Brigitte Bardot, una pésima actriz
pero un icono sexual
Un nuevo libro sobre la artista analiza cómo su imagen supuso una revolución en la forma de representar a la mujer en los años cincuenta
BARBARA CELIS Londres 25 MAR 2013 - 21:53 CET
No es muy común que una actriz se retire a los 39 años. Pero Brigitte Bardot, que en unos meses cumplirá 79 años (en 2013), nunca entró dentro de los parámetros de la normalidad, como recuerda Ginette Vincendeau, profesora de historia del cine del King’s College de Londres, que acaba de publicar un libro sobre la actriz titulado simplemente Brigitte Bardot. Su aparición en las librerías británicas coincide con un ciclo de cine que la Alliance Française de Londres le dedica a esta actriz cuyo físico y cuya actitud, alejada de la rigidez con la que se paseaban por el mundo las estrellas en los años cincuenta, revolucionó todos los parámetros de la Francia de aquella época.
“Empecé siendo una pésima actriz y eso es lo que he seguido siendo, una pésima actriz” proclamó Bardot en un arrebato de autocrítica mientras aún era una flamante estrella a la que algunos críticos alababan pero a la que la mayoría repudiaba, a pesar de su innegable belleza. En 1973 daba un portazo a su vida dentro del mundo del cine y abandonaba también las pasarelas de moda y los escenarios musicales para dedicarse por completo a la lucha por los derechos de los animales, otro arrebato que en su momento, hace ya cuatro décadas, pareció una excentricidad momentánea pero que el tiempo ha demostrado era auténtico compromiso.
En el libro de Vincendeau se hace un repaso exhaustivo a la vida y obra de la sex- symbol francesa, que gracias al cine se convertiría en una de las mujeres más deseadas del planeta. “Brigitte Bardot fue una revolución en la forma de representar a la mujer, la sexualidad y la juventud”, dice Vincendeau, a quien en realidad le pidieron que escribiera un libro sobre Catherine Deneauve, otra gran actriz francesa pero cuyo peso histórico no se puede comparar con el de Bardot, según Vincendeau. De hecho, Simone de Beauvoir, una de las intelectuales y feministas más importantes de occidente, le dedicó incluso un ensayo titulado Brigitte Bardot y el Síndrome de Lolita, por el efecto que tuvo la imagen de Bardot en la percepción de la mujer a partir de la década de los cincuenta, algo potenciado además por el boom de los medios de comunicación de masas.
Nacida en 1934 en Paris, Bardot aspiraba a ser bailarina pero aconsejada por su madre, comenzó a trabajar como modelo, llegando a la portada de la revista Elle con apenas 15 años. Aquella fue la puerta por la que atravesó hasta instalarse en el mundo del cine, aunque durante varios años las películas en las que participó carecieron de interés y los críticos se limitaban a hablar de su belleza y a subrayar su aparente falta de talento como intérprete. No obstante, eso no impidió que ella se hiciera explosivamente famosa, ayudada entre otros por su primer marido, el fotógrafo y director Roger Vadim, que la paseaba entre las celebridades y provocó el desconcierto al llevarla a un festival de Cannes y hacerla posar descalza, despeinada y con un aire natural completamente opuesto al encorsetamiento en el que estaban entonces imbuidas las estrellas de cine. No obstante, su fama planetaria se la dio la película Y Dios creó a la mujer, dirigida por Vadim en 1956, donde ejercía de adolescente inmoral, provocando a la vez el deseo y el escándalo tanto en la sociedad francesa como en todas aquellas donde se estrenó la película. A partir de ese momento su carrera como actriz fue in crescendo y tanto las películas en las que participó como sus interpretaciones mejoraron mucho y aunque Hollywood trató de conquistarla, Bardot nunca se dejó tentar del todo. Probó suerte también en la música, cantando entre otros con Serge Gainsbourg, hasta que, tras posar desnuda en la portada de la revista Playboy en su 40 cumpleaños anunciaba su retirada. Desde entonces todos los titulares que ha dado, a parte de sus múltiples bodas, han sido o por sus denuncias de crímenes contra los animales o por sus ideas políticas, de extrema derecha, como su último marido, Bernard D’Ormale, miembro del ultraderechista Frente Nacional francés. Sorprendentemente, es una de las pocas estrellas que no se ha sometido a la dictadura del bisturí.
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