El universo de Tàpies se despliega
en la Bienal de Venecia
Lo intuitivo y emocional ordenan una exposición de más de 200 obras en el Palacio Fortuny
Con la instalación titulada Rinzen, súbito despertar en japonés, Antoni Tàpies (Barcelona,1923-2012) ganó un León de Oro en la Bienal de Venecia de 1993. Era una contundente protesta contra la guerra y la violencia en un momento en que el conflicto yugoslavo vivía uno de sus peores momentos. Pero la relación del maestro informalista con Venecia es muy anterior. En 1956 exhibió tres grandes pinturas y dos años después, en 1958, volvió a participar y conocer a personas esenciales en su vida: Eduardo Chillida, premiado en aquella 29 edición por su escultura, el pintor Alberto Burri, el coleccionista Panza di Biumo, el compositor Luigi Nono. Tápies, que coincidió entonces con su gran amigo Antonio Saura, volvió con el premio de la UNESCO y de la Fundación David Brigh, dos galardones que le ayudaron a hacer que su personalísimo lenguaje empezara a ser conocido en todo el mundo.
En las vísperas de la 55 edición de la Bienal, uno de los edificios más impresionantes de la ciudad adriática, el Palazzo Fortuny ultima los preparativos de la gran exposición, La mirada del artista que se abrirá al público el 1 de junio; una gran muestra de más de 200 obras que se mostrarán trenzadas con la colección de Fortuny a lo largo de las tres plantas del edificio. Sin más orden que lo intuitivo y lo emocional, los comisarios, su hijo Toni y la crítica Natasha Hébert, tratan de reconstruir la esencia del universo del artista catalán.
Sobre un complejo y delicado montaje concebido por Axel Vervoordt para lograr una aproximación muy personal potenciar el mundo de Tàpies,, la exposición tiene tres columnas básicas llenas de ramificaciones. En la impresionante planta baja del palacio se encuentran las obras de gran formato del artista, Hay cuadros monumentales de todas las etapas, pero predominan las realizadas desde la década de los 80 hasta el final. Son piezas, que en su mayor parte proceden de su estudio catalán.
Gran coleccionista y amigo de muchos de los grandes artistas contemporáneos, su colección personal es tan amplia como rica. Por un lado se agrupan muchas de las obras de arte antiguo y primitivo que tanto le fascinaban, procedentes de distintas culturas, épocas y continentes. Por otro, se despliegan pinturas y esculturas de artistas a los que más admiraba: Picasso, Kandinsky, Arp, Rothko, Kline y, por supuesto su Joan Miró. Considerado uno de los artistas mundiales más influyentes, son muchos los creadores contemporáneos que se han sumado a este peculiar homenaje veneciano: Anthony Caro, Günther Uecker, Antoni Llena, Perejaume, son algunos de estos grandes nombres.
Los comisarios, capitaneados por su hijo, explican que han tratado de hacer una aproximación intima y emotiva al trabajo de Antoni Tàpies y a su colección personal. “Queríamos que la mayor parte de la obra expuesta viniera de su casa. La casa donde vivió y trabajó y en la que se rodeó de tantas obras de arte de distintas culturas y épocas, que coleccionaba también de una forma muy emotiva, por un instinto y una sensibilidad que lo guiaban hacia lo esencial, sin pretensiones cronológicas o historicistas”.
El espacio interior del Palacio, a veces laberíntico, se presta a la creación de rincones especialmente deslumbrantes. Además de los cuadros monumentales que recibirán al visitante, los comisarios señalan varios apartados con especial carga emocional. Están las salas en las que Tápies dialoga con otros artistas próximos a él, aunque especial relevancia tendrá la sala dedicada a los libros de artista en los que colaboró con poetas extraodinarios. Son auténticas joyas bibliográficas llenas de grabados y litografías impactantes: El pa a la barca de Joan Brossa (1963), La nuit grandissante de Jacques Dupin (1968), Air de André du Bouchet (1971) y Roman Elegies de Joseph Brodsky (1993), son algunos de los títulos, a los que hay que añadir obras de Octavio Paz, José Miguel Ullán o Antonio Gamoneda. En la última planta Axel Vervoordt ha diseñado una zona muy intima, a modo de laberinto, donde la exposición terminará con la atmósfera de reflexión y silencio que con tanto empeño persiguió el artista.
Aunque para trabajar prefería el silencio más absoluto, su vida no hubiera sido la misma sin la música. En sus memorias, Tàpies señala a Brahms como el “compañero más perdurable que con constancia y fidelidad he escuchado más durante toda mi vida”. Las grandes figuras de la música del romanticismo, a los que estudió y escuchó con devoción, eran para él, casos culminantes de entrega purísimos al mundo de la creación artística, sin las servidumbres de las artes plásticas. “Era un gran amante y conocedor de la música clásica y contemporánea”, explica su hijo. “Por ello, durante la exposición se van a organizar conciertos en espacios próximos donde se podrá escuchar a compositores que el apreciaba particularmente. Por las tardes o por las noches, cuando terminaba en el estudio, pasaba mucho tiempo escuchando música, que podía ir desde Wagner, Brahms o Schumann hasta Schönberg, Alban Berg o Celsi”
La proyección de varias películas documentares en diferentes rincones del palacio, completarán la narración sobre su empeño por descifrar lo misterioso.
La exposición que ahora se abre en Venecia no viajará a ningún otro lugar. Ideada hace un año por Daniela Ferretti, directora del Palazzo FortunyAxel Vervoordt, presidente de la May and Axel Vervoordt Foundation, esta es la aproximación más importante que se hace a la obra del artista desde su muerte. La próxima, comisariada por Vicente Todolí, será en Barcelona, en una colaboración conjunta entre la Fundació Tàpies y el MNAC.
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