Un teléfono, un casco de soldado, un taburete... Gila haciendo humor de 'su guerra' en 1983. |
El hombre que sacaba risas de lo más oscuro del alma
Un libro y una exposición detallan la vida del humorista Miguel Gila en el año del centenario de su nacimiento
-¿Está el enemigo? Que se ponga…
Para varias generaciones de españoles, este surrealista inicio de conversación telefónica era la tarjeta de presentación en sus actuaciones televisivas del humorista Miguel Gila, aquel señor que, ya fuese vestido de soldado, él que sobrevivió a un fusilamiento chapucero en la Guerra Civil, o con una camisa roja, como la que llevaba cuando un grupo de falangistas se la hizo jirones en Madrid, provocaba risas de donde resultaba inverosímil sacarlas, como la muerte o la guerra. La tragicómica vida y obra de Gila (Madrid, 1919-Barcelona, 2001) se cuenta ahora en un original libro que la editorial Blackie Books publica por el centenario de su nacimiento. A ello se suma una exposición en la sala La Fábrica del Humor de Alcalá de Henares (Madrid), que se inaugura el 26 de junio y estará abierta hasta el 28 de julio, en la que varios viñetistas le rinden homenaje a través de 22 piezas y en la que podrán verse también más de una treintena de sus dibujos y grabaciones de sus monólogos.
Con tanto sufrimiento, "no parecía lógico que fuese a triunfar en el mundo del espectáculo, pero se hizo a sí mismo", subraya Cascante. Gila empezó a ganar muchísimo dinero, "que como esas personas que, por haber sido pobres, a veces despilfarraba, así que tuvo que trabajar mucho".
Esa mente tan despierta para el humor empezó en el colegio, cuando fue expulsado a los 12 años porque no paraba de gastar bromas a compañeros y profesores. Probó varios oficios, desde pintor de coches a fresador, se afilió a la UGT y se fue a la guerra, "con una visión idealista, mezclada con las novelas que leía, hasta que se dio de bruces con la realidad". En el frente vivió el conocido aquelarre ("nos fusilaron mal") en el que un grupo de soldados borrachos quisieron matar a varios prisioneros.
Como humorista profesional, "estaba en las antípodas de la improvisación, reescribía los monólogos según el lugar y momento en que los representaba y eliminaba las partes que veía que no funcionaban", explica Cascante. Los palos que más tocó fueron el humor sobre la guerra, el negro –se inspiraba en El Caso- y los paletos de pueblo ("debajo de la boina de cada cateto hay un filósofo escondido", decía). "Él iba hasta las zonas más oscuras del alma, la muerte y la violencia, y las hacía digeribles para sacarles humor".
Sin embargo, en la intimidad, Gila respondía al arquetipo del payaso circunspecto. Con su familia sacaba a relucir el humor en las discusiones, para que la tensión se tornase en risas. "Era un hombre de rutinas, leer el periódico, pasear al perro… pero cuando tenía que mostrar su arte, se desataba".
Dieciocho años después de su muerte, su huella perdura en el humor español. Cascante recuerda que el dúo Faemino y Cansado y el grupo de los chanantes(Joaquín Reyes, Ernesto Sevilla, Raúl Cimas...), entre otros, se han inspirado en él. Para quien quiera aprender de Gila, el libro recoge un texto inédito en el que reflexionaba sobre qué es la risa: "El humor es una estafa cerebral, el engaño, la sorpresa". Un texto que acaba con su habitual despedida en cada actuación: "Les quiero mucho a todos".
El público de las primeras risas
Aunque Gila se había subido a algún escenario y participado en funciones en el frente durante la Guerra Civil, fue el 24 de agosto de 1951 cuando actuó en serio por primera vez. Un debut con uno de sus monólogos sobre la guerra, al final de una función de variedades en un teatro de Madrid. Años después recordó aquellos 10 minutos de vítores y aplausos. “No esperaba que me fuera tan bien […] veía que faltaba ese humor que estaba en las calles de Madrid, un humor de soltarlo y darte la vuelta. Un poco herencia del surrealismo”.
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