Adolfo Bioy
Casares
MARÍA KODAMA
Febrero de 1987
Las personas que me hablaban acerca de la muerte de Borges en Ginebra, lo
hacían polémicamente, a favor de María, o contra María; quizá a favor de la
familia o de la cocinera Fanny. Yo, que no quería azuzar inquinas que se
entrecruzaban en la posteridad de Borges, más de una vez afirmé: "Borges
me dijo que para morir da lo mismo un sitio que otro. Ginebra no era para él un
destierro. La recordaba siempre con nostalgias. Y qué lujo: tener un amor, y
aun mal de amores, a los ochenta y tantos años". Todo esto es verdad, pero
ahora siento que es quizá una verdad un tanto superficial que en esos momentos
empleaba para defenderme de personas tan interesadas en la satisfacción de sus
aversiones, que parecían no sentir tristeza por la muerte de mi amigo.
Quisiera creer que la muerte de Borges no fue tan desolada
como la imagino. Yo quiero entrañablemente a París, pero sin duda preferiría
morir en Buenos Aires. Todo puede volverse diabólicamente extraño al enfermo
(Silvina, cuando regresó del hospital, no reconocía su casa); de todos modos,
parece que las cosas que lo ayudan a sentirse en un ambiente familiar (en la
acepción de conocido, de siempre) son favorables. No creo que Borges se haya
sentido rodeado de las cosas y de las personas de siempre. Ojalá me
equivoque.
Murió en la compañía de María, en la de Bernès y quizá en la de Bianciotti.
María era su amor, y esto me llevó a decir: "Volvió a los ochenta años,
con su amor, al país de los mejores recuerdos". En realidad, María es una
mujer de idiosincrasia extraña; acusaba a Borges por cualquier motivo; lo
castigaba con silencios (recuérdese que Borges estaba ciego); lo celaba (se
ponía furiosa ante la devoción de los admiradores); se impacientaba con sus
lentitudes. Junto a ella vivía temiendo enojarla. Por lo demás, María era una
persona de tradiciones distintas a las suyas. Borges alguna vez me dijo:
"Uno no puede casarse con alguien que no sabe lo que es un poncho o lo que
es el dulce de leche". En lugar de poncho y dulce de leche podemos poner
infinidad de otras cosas que jamás compartieron María y Borges. Creo que con
María podía sentirse muy solo. A Bernès lo conocía superficialmente, de verlo
en mi casa. En cuanto a Bianciotti, fue siempre para Borges un personaje
ridículo, vanidoso, afectado, afantochado.
Según Silvina, Borges partió a Ginebra y se casó para mostrarse
independiente, como un chico que quiere ser independiente y hace un disparate.
Yo agregaría: "Viajó para mostrarse independiente y, de paso, para no
contrariar a María".
Adolfo Bioy Casares
Borges
Buenos
Aires, Destino, 2006, págs. 1594-1595
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