La historia real tras ‘Nomadland’, la película estrella de los Golden Globes
Cientos de temporeros mayores de 60 años viajan en caravana por todo el país para ganarse la vida. No es una distopía, es el fin de la jubilación.
Beatriz García
1 de marzo de 2021
Entre los workampers no hay latinos o afroamericanos, al menos en su mayoría. Suelen ser personas caucásicas que un día tuvieron hijos, vidas normales e incluso en algún momento vivieron de forma holgada, pero la crisis de las hipotecas subprime de 2008 las escupió del sistema de pensiones. Y las lanzó a la carretera…
“Es más fácil para las personas blancas vivir en la carretera, en una sociedad donde el racismo ha cobrado una fuerza tan espantosa”, dijo a El País Jessica Bruder, la periodista que escribió el libro en el que se basa Nomadland, la rutilante cinta independiente que ha triunfado en los Globos de Oro.
“Cuando estaba escribiendo el libro, cada semana leía una nueva noticia de conductores negros desarmados que habían recibido disparos de la policía. También los conductores latinos son objeto de acoso, o de algo peor, por parte de las autoridades debido al rechazo a los inmigrantes y la xenofobia de este país”, señaló.
Bruder, periodista especializada en subculturas, conoció la existencia de estos nómadas a raíz de un artículo y decidió pasar tres años en la carretera con ellos. Su caravana se llamaba Van Halen -los workampers suelen poner nombres a sus casas rodantes-; sus jornadas de trabajo eran como las del resto de temporeros, eternas.
“Es más fácil para las personas blancas vivir en la carretera, en una sociedad donde el racismo ha cobrado una fuerza tan espantosa”.
De aquí para allá, horas infinitas recogiendo remolacha en Dakota del Norte con las manos convertidas en ganzúas dolorosísimas; pesadillescas noches en almacenes de Amazon realizando un trabajo tan mecánico que su cerebro amenazaba con apagarse cada dos por tres -había un cartel en uno de estos almacenes robotizados, rezaba: “La variación es el enemigo”.
Jessica Bruder era la única workamper que no peinaba canas. La mayoría de sus compañeros tenía ya más de 60 años cuando los conoció. Y la solidaridad de esta gente le emocionó; su sueño imposible de tener un terreno o una casa en la que pasar la vejez le rompieron el corazón. Y la llenaron de rabia.
Linda May pensaba suicidarse en Thanksgiving, pero no quería abandonar a sus perros. Tenía 60 años cuando Jessica la conoció y llevaba una vida nómada desde 2010, cuando ya no pudo seguir pagando su casa.
May es una de las personas reales que aparecen en Nomadland, la cinta dirigida por Chloe Zhao y protagonizada por una espléndida Frances McDormand que ha sido la rutilante ganadora de los Globos de Oro -Mejor Película y Mejor Dirección-, tras triunfar en Venecia, y se postula como favorita en los Oscars.
Pero también hay otros nómadas que Jessica Bruder conoció en la odisea de más de 24.000 kilómetros que emprendió en 2013, viajando junto a estos trabajadores de costa a costa de Estados Unidos y desde México a la frontera con Canadá.
Como Bob Wells, fundador de cheaprvliving.com, que escribió un libro y tiene un canal de YouTube sobre la vida nómada, donde comparte consejos para evitar ser detenidos por la policía o encontrar un buen lugar donde aparcar la caravana para pasar la noche.
O Swankie, cuya historia no aparece en el ensayo de Bruder, pero que tiene un blog donde comparte su historia y habla sobre la experiencia trabajando en la película.
Hay algo romántico en la idea de vivir una vida nómada, sin un destino fijo y siguiendo, en gran medida, el espíritu de los primeros colonos. Una suerte de sentido de la autosuficiencia que en buena medida está presente en estas personas que cooperan para sobrevivir.
Pero la vulnerabilidad de los workampers es real y no todos ellos están agusto con el tipo de vida a la que el individualismo de una sociedad muy estratificada y con una clase media en declive les ha empujado. Que los gobierno no hayan sabido aplicar las leyes antimonopolio de forma correcta tampoco ayuda.
En los almacenes de Amazon, donde trabajan cientos de workampers como parte del programa CamperForce hay expendedores gratuitos de ibuprofeno. También un aparcamiento para caravanas.
El gigante de Internet recibe un subsidio por contratar a personas mayores (entre un 25% y un 40% de su sueldo), por lo que emplear a estos workampers le sale bastante rentable.
“Necesitamos cooperar para sobrevivir y, en la era del coronavirus, eso nunca ha sido más obvio”.
Jessica Bruder trabajó en uno de estos centros de preparación de envíos durante una temporada, en el turno de noche.
“Allí conocí a un trabajador de 77 años que me contó que tenía las rodillas destrozadas por trabajar como mecánico en una empresa minera de cobre. Cuando me lo imaginé realizando el trabajo que hacíamos, que implicaba hacer miles de sentadillas y estiramientos para acceder a diferentes estantes de mercancías durante un turno de diez horas… Se me rompió el corazón”, explicó la periodista.
Jessica también coincidió con workampers que trabajaban en verano en atracciones de feria, vendiendo calabazas en Halloween o árboles de Navidad.
Signo de los nuevos tiempos, distopía futura cada vez más presente, la jubilación se ha convertido en un espejismo para cientos, tal vez miles o millones. Otro problema más que sumar a la agenda política y otro reto para los ciudadanos a quienes les quieren robar la vejez.
AL DÍA
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