Por Joana Bonet
![woody-allen.jpg?w=282&h=351](http://www.joanabonet.com/wp-content/uploads/2014/02/woody-allen.jpgw282h351.jpeg)
Allen nunca ha oficiado de dogmático ni ejemplar. Casarse con la hija de su entonces compañera fue un bombazo mediático, aunque acabó consiguiendo que incluso el puritanismo más feroz lo ignorara. Tras el affaire con Soon Yi, 35 años menor que él, Mia Farrow tiró de la manta denunciando turbios abusos por parte de Allen a una de sus hijas. La justicia, aunque con ambigüedad, dio el caso por cerrado. Y la opinión pública esgrimió el argumento de una mujer despechada, histérica y obsesionada con adoptar niños.
Mucho se ha abundado en el asunto de la infamia y la genialidad. Del antisemitismo de Shakespeare o Quevedo al fascismo de Céline, pasando por las perversiones sexuales de Polanski y Kinski. Que fuera asesino o paidófilo no han impedido que las obras de Caravaggio sean exhibidas en las mejores pinacotecas.
Todo apunta a que Allen se ratifica en su versión de hace más de dos décadas: que su hija no sabía distinguir entre realidad y fantasía a causa de la influencia de la madre. Y cabe preguntarse por qué la presunta víctima habla ahora, en la antesala de los Oscar. Pero ¿variará nuestra percepción artística de ese personaje brillante y creativo, tan querido en España? ¿Se atreverá a disipar su oscuridad en forma de guión, crudo y amoral, despiadado hasta consigo mismo? ¿O egoístamente pensaremos que, de los mitos, mejor ignorar su vida privada?
No hay comentarios:
Publicar un comentario