La escritora estadounidense Joy Williams. Jonno Rattman
Joy Williams, una divina exploración de lo humano
La maestra del cuento estadounidense combina en 'Noventa y nueve cuentos divinos' el humor con un cierto misticismo, la precisión con una aparente ligereza en la forma con la que logra ensanchar la realidad y el modo de relacionarnos con ella
Aloma Rodríguez
17 de julio de 2025
Joy Williams (Massachusetts, 1944) es una gran cuentista, como demuestra el volumen Cuentos escogidos que publicó Seix Barral en 2017. Es también novelista, en 2022, en Seix Barral apareció La rastra, y ahora la misma editorial publica Noventa y nueve cuentos divinos (traducción de Albert Fuentes), que salió en inglés en 2016 y que ya tiene una especie de segunda parte con la que conforma una especie de díptico, Concerning the future of souls: 99 stories of Azrael.
Noventa y nueve cuentos divinos está compuesto de noventa y nueve piezas cortas, a veces se despachan en una frase. Y todas comparten la misma presentación: aparecen numeradas y se cierran con una palabra o varias, a modo de lema, que podría ser el título del cuento, y al estar pospuesto, como hacen las moralejas, suele causar efecto humorístico. Un ejemplo (de brevedad y de mecanismo): "Nunca he conocido a un loco, dijo él. Pero sí he conocido a gente que más tarde se convirtieron en muertos. DISTINCIÓN".
Los lectores habituales de Joy Williams, reconocerán algunas de las marcas de la escritora: la religión aparece en muchos de los cuentos, también hay muchos perros, y otros animales, como un león que conversa con un niño sobre la muerte, una manada de lobos, que también hablan, o elefantes. Aparecen escritores: Simone Weil, Kafka, Thomas Bernhard, Sartre y Camus o Chejov. Aparecen asesinos (O. J. Simpson, Unabomber) y el Señor, a veces hablando con alguien, a veces ensayando, como si fuera un monologuista: "El Señor estaba probando material nuevo. SOY EL QUE SOY, dijo ÉL. No le sonó bien. ESE SOY YO. SOY. Le sonó patético. No era amante de las definiciones. Siempre había tenido unos problemas tremebundos con ellas. BASTANTE ESENCIAL".
Los cuentos de Williams tienen una apariencia de cotidianidad, a veces de anécdotas, cuya profundidad se va revelando poco a poco, y nunca termina de resolverse. Son piezas filosóficas que huyen de la solemnidad incluso cuando contienen una terrible tragedia (niños muertos, madres homicidas, accidentes). Lo que resulta fascinante de estos cuentos es su capacidad para combinar el humor con un cierto misticismo, la precisión con una aparente ligereza en la forma y cómo va ensanchando la realidad y el modo de relacionarnos con ella.


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