Rod Stewart |
Rod Stewart: "He sido un granuja rematado"
BRENDA OTERO
Lunes, 06/05/2013
Actualizado el 07/05/2013 a las 12:46 CEST
Padre de ocho hijos de cinco mujeres distintas, en su biografía dedica un capítulo entero al arte de criar niños. Retomó el contacto con su hija mayor, que se crió con padres adoptivos y, aunque su vástago menor, de 2 años, tiene prácticamente la edad de su nieta (fruto de la relación de su hija Kimberly con el actor Benicio del Toro) sigue implicado en la crianza. "Lo disfruto tremendamente", comenta entusiasta. "Prefiero no quedarme en hoteles caros y estar en casa cada mañana". Para un vividor como él, sin duda una prueba de amor entregado.
Lo primero que llama la atención en la lujosa suite que Rod Stewart ha elegido en Londres para ofrecer entrevistas es un secador de pelo enchufado frente a un espejo. "Luego tengo una presentación. Me seco el pelo cabeza abajo y estoy listo", comenta, coqueto, sobre su peinado, uno de los más famosos de la historia del rock.
"El corte es fundamental. El peluquero lo mide con una regla para que tenga una longitud de seis centímetros, ni más ni menos. Me voy a quedar con este estilo hasta el final. Ronnie Wood [guitarrista de los Rolling Stones] y yo lo empezamos y acabaremos con él", relata. Rod Stewart (Londres, 68 años) es tal y como uno se imagina. Galante, divertido y con un bronceado que delata su buena vida californiana. Una estrella que da abrazos, se queja en broma por lo aguado que está el té que le sirven y manda al responsable de la discográfica a tomarse un café para que no "intimide" a la periodista.
Genio y figura. Publica un nuevo álbum. Pero no es otro más. Tras dos décadas editando discos de versiones (con gran éxito, por cierto), algo ha cambiado: hasta 11 de las 12 canciones de 'Time' están escritas por él. Un arrebato creativo sin precedentes en una trayectoria que abarca cinco décadas. "Perdí el miedo", confiesa sorbiendo té. "Ya no me preocupa lo que digan los críticos. Además, tengo más experiencias sobre las que escribir. Probé a abrir mi corazón y ver lo que sucedía".
Penny baila muy bien
El resultado es un álbum que mira a sus orígenes roqueros y que puede escucharse como una autobiografía sonora. En 'She makes me happy' declara su amor a su esposa; recuerda sus tiempos como mod en Brighton beach, y se confiesa sobre su pasado divorcio en 'It's over'. 'Sexual religion' es un corte bailongo y subido de tono en el que no faltan susurros. "Puede que lo escribiera sobre el momento en el que conocí a mi mujer", duda. Y añade, picarón: "Penny baila muy bien".
Sus primeros intentos en el campo de la escritura no fueron demasiado esperanzadores: "Woody [Ron Wood] y yo intentamos componer cuando estábamos en el Jeff Beck Group [finales de los 69]", recuerda. "Más que nada porque los Beatles y los Stones escribían su propio material y nosotros seguíamos haciendo versiones. Nuestro debut fue 'Spanish boots' Está en el primer disco de The Jeff Beck Group [Beck-Ola, 1969]. No sé muy bien de qué va la letra, pero ¡no hay por dónde cogerla!".
La figura que hizo sombra a su música
Bromas aparte, hablar con Stewart de los pormenores de la composición es como adentrarse en un callejón sin salida. "Es muy difícil explicarlo: soy un inútil en ese sentido. Y mis canciones son muy simples y directas, sin mensajes ocultos. Comparo componer a tener una antena por la que bajan las ideas. Cuando acabo, zanjo el asunto". Esa alergia a mirarse al ombligo, esa tendencia a quitar importancia a su trabajo, ha propiciado su fama de artista poco serio. "Si estoy cansado, califico mis canciones como bobadas. Aunque no soy tan prolífico como otros, me considero un buen compositor, autor de varios éxitos. Es algo que se ha pasado por alto. Mi figura hizo sombra a mi música", comenta.
Conviene desestimar a Rod Stewart como un cantante para -palabras del guitarrista Jeff Beck- un "público de amas de casa"; y tampoco hay que hacer caso al bravucón de Johnny Rotten [voz de Sex Pistols], que le llamó prematuramente "vestestorio" cuando Stewart solo tenía 32 años. Vividor de la voz rasposa, fiera del escenario, Don Juan insaciable, ha preferido buscar el entretenimiento a la reverencia.
"Me encanta mi vida"
Sin embargo, Roderick David Stewart, el hijo de un fontanero que nació durante los bombardeos alemanes en Londres, es más que eso. El cantante de esa máquina de rock and roll que fue The Faces, grupo que compartió con Wood en los setenta; el artista que se hizo millonario con una exitosa carrera en solitario en los 70 y 80, y el crooner que, contra todo pronóstico, consiguió el mayor éxito comercial de su trayectoria en los 2000 con la serie de álbumes 'The great american songbook', versionando clásicos estadounidenes.
Ha vendido más de 150 millones de discos en todo el mundo y recibido la Orden de Comendador del Imperio Británico de manos de la reina de Inglaterra. Y todo sin permitirse un ápice de nostalgia. "Me encanta mi vida. Lo he pasado estupendamente y los 60 fueron tremendos, pero no repetiría. No voy a volver a cantar en pubs". Ahora prefiere el casino Caesar's Palace de Las Vegas, donde comparte residencia tres veces al año con Elton John, Céline Dion y Shania Twain. Está claro que le encanta actuar allí, o por lo menos lo vende bien: "De los 4.000 asientos, no hay uno malo, la acústica es increíble y todo el mundo está cerca del escenario". Directos muy diferentes a los próximos conciertos multitudinarios de los Rolling Stones, que Rod ni se plantea pisar: "Siempre le digo a Ronnie que ya les vi en 1963 y no volveré. Él se molesta mucho", suelta entre carcajadas sobre sus eternos compañeros y rivales.
El del puño cerrado
Astuto para los negocios, Stewart es conocido por su legendario puño cerrado. Todo un artista del escaqueo a la hora de pagar rondas, utilizaba el teléfono de sus 'gruipies' estadounidenses para llamar a sus novias en Inglaterra y nunca compró su propia cocaína. "Siempre había algo por ahí", dicen. "Sí, fui lo suficientemente listo para saber en qué momento un cantante firma -posiblemente borracho-, un contrato sin darse cuenta de que terminará comprando una casa en Barbados para un tipo con traje y él se condenará a una vida de pobreza", se defiende en sus memorias recientemente publicadas, 'Autobiografía' (Plaza & Janés).
Sin embargo, hay quien le ha pagado con la misma moneda. Durante un intercambio navideño de regalos con su amigo Elton John, Stewart envió una aséptica nevera portátil, mientras que Elton le obsequió con un costoso dibujo de Rembrandt. John se la guardó a Rod, y para la boda de Stewart con Penny Lancaster (su actual esposa, de 42 años, con la que se casó en 2007) les obsequió con un vale de unos 20 euros de una droguería británica.
Gracias a ese talante ha amasado una fortuna de unos 135 millones de euros, un Ferrari Testarrosa, un Lamborghini Diablo y mansiones en Los Ángeles y Londres. Sin duda, está en posición de dar consejos a los músicos que empiezan: "De joven solo piensas en la música. Yo mismo no estaba familiarizado con la parafernalia de la fama. Debes tener al lado a alguien inteligente y de confianza. Un abogado, un familiar o un amigo que te controlen en tema económico. No puedes dejar que se arregle solo, porque no sucederá. Con The Faces nos pasó algo parecido: estábamos tan ocupados divirtiéndonos que apenas recibimos dinero por los derechos de autor".
Nunca fumó para no estropear la voz
Stewart se hizo mod en los sesenta solo por la molona ropa que llevaba esta tribu. Y siguió el credo excesivo del rock solo a medias. Nunca fumó por no estropear su voz y, después de que un amigo se tirase por la ventana tras tomar LSD, decidió renunciar a los alucinógenos. Ni siquiera las juergas alcohólicas se iban de madre, porque los fines de semana se levantaba para ir a jugar a fútbol. Las últimas palabras que escuchó de Keith Moon [batería de los Who, que falleció en 1978 por ingesta de barbitúricos] fueron "serás maricón", cuando le abandonó en plena farra. Fue cauto y temeroso menos en su amor a los coches deportivos, al fútbol, a los trenes de juguete y, por supuesto, a las mujeres. ¡Ah, esas preciosas chicas rubias, ese ramillete de modelos, actrices y conejitas de playboy! La debilidad de Stewart. Desde que descubrió que no había mejor afrodisiaco que un micrófono en el escenario, entre él y un escarceo no hubo obstáculos.
De gira compartiendo habitación con su amigo Ronnie Wood, la estrechez de espacio se solucionaba olvidando el pudor. El invento terminaba más en jolgorio cómico que en orgía, aunque las chicas no se quejaban. "Para ser mi groupie o la de Woody había que tener más paciencia que un santo", señala. Más tarde conquistó a una colección de mujeres espectaculares, como la chica Bond Britt Ekland; su primera mujer, la top texana Alana Hamilton, o la modelo Kelly Emberg. "No recuerdo que ninguna mujer me diera calabazas", dice rascándose la cabeza. Y luego añade: "Bueno, quizá un par". Lo cierto es que no conoció el rechazo hasta los 53 años, cuando en 1998 se rompió su matrimonio con Rachel Hunter. La modelo neozelandesa fue la única a la que no fue infiel y la primera que le dejó. "Hasta ese momento, nunca me habían roto el corazón. No estaba preparado para ello. He sido un rematado granuja. La manera en la que rompía las relaciones dejaba mucho que desear. Pero ya es agua pasada y ahora soy feliz", relata.
Demasiado amanerado
Dejando de lado sus técnicas de ligue, que pasan por preguntar a las chicas lo que tienen dentro del bolso. Podría decirse que Rod Stewart fue un protometro sexual, antecesor del arquetipo del hombre moderno. Siempre hecho un pincel, se dejó maquillar por Britt Ekland y mantiene que todo hombre, como él, "debe pasar por una época vistiendo como el bailarín Rudolf Nureyev".
Un pavo real, que en su imagen ochentera abusó de las mallas estampadas y que fue tachado de "demasiado amanerado" para cantar junto a "un músico serio" como Jeff Beck. Nunca tuvo tapujos a la hora de adueñarse de elementos tradicionalmente femeninos ni de reírse de las bravuconadas del macho. Por ejemplo, en su libro confiesa que rechazó que le hicieran un molde de su pene tras ver el gran tamaño del de Jimi Hendrix.
Se enfrentó a los ejecutivos de Warner Bros, que consideraban que el mensaje progay de 'The killing of Georgie' (que escribió sobre un amigo homosexual que fue asesinado en Nueva York) le alejaría de su público. En la canción 'Time' de su último disco, se pone "en el lugar de la mujer”. Hasta ha confesado que probó el yoga y terapia contra el mal de amores después de que Rachel Hunter le abandonara. "Siempre he vestido de manera muy llamativa y me he rodeado de homosexuales", explica quitando hierro al asunto. "Me gusta la compañía de los gais, son ingeniosos y maravillosamente divertidos. Me criticaron mucho por ello".
Padre de ocho hijos de cinco mujeres distintas, en su biografía dedica un capítulo entero al arte de criar niños. Retomó el contacto con su hija mayor, que se crió con padres adoptivos y, aunque su vástago menor, de 2 años, tiene prácticamente la edad de su nieta (fruto de la relación de su hija Kimberly con el actor Benicio del Toro) sigue implicado en la crianza. "Lo disfruto tremendamente", comenta entusiasta. "Prefiero no quedarme en hoteles caros y estar en casa cada mañana". Para un vividor como él, sin duda una prueba de amor entregado.
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