jueves, 20 de febrero de 2014

Ucrania ante el abismo

Monasterio de San Miguel
Kiev, Ucrania

Ucrania ante el abismo

La sangrienta represión de Yanukóvich coloca a Europa y Rusia en rumbo de colisión


EL PAÍS
20 FEB 2014 - 00:00 CET
La relativa tregua de dos semanas propiciada en Ucrania por la amnistía ha saltado por los aires con casi una treintena de muertos en Kiev, el mismo día en que supuestamente el Parlamento iba a debatir la revocación de los poderes presidenciales casi absolutos que Víktor Yanukóvich ostenta desde 2010. El baño de sangre de la capital, con miles de manifestantes enfrentados a la policía y los matones del Gobierno, coloca a la crucial exrepública soviética en el umbral de un levantamiento popular y hace imperativo un paso atrás de los bandos antagonistas.

Hasta ahora, Yanukóvich había reprimido intermitentemente a quienes piden masivamente su dimisión al frente de un poder dictatorial y corrupto. Los acontecimientos del martes, los más graves desde el comienzo de las protestas por el rechazo de un acuerdo con la UE para echarse en brazos de Moscú, no solo dinamitan los frágiles puentes entre Gobierno y oposición. La violencia extrema de Kiev sugiere que Yanukóvich ha dejado atrás el dilema entre negociar o reprimir, en un guion que solo puede haber sido escrito por el Kremlin.
Vladímir Putin, cuya agresiva política exterior le da vara alta en algunos de los más agudos conflictos mundiales (Siria, Irán), está decidido a impedir que Ucrania pase a la esfera de influencia de la UE, con el naufragio que implicaría de su visión neoimperial de Rusia. Pero no solo por eso ha comprometido más de 10.000 millones de euros en su rescate. La idea de una protesta popular derrocando a las puertas de Moscú a un régimen a imagen del suyo resulta intolerable para el presidente ruso.
Ucrania se ha convertido en un choque directo entre Putin y una Europa cuya capacidad para hacer una política exterior coordinada está a prueba. El Kremlin culpaba ayer de la violencia en Kiev a una conspiración occidental, europea en particular. Y la UE, que había evitado hasta ahora las sanciones en la confianza de negociar con Yanukóvich, se dispone a adoptarlas hoy, con el apoyo de Washington y no sin discrepancias entre sus miembros. La respuesta a un régimen “manchado de sangre”, sin embargo, no puede confinarse al castigo de una camarilla. Bruselas debe estar dispuesta a ofrecer a Kiev asistencia financiera que facilite las reformas políticas, pero también una vía de acceso realista a la UE, no meros pactos comerciales.
El momento de la verdad ha llegado para una UE que se debate entre objetivos tan alejados como mantener una relación fluida con Rusia (de la que en buena parte depende energéticamente) o combatir las maniobras de Putin para impedir la democratización de Ucrania. Entregar a Moscú la dirección de los acontecimientos no solo arruinaría la escasa credibilidad internacional de la UE. Ignoraría sobre todo que los trágicos sucesos de Ucrania —un país dividido cultural y políticamente, que desde su independencia en 1991 solo ha conocido corrupción y pésimos Gobiernos— nacen de la férrea voluntad de sus ciudadanos para formar parte de un sistema de valores como el que Europa encarna.


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