar.


Quienes conocen los intríngulis del poder y de Petro en particular consideran que no sería extraño que el video haya sido hecho adrede para mandarle un mensaje a Alcocer. Incluso hay quienes consideran que sería una manera de desactivar algún tipo de chantaje de parte de ella hacia Petro: el presidente decide abrir al público la puerta de sus secretos.

“No sería extraño que toda la operación de grabar o filtrar el video la haya manejado Augusto Rodríguez”, dijeron en ese entonces fuentes de la Dirección Nacional de Inteligencia.

Lo cierto es que después de ese rifirrafe, Verónica Alcocer salió de escena. Y ha ido ganando un papel más relevante Augusto Rodríguez. De hecho, en la COP16, en Cali, se le vio a él mismo prácticamente escoltando a Petro, porque, supuestamente, había indicios de que la vida del Presidente corría peligro.

Quienes conocen al director de la UNP, Augusto Rodríguez, dicen que es un hombre algo paranoico. En lo cual comparte sentimientos con Gustavo Petro. Y ahora, Rodríguez ha vuelto a ganar un lugar al lado del mandatario porque es quien le maneja su seguridad. Incluso, los encargados de custodiarlo por parte de la Policía han manifestado en voz baja su preocupación porque Petro ha decidido viajar en otros aviones diferentes a los establecidos. En este caso cabe aquella frase: “El hecho de que sea paranoico no significa que no me estén persiguiendo”.

A propósito, la Fuerza Aérea ya le hizo saber a Presidencia su preocupación a través de una carta por el hecho de que la seguridad del Presidente la está manejando Augusto Rodríguez y que el mandatario suele escabullírsele a su propia seguridad para ponerse bajo el cuidado de la UNP.

Y como colofón, en este juego de tronos, no le ha sido útil a Sarabia ser tan cercana al abogado Mauricio Pava porque sus contradictores lo han interpretado como una manera de darle entrada a otros intereses a la Casa de Nariño.

En ese orden de ideas, Laura se ha quedado un poco sola en el pulso de poder. El respaldo de Verónica Alcocer ya no pesa y sus opositores, cada vez más molestos, ganan terreno. 

Dicho de otra manera, en el tablero de ajedrez del Gobierno, la reina que protegía al alfil salió del juego. Ahora se la pasa buena parte del tiempo fuera del país. En Italia, donde le gusta vivir, en septiembre estuvo en China, y la semana pasada en El Cairo. Y si bien el rey todavía está ahí y aprecia el valor de Sarabia, como una ficha muy eficiente del ajedrez, no es su estilo salir a defender con todo al alfil. De hecho, dejó volver a entrar al juego a quien, como Benedetti, la ha maltratado.

Al preguntarle a Sarabia hace dos semanas sobre esta crisis interna ella concluyó: “Una de las cosas que más admiro del presidente Petro es que no tiene agendas dobles ni se guarda nada. Su diálogo es franco y directo. Si estuviera ‘incómodo’, ya no estaría acompañándolo en su día a día. Es una cuestión de lógica básica”.


Sarabia tiene razón en que Petro no estaba “incómodo” con ella, pero ese no era el punto, Petro tal vez estaba “incómodo” con la idea de que ella se fuera. Porque en medio de la tremenda soledad en la que vive el presidente en la Casa de Nariño y en vista del talento que ha demostrado Sarabia para llenar tantos vacíos que deja el mandatario, la presencia de Laura allí parece imprescindible.


EL COLOMBIANO


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