Fotografía de Chema Madoz |
Nuno Júdice
POEMAS
DE PARTIDA
8-XII-1997
8-XII-1997
Versión de José Méndez
Escuchando las canciones de kurt weil,
bajo un cielo de lluvia en lisboa, puedo pensar
que estoy en berlín bajo un cielo de nieve
o en otro sitio así, donde cuando llueve,
se escribe.
Escuchando esas canciones que repiten
sílabas secas, desde un piano que arrastra
los sentidos hacia el fin de la frase, espero
que la lluvia venga del norte y que los nimbos
canten, con los tonos negros de su fondo,
un destino sin suerte. Escuchando la lluvia que ya no canta,
con el rumor cautivo de quien no desea
permanecer, reúno los sonidos de
kurt weil como gotas ásperas en la boca
bebiendo hasta el fin sus canciones
en las que no entra la lluvia, como si así
comenzasen las grandes tempestades.
Cantar, entonces, con una nube
en cada mano.
RECETA PARA HACER EL AZUL
Escuchando las canciones de kurt weil,
bajo un cielo de lluvia en lisboa, puedo pensar
que estoy en berlín bajo un cielo de nieve
o en otro sitio así, donde cuando llueve,
se escribe.
Escuchando esas canciones que repiten
sílabas secas, desde un piano que arrastra
los sentidos hacia el fin de la frase, espero
que la lluvia venga del norte y que los nimbos
canten, con los tonos negros de su fondo,
un destino sin suerte. Escuchando la lluvia que ya no canta,
con el rumor cautivo de quien no desea
permanecer, reúno los sonidos de
kurt weil como gotas ásperas en la boca
bebiendo hasta el fin sus canciones
en las que no entra la lluvia, como si así
comenzasen las grandes tempestades.
Cantar, entonces, con una nube
en cada mano.
Versión de Vicente Araguas
Si quieres hacer azul,
agarra un trozo de cielo y mételo en una olla grande,
que puedas llevar al fuego del horizonte;
después mezcla el azul con sobras de rojo
de la madrugada, hasta que se deshaga;
vacía todo en un bacín bien limpio,
para que no quede nada de las impurezas de la tarde.
Finalmente, criba los restos de oro de la arena
del mediodía, hasta que el color se adhiera al fondo de metal.
Si quieres, para que los colores no se desprendan
con el tiempo, deposita en el líquido un corazón de melocotón quemado.
Lo verás deshacerse, sin dejar señal de que alguna vez
allí lo pusiste; y ni el negro de la ceniza dejará restos de ocre
en la superficie dorada. Puedes, entonces, levantar el color
hasta la altura de los ojos, y compararlo con el azul auténtico.
Ambos colores te parecerán semejantes, sin que
puedas distinguir entre uno y otro.
Así lo hice – yo, Abraham ben Judá Ibn Haim,
iluminador de Loulé – y dejé la receta a quien quisiera,
algún día, imitar el cielo.
agarra un trozo de cielo y mételo en una olla grande,
que puedas llevar al fuego del horizonte;
después mezcla el azul con sobras de rojo
de la madrugada, hasta que se deshaga;
vacía todo en un bacín bien limpio,
para que no quede nada de las impurezas de la tarde.
Finalmente, criba los restos de oro de la arena
del mediodía, hasta que el color se adhiera al fondo de metal.
Si quieres, para que los colores no se desprendan
con el tiempo, deposita en el líquido un corazón de melocotón quemado.
Lo verás deshacerse, sin dejar señal de que alguna vez
allí lo pusiste; y ni el negro de la ceniza dejará restos de ocre
en la superficie dorada. Puedes, entonces, levantar el color
hasta la altura de los ojos, y compararlo con el azul auténtico.
Ambos colores te parecerán semejantes, sin que
puedas distinguir entre uno y otro.
Así lo hice – yo, Abraham ben Judá Ibn Haim,
iluminador de Loulé – y dejé la receta a quien quisiera,
algún día, imitar el cielo.
ANTROPOLOGÍA
Versión de Elkin Restrepo
como la piedra, no nació de un volcán,
no formó una isla,
no hirvió el mar en impulsos ansiosos
de cielo.
El hombre, como la planta,
se dobla al paso del ciclón,
se estremece con las mutaciones del
tiempo –como ahora,
cuando traen ya las nubes
un escalofrío de otoño.
Este hombre tiene el fondo ceniciento
de esas nubes, su mirada de amenaza
la insistencia en permanecer —así
sepa que el primer soplo
lo arrebatará del horizonte.
no hirvió el mar en impulsos ansiosos
de cielo.
El hombre, como la planta,
se dobla al paso del ciclón,
se estremece con las mutaciones del
tiempo –como ahora,
cuando traen ya las nubes
un escalofrío de otoño.
Este hombre tiene el fondo ceniciento
de esas nubes, su mirada de amenaza
la insistencia en permanecer —así
sepa que el primer soplo
lo arrebatará del horizonte.
PRINCIPIOS
Versión de Elkin Restrepo
Podríamos saber un poco más
de la muerte. Pero no sería eso lo que nos haría
desear morir más
aprisa.
Podríamos saber un poco más
de la vida. Tal vez no necesitaríamos vivir
tanto, cuando sólo se precisa saber
que debemos vivir.
Podríamos saber un poco más
del amor. Pero no sería eso lo que nos haría dejar
de amar al saber claramente lo que es el amor, o
amar más todavía al descubrir que, aun así, nada
sabemos del amor.
de la muerte. Pero no sería eso lo que nos haría
desear morir más
aprisa.
Podríamos saber un poco más
de la vida. Tal vez no necesitaríamos vivir
tanto, cuando sólo se precisa saber
que debemos vivir.
Podríamos saber un poco más
del amor. Pero no sería eso lo que nos haría dejar
de amar al saber claramente lo que es el amor, o
amar más todavía al descubrir que, aun así, nada
sabemos del amor.
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