martes, 10 de noviembre de 2015

Miriam Gómez / Las mujeres salvaron a Cabrera Infante de la pena por Cuba

Guillermo Cabrera Infante y Miriam Gómez
Fotografía de Néstor Almendros

Miriam Gómez

"Las mujeres salvaron a Cabrera Infante 

de la pena por Cuba"

La viuda del escritor presenta en Madrid Mapa dibujado por un espía, la crónica escrita con las tripas de su último viaje a la isla

MARTA CABALLERO | 14/11/2013 


Miriam Gómez, viuda de Cabrera Infante, presenta en Madrid Mapa dibujado por un espía, la crónica inédita del último viaje a Cuba del escritor. Foto: El Mundo

Como el niño que imagina que el monstruo vive dentro del armario, Miriam Gómez observó temblorosa durante años un cajón de su casa en Londres. Sabía que estaba allí, pero no era capaz de acercarse siquiera. En la Habana recreada que compartió con su marido, Guillermo Cabrera Infante, donde están los recuerdos de sus vidas, los libros, las fotos y la memoria que conservan las paredes, también habitaba una peligrosa desconocida, la crónica que el narrador escribió en su último viaje a Cuba, del que volvió roto: "Guillermo me dijo que era la base para un futuro libro, que aquello había sido una catarsis. Me pidió un sobre, lo guardó en él y escribió un título: Ítaca vuelta a visitar. Yo lo metí en un cajón. Nunca volvimos a mencionarlo".



Hoy la viuda del escritor está en Madrid para presentar el resultado de que un día reuniera el valor suficiente para abrir aquel paquete: "No podía dejar que sus Obras completas se publicaran sin ese libro y sabía que había que editarlo cuanto antes, mejor". Galaxia Gutenberg-Círculo de Lectores acaba de lanzar al mundo aquellos papeles bajo el título Mapa dibujado por un espía, una memoria escrita con las tripas de los cuatro meses que tuvo que pasar allí, pues se había desplazado a la isla sólo para enterrar a su madre, pero el régimen aplazó su vuelta a Bruselas, donde trabajaba como agregado cultural. En ese tiempo, el escritor recuperó los modos cubanos, pero se topó de bruces -paseando, conversando con los viejos amigos...- con un gobierno que había dejado de atender a razones, con un pueblo perseguido, con una ciudad sitiada por la policía y plagada de espías.


Antes de leerlo, como medida de precaución, Gómez entregó el manuscrito a Toni Munné. Cuando volvieron a verse, él le advirtió: "Miriam, te va a destrozar. No he podido dejar de leerlo. Es algo tan duro, tan increíble...". Gómez hizo lo que tenía que hacer y un día, tumbada en la cama, lo devoró de principio a fin. "Me quedé vacía, por lo duro que era y también al leer que en Cuba no sólo había tenido escarceos sino que se había enamorado de otra mujer. Pero, a la vez, también me di cuenta de lo buen cubano que era, de lo buen padre que era, de lo duro que fue ese desengaño con su país".

A su mujer le costó digerir el romance que Cabrera tuvo en la isla. Sin embargo, pronto volvió a su memoria la devoción que él tenía hacia el género femenino, una característica inevitable que ella asumió cuando vivían juntos: "Para él las mujeres eran la salvación, desde que era pequeño. Así se entiende el amor que tenía por su madre, le gustaba recordar cómo la miraba con sus amigas, allí en Cuba. Describía una escena en el campo en la que ellas conversaban sobre cine y literatura, porque eran muy cultas, y se acordaba de cómo cruzaban las piernas... decía que en ese momento desprendían un olor maravilloso. ¿Se lo puede imaginar? ¡Estamos hablando de un niño de cinco años!", se asombra Gómez. Tal era su devoción por las féminas, que cuando Cabrera Infante ya era un señor mayor su mujer le tenía que afear la conducta: "¡Pero Guillermo, por favor! No te puedes quedar observándolas de esa manera, te van a decir que eres un mirón, ¿No ves que esto ya no es normal a día de hoy?", le reñía ella. Pero es que era así, las miraba y las trataba como si fueran flores, a ella a la primera: "Yo era lo principal, era exquisito conmigo, siempre gentil, tuve mucha suerte de estar con un hombre que me tratara así".

Estas reflexiones le ayudaron a entender que aquel affaire del que nunca habló había salvado a su marido de la caída a los infiernos en la que le habría sumido el regreso a Cuba. Una pesadilla que, no obstante, le acompañó el resto de su vida: "En el libro se ve cómo aquella experiencia lo cambió todo, a él y su literatura. Vio cómo el mundo que conocía, el carácter cubano, la fiesta, la libertad... había quedado destruido. La obra es una memoria pura de todo aquello", lamenta Gómez, que sin embargo está feliz al ver que el libro está gustando, dando que hablar y, sobre todo, haciendo que la figura de Cabrera Infante vuelva a estar viva.

Escrita a bocajarro, sin juegos de palabras, la obra encierra el mayor desengaño de la biografía de un escritor que, a pesar de aquella experiencia, trató de que su vida posterior en Inglaterra fuera una comedia, como evoca su viuda: "Intentamos quedarnos con el recuerdo maravilloso y nunca olvidamos la suerte de ser cubanos y de haber nacido en esa época, de vivir todo lo que vivimos. Por eso nuestra casa de Londres es una Cuba en pequeñito; tanto, que recuerdo que una vez vino un médico a ver a Guillermo y, por un momento, se descolocó, el pobre no sabía dónde estaba".

Hablar del presente de Cuba no es fácil para Miriam Gómez, que se afana en recordar que Cabrera predijo muchas de las tragedias que se están produciendo hoy tanto dentro como fuera de la isla: "Él sabía que Europa acabaría pagando el fracaso del comunismo y también que España perdería su originalidad al europeizarse. Lo decía, decía que prefería a España diferente... Y era consciente de que no había en el mundo ni Norte ni Sur, de que antes o después todo el mundo está al Sur". Sobre su país, está segura de que sufriría mucho si hoy pudiera ver lo que allí sucede: "Están vendiendo la nación, este medio hermano que gobierna ahora es un horror. Guillermo decía que eran como Jekyll y Hyde, sólo que ya no se sabe quién es quién. Lo terrible es que si este señor te vende una pasta que pudre los dientes, la gente la compra. Es un gangster político", condena.

A los políticos, rememora, el escritor no podía ni olerlos. Se burlaba de ellos y a menudo decía que prefería estar en la compañía de un delincuente: "Qué desprecio les tenía, estaba seguro de que la política enfermaba a las personas. Esos son los que han fulminado el futuro de Cuba, que no lo tiene, porque su presente es demasiado espantoso. Respeto mucho a la gente que está luchando allí, a las damas de blanco, a los negros, a los que apalean constantemente. Allí ya no hay nada, no se crea música, no hay alma, la han eliminado. El caso cubano no es muy diferente al de Gadafi. Hoy viven de lo que les manda Miami y han decidido no tener hijos, de modo que la población está envejeciendo. Y no hay médicos, nada. No sé qué va a pasar. No parece que fuera se den cuenta, las modas son terribles, se apoyan unas causas y luego se tarda mucho en ver el horror que suponen, porque uno puede luchar contra una idea, pero no contra un sentimiento. ¿Qué me dice de lo de Venezuela? Ese señor es una comedia, tiene guayabitos en la cabeza. ¿Y de lo que vimos en Camboya? Venía un chino con el librito rojo bajo el brazo y la cabeza llena de cocaína a decirnos qué, ¿qué?".

Cierra Gómez la entrevista con una frase tristísima: "El pueblo cubano es el más desgraciado del mundo". Cabrera Infante nunca se recuperó de aquella idea. La medicina dijo que era bipolar; su mujer, que tenía en el alma una tristeza inmensa por la isla. Es la tristeza que se asoma en esta obra que ahora llega a las librerías, un golpe en las entrañas que marcó el resto de sus días.

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