Entre el cuento y el olimpo literario
Javier Marías ingresa en el selecto club de autores publicados en la serie Modern Classics de la editorial británica PenguinEl escritor y académico reúne todos sus relatos en el volumen 'Mala índole. Cuentos aceptados y aceptables'
WINSTON MANRIQUE SABOGAL Madrid 11 OCT 2012 - 00:35 CET
El recibidor en penumbra guarda una muestra de una felicidad “inverosímil”. En el suelo hay varias pilas de libros de donde Javier Marías coge cuatro de ellos, y avanza hacia el salón donde el sol de la tarde entra implacable por el balcón. Se le nota contento, y con estos libros de bolsillo en la mano confiesa: “Tiene algo de inverosimilitud el que yo esté ahora en la colección de clásicos modernos de Penguin. Cuando yo estudiaba en Inglaterra los compraba para leer a escritores como Conrad, Faulkner, Joyce o Virginia Woolf… Es un honor estar ahí”. Luego esboza una sonrisa y dice: “No puedo pensar que ahora sean menos exigentes en la selección de sus autores”, y su risa expresa lo que siente al ser uno de los poquísimos escritores en español que forman parte de esa colección, Modern Classics, junto a Lorca, Borges, Neruda, García Márquez y Octavio Paz.
Las cuatro primeras obras que ha cogido Marías (Madrid, 1951) acaban de salir y Penguin se las ha enviado: Todas las almas (con introducción de John Banville), Corazón tan blanco (con introducción de Jonathan Coe), Mañana en la batalla piensa en mí y El hombre sentimental. Deja los libros sobre la mesa y toma algunas de las pruebas de carátulas de los otros tres títulos que editará Penguin y que le ha enviado para su aprobación: Negra espalda del tiempo, Cuando fui mortal y Vidas escritas.
Y a un “honor” se suma la alegría de ver la portada que harán en primavera en Inglaterra de su última novela: Los enamoramientos, que saldrá también en Noruega y Finlandia, y que conservarán la imagen de la española.
Es uno de los poquísimos escritores en español que forman parte de esa colección, Modern Classics, junto a Lorca, Borges, Neruda, García Márquez y Octavio Paz
Tras el asomo a ese futuro entusiasta, Marías se sienta en el sofá pegado a la pared, justo al borde de donde cae la columna de sol venida del balcón, y habla del presente en el que acaba de publicar una antología que reúne sus dos libros de cuentos. No es cualquier antología. Poco habitual, o tal vez única por el proceso de selección. Él mismo ha dividido sus relatos enAceptados (“De los que aún no me avergüenzo”) y Aceptables (“De los que sí me avergüenzo un poco pero no demasiado”), donde ha incluido el primero, escrito con 14 años, La vida y la muerte de Marcelino Iturriaga. El título completo es Mala índole. Cuentos aceptados y aceptables (Alfaguara) con un total de 30 relatos en los que Marías busca ahorrarle tiempo al lector para que se salte las historias aceptables. Mala índole recupera el título de uno de los cuatro relatos que aparecen en el volumen y que no estaban en ningún libro.
La mayoría de esos cuentos han sido por encargo. Marías, camisa gris remangada y pantalón negro, recuerda que un buen número de obras de pintura y música han surgido por encargo de mecenas o reyes, y en su caso por petición de publicaciones, entre ellas El País Semanal. Este libro es la totalidad de su aportación “al noble género del cuento”, al que no cree que vuelva.
Con un cuento he tenido la sensación de plenitud, que dices: ‘¡Caray, qué maravilla, es algo perfecto!’. A veces, la lectura de un cuento es casi exultante. Algunos te pueden producir una especie de euforia, de algo acabado, perfecto, una obra maestra, algo que en una novela es más difícil conseguir
Un género que le gusta casi más como lector. “Es muy difícil que un autor quede completamente satisfecho de una novela en cuya estructura debe tener altibajos, porque no puede sostener el mismo grado de intensidad todo el tiempo, y sería agotador; debe tener momentos de transición, explicativos o descriptivos o funcionales que den luego paso a esos pasajes más interesantes e intensos”. Le vienen, entonces, las palabras de Juan Benet cuando decía que una novela se justifica por una sola página. “Pero esa página no es nada sin lo que la precede y lo que le sigue”.
Sobre la diferencia entre cuento y novela asegura que la mejor novela del mundo la ha disfrutado mucho, pero con altibajos. “En cambio, con un cuento he tenido la sensación de plenitud, que dices: ‘¡Caray, qué maravilla, es algo perfecto!’. A veces, la lectura de un cuento es casi exultante. Algunos te pueden producir una especie de euforia, de algo acabado, perfecto, una obra maestra, algo que en una novela es más difícil conseguir”.
Mientras continúa compartiendo su entusiasmo por los efectos de los buenos cuentos, Marías saca un cigarrillo y juega con él entre los dedos. Y confiesa sin reparo que tal vez allí se encuentren sus mejores pasajes literarios. Entre sus cuentos favoritos o de los que más orgulloso se siente están Mientras ellas duermen, (una historia que será llevada al cine), Todo mal vuelve, Cuando fui mortal, Lo que dijo el mayordomo y Mala índole. Siguiendo con favoritos, entre los autores de relatos señala a Henry James, Conrad, Kipling y Maupassant. Los 30 relatos de Mala índole “tienen”, afirma, “un elemento de zozobra, algo inquietante, amenazante... perturbador”.
¿Y el cuento de la política y los políticos que suele abordar en sus columnas de opinión? “Son suicidas de los balcones. Como esos turistas extranjeros que hacen balconing” al actuar tan mal. Pero, aun así, reconoce que él es el primer interesado en que ellos se cuiden y no salten de un balcón a otro. “No sé qué más podemos hacer, pero no quiero que los sustituyan por millonarios o técnicos”.
Hoy que se anuncia el premio Nobel de Literatura, Javier Marías cree que lo merecería Alice Munro, que es una gran cuentista canadiense, o el estadounidense Cormac McCarthy. ¿Y Philip Roth? “Me cansa. Su mundo literario no me interesa”.
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