Famosa foto de niña
quemada por napalm en Vietnam
cumple 40 años
Por Por MARGIE MASON | Associated Press – lun, 4 jun 2012Fotos memorables
LA NIÑA VIETNAMITA
QUEMADA POR NAPALM
Al fotógrafo de The Associated Press Huynh Cong
"Nick" Ut sólo le tomó un segundo tomar la icónica foto en blanco y
negro, hace 40 años. Con ella transmitió los horrores de la guerra en Vietnam
mejor que cualquier texto, ayudando a poner fin a una de las guerras más
controversiales en la historia estadounidense.
Pero detrás de esa foto hay una
historia menos conocida. Es la historia de una niñita malherida unida por el
destino con un joven fotógrafo. Un momento capturado en el caos de una guerra
que sería su salvación y camino a una aventura de vida.
"Siempre he querido huir
de ese recuerdo", dijo Kim Phuc, ahora de 49 años. "Pero parece que
la foto no me deja ir".
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Era el 8 de junio de 1972 cuando Phuc escuchó el
grito de un soldado: "¡Tenemos que desalojar este lugar! ¡Bombardearán
aquí y estaremos muertos!".
Segundos después vio las
estelas de las bombas, amarillas y púrpuras, sobrevolando el templo Cao Dai
donde su familia estaba refugiada desde hace tres días, mientras las fuerzas
vietnamitas del norte y sur peleaban por el control de la villa.
La pequeña niña escuchó un estruendo
encima y volteó hacia arriba. Mientras el Skyraider survietnamita planeaba cada
vez más bajo, dejó caer recipientes como huevos.
"¡Ba-boom! ¡Ba-boom!"
El suelo se estremeció y un calor infernal
sofocó la zona mientras un estallido escupió llamas anaranjadas en todas
direcciones.
Las llamas alcanzaron el brazo
izquierdo de Phuc. Su ropa de algodón se derritió al contacto. Los árboles se
convirtieron en ardientes antorchas. Sentía dolor agudo en su piel y músculos.
"Seré fea y ya no seré
normal", pensó mientras rozaba furiosamente con su mano derecha su brazo
quemado. "La gente me verá de forma diferente".
Impactada, salió corriendo por
la Autopista 1 detrás de su hermano mayor. No vio a los periodistas extranjeros
que estaban en la dirección hacia donde ella huía, gritando.
Entonces perdió el
conocimiento.
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Ut, el fotógrafo vietnamita de 21 años que tomó
la foto, llevó a Phuc a un pequeño hospital. Ahí le dijeron que no había nada
que hacer. Pero mostró su insignia de prensa estadounidense y pidió que los
médicos la atendieran y le aseguraran que no la iban a olvidar.
"Lloré cuando la vi
corriendo", dijo Ut, cuyo hermano mayor murió durante una asignación de la
AP en el delta del río Mekong. "Si no la ayudaba, si algo le pasaba y
moría, creo que me hubiera suicidado".
Al regresar a la oficina en
Saigón, reveló su rollo. Cuando salió la imagen de una pequeña niña desnuda,
todos temieron que fuera rechazada por la estricta política de la agencia
contra la desnudez.
Pero el veterano editor de
fotos en Vietnam, Horst Faas, la vio y supo que era una foto extraordinaria.
Argumentó el valor fotográfico de la imagen más allá de otras consideraciones y
ganó.
Un par de días después que la
imagen impactara al mundo, otro periodista encontró que la pequeña niña de
algún modo había sobrevivido al ataque. Christopher Wain, corresponsal de la
televisora británica British Independent Television Network, quien le dio a
Phuc agua de su cantimplora y le roció la espalda que se le quemaba, luchó para
que la transfirieran a la unidad Barsky, operada por estadounidenses. Era la única
instalación en Saigón equipada para atenderle sus severas lesiones.
"No tenía idea de dónde
estaba o qué me había ocurrido", recuerda Phuc. "Desperté y estaba en
el hospital con mucho dolor y las enfermeras estaban a mi alrededor. Desperté
con un terrible temor".
Una tercera parte del pequeño
cuerpo de Phuc recibió quemaduras de tercer grado, aunque su cara de alguna
forma quedó intacta. Con el tiempo la piel quemada comenzó a sanar.
"Todos los días a las 8 de
la mañana, las enfermeras me ponían en la tina de quemados para retirar toda mi
piel muerta", dijo. "Yo sólo lloraba y cuando no soportaba más, me
desmayaba".
Después de múltiples injertos
de piel y cirugías, Phuc finalmente fue dada da alta, 13 meses después del
bombardeo. Ella ha visto la foto de Ut, que para entonces le hizo ganar el
premio Pulitzer, pero ella todavía desconocía el alcance y poder de esa imagen.
Phuc sólo quería irse a casa y
ser una niña otra vez.
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Durante un tiempo, la vida regresó a la
normalidad en cierto modo. La foto fue famosa, pero Phuc fue relativamente una
desconocida, salvo para quienes vivían en su pequeña aldea cerca de la frontera
camboyana. Ut y otros periodistas le hacían visitas ocasionales que cesaron
después del 30 de abril de 1975, cuando las fuerzas comunistas del norte
tomaron el control de Vietnam del Sur, lo que puso fin a la guerra.
La vida bajo el nuevo régimen
fue dura. El tratamiento médico y los analgésicos eran caros y resultaban
difíciles de encontrar para la adolescente, que seguía sufriendo jaquecas y
dolores intensos.
La joven trabajó intensamente y
logró ingresar a la escuela de medicina para buscar su sueño de ser doctora.
Pero todo terminó una vez que los líderes comunistas se percataron del valor
propagandístico de la "niña del napalm" que aparecía en la foto.
Se vio obligada a dejar la
escuela y a volver a su provincia de origen, donde se le hacía participar en
encuentros con periodistas extranjeros. Las visitas eran vigiladas y
controladas. Se le indicaba qué debía declarar.
Sonreía e interpretaba su papel, pero el
descontento comenzaba a consumirla.
"Quería escapar de esa
imagen", dijo. "Fui quemada por el napalm; fui una víctima de la
guerra... pero crecí y me volví otro tipo de víctima".
Se refugió en el Cao Dai, la
religión de Vietnam, en busca de respuestas que no llegaron.
"Mi corazón era
exactamente como una taza de café negro", dijo. "Deseaba haber muerto
en aquel ataque con mi primo, con mis soldados de Vietnam del Sur. Deseaba
haber muerto en aquel tiempo para no sufrir así más... era muy difícil para mí
soportar toda esa carga con aquel odio, ira y amargura".
Un día, al visitar una
biblioteca, Phuc encontró una Biblia. Por vez primera comenzó a creer que había
un plan para su vida.
De pronto, una vez más, la foto
que le había dado aquella fama indeseable, le abrió una oportunidad.
En 1982 viajó a Alemania
Occidental para recibir atención médica con ayuda de un periodista extranjero.
Luego, el primer ministro de Vietnam, conmovido por su historia, hizo los
arreglos para que estudiara en Cuba.
Estuvo al fin libre del
escrutinio público, pero su vida distaba mucho de ser normal. Ut, que trabajaba
entonces en la AP en Los Angeles, viajó para reunirse con ella en 1989, y
encontró que no se le dejaba sola un solo momento. No hubo forma de que él
supiera que ella quería de nuevo su ayuda, desesperadamente.
"Sabía en mis sueños que
un día el tío Ut me ayudaría a tener libertad", dijo Phuc, quien se
refirió a él usando ese término familiar, en una muestra común de afecto de los
vietnamitas. "Pero estaba en Cuba, estaba realmente decepcionada porque no
podía tener contacto con él. No podía hacer nada".
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Cuando estaba en la escuela, Phuc conoció a un
joven vietnamita. Creyó que nadie la querría nunca, debido a las cicatrices que
le cubrían la espalda y un brazo. Pero Bui Huy toan pareció amarla aún más por
esa causa.
Ambos decidieron casarse en
1992 e irse de luna de miel a Moscú. En el vuelo de regreso a Cuba, los recién
casados desertaron durante una escala en Canadá para cargar combustible. La
mujer vietnamita se sintió libre.
Phuc habló con Ut para darle la noticia, y él la
alentó a contar su historia al mundo. Pero Phuc estaba harta de dar entrevistas
y de posar para fotografías.
"Tengo un marido y una
nueva vida, y quiero ser normal, como todos los demás", dijo.
A la postre, la prensa encontró
a Phuc, viviendo en Toronto. La mujer decidió que debía tomar el control de su
propia historia. En 1999 se publicó un libro y se lanzó un documental, tal como
ella quería que se hicieran. Se le pidió ser embajadora de la Buena Voluntad de
ONU para ayudar a las víctimas de la guerra. Desde entonces, se ha reunido con
Ut muchas veces para contar su historia. Incluso viajaron a Londres para conocer
a la reina.
"Hoy estoy feliz de haber
ayudado a Kim", dijo Ut, que sigue trabajando para la AP y que volvió
recientemente a la aldea de Trang Bang. "La llamo mi hija".
Después de cuatro décadas,
Phuc, que tiene ahora cuatro hijos, puede finalmente mirar la foto en que corre
desnuda, y entiende por qué sigue siendo tan poderosa. La salvó, la puso a
prueba y finalmente la liberó.
"La mayoría de la gente
conoce mi foto pero hay muy pocas que conocen mi vida", opinó. "Estoy
muy agradecida de... poder aceptar esta imagen como un regalo poderoso. Es mi
elección. Así puedo trabajar con esto por la paz".
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