Del periodismo a la literatura sin olvidar su conciencia social. Es la cuarta mujer en obtener el Premio Cervantes.
Por Jordi Soler
En la microbiografía de su cuenta de Twitter se define a sí misma como “más mexicana que el mole”. Elena nació en París en 1932, es hija de la aristocracia polaca y francesa, y eligió México como país y como el territorio de sus batallas literarias, que tienen como fundamento su vasta labor periodística: ese afán de preguntar, indagar y transmitir la realidad por escrito que fue convirtiéndola en novelista. Con una obra que ha ido cosechando miles de lectores y un montón de premios, Elena nos ha ido explicando, durante décadas, la realidad mexicana, que es también la realidad hispana. Desde Hasta no verte, Jesús mío, pasando por La noche de Tlatelolco, hasta la más reciente Leonora, ha sublimado en la literatura su inquebrantable conciencia social y su compromiso con los más desfavorecidos. En sus libros se adivina siempre su agudo ojo periodístico; que le hayan concedido el Premio Cervantes es una gran noticia, porque su obra es la evidencia de que las novelas son útiles. Son otra forma de contar la realidad.
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