domingo, 12 de agosto de 2012

Daryl Hannah / Silvia Hernando

 


La actriz Daryl Hannah, fotografiada en el hotel Los Monteros, en Puerto Banús, el pasado sábado.
La actriz Daryl Hannah, fotografiada en el hotel Los Monteros, en Puerto Banús, el pasado sábado.JAIME D. TRIVIÑO


Una sirena sin miedo a la cárcel

El compromiso con el medio ambiente de la actriz Daryl Hannah no conoce límites Nos lo cuenta en la gala benéfica Starlite, organizada por Antonio Banderas en Marbella


Silvia Hernando

10 de agosto de 2012

Daryl Hannah es un ángel. Qué si no podría pensarse de esa aparición que emerge bajo el sol del mediterráneo, reflejado en sus cabellos dorados y ojos aguamarina, espigada, casi etérea, para la que el tiempo casi (solo casi) parece no haber transcurrido desde aquellos años ochenta de 1, 2, 3… Splash o Magnolias de acero. Aunque para ser un ángel no basta solo con la apariencia. Hacen falta acciones angelicales. Como parte de su cruzada por un mundo más justo, la actriz estadounidense (Chicago, 1960) participó el pasado sábado en la gala marbellí Starlite, una reunión anual y estival de famosos con una misión: recaudar dinero para niños necesitados. Allí, rodeada de celebrities y reencontrada con sus compañeros de reparto en el filme de 1995 Two much –nuestro Antonio Banderas y su Melanie Gri­ffith–,­ recibió el Premio Humanitario Starlite 2012 por su labor de defensa del medio ambiente. “Conozco Starlite a través de Antonio [Banderas] y, realmente, ¿cómo podría no apoyar la causa?”, arranca a la vez que sorbe un humeante capuchino para “despejarse” antes de la fiesta, que comenzaría en unas horas. “Dicen que hay una receta de la felicidad en este mundo, y una parte muy importante es prestar un servicio a tu comunidad”.

“A nadie le gusta ir a prisión. Ni tampoco que le esposen, pero creo que a veces es necesario para lanzar un mensaje”

Lo que dice no es por decir. Sabe de lo que habla. Hace unos años, en 2006, pasó varias horas en la cárcel por hacer una sentada y encadenarse a un nogal en defensa de una granja orgánica en el sur de Los Ángeles. En 2009 volvió a ser arrestada por protestar contra la remoción de la cima de los Apalaches para extraer carbón, y en 2011, por manifestarse frente a la Casa Blanca por un oleoducto. “A nadie le gusta ir a prisión”, se ríe, “ni tampoco que le esposen, pero creo que a veces es necesario para lanzar un mensaje”. La prensa, dice, le ha colgado el sambenito de ecologista. Pero ella se siente más que eso. “Creo que todo está interconectado. Por eso llamo a mi web de información DHlovelife (Daryl Hannah ama la vida), porque si realmente amas la vida, quieres que prospere. Tenemos que ser conscientes de las ramificaciones de nuestros actos”, sostiene, siempre preocupada de que su interlocutora entienda todas las palabras que pronuncia en inglés. “Yo sé hablar un poco de español. Nunca lo he estudiado, pero de algún modo lo he cogido”, comentaba antes, de camino a la sala del hotel de Puerto Banús donde tuvo lugar la entrevista. “Si no conoces alguna palabra, dímela en español”.

Daryl Hannah es un demonio. En Kill Billhizo de sádica asesina a sueldo; en Blade Runner se transformó en una desalmada replicante; en Wall Street fue la novia de un corredor de Bolsa sin escrúpulos. “¿Quién quiere hacer lo mismo todos los días?”, salta de la silla con las cejas levantadas. Hace apenas dos meses ha finalizado su interpretación de una madura jugadora de baloncesto cuyo equipo, que también cuenta entre sus filas con Melanie Griffith y Brooke Shields, decide retar a los campeones nacionales de secundaria. Y en septiembre pondrá rumbo a Londres para grabar una cinta inspirada en una novela gráfica. “La gente me toma por una ingenua, pero yo me veo más como una actriz de carácter. No es que sea un personaje. Soy una actriz”, se ríe.

De su trabajo con los más grandes directores, de Robert Altman a Woody Allen, de Ron Howard a Quentin Tarantino, se queda, ante todo, con las experiencias vividas. “Es genial colaborar con alguien que ama lo que hace y que además es bueno”, dice entre risas. Rodar con el director de Kill Bill, quien la rescató para las portadas tras más de una década de filmes que diluyeron su fama, fue todo menos caótico. A pesar de lo que uno pudiera imaginarse. “Tarantino es el cineasta por antonomasia. Es fantástico, y disfruta muchísimo con el proceso”. Su paso por Holly­wood, sin embargo, no le ha forjado muchas amistades duraderas: solo Griffith se hace valedera de sus alabanzas. “Nuestros caminos se cruzan a menudo. Es una persona muy agradable y cálida, algo que no puedo decir de muchas mujeres que trabajan en mi industria, que no apoyan a otras mujeres, sino que son competitivas”. De sus relaciones más íntimas, entre las que a lo largo de los años han trascendido la que mantuvo con el cantante Jackson Browne y con el hijo del presidente Kennedy, John John, cuenta poco. “Nunca me he casado, pero he tenido relaciones muy largas y estables, que es casi lo mismo”.

"Melanie Griffith es una persona muy agradable y cálida, algo que no puedo decir de muchas mujeres que trabajan en mi industria, que no apoyan a otras mujeres, sino que son competitivas”

Daryl Hannah es, al fin y al cabo, una persona normal. Un día fue una niña que soñaba con los mundos mágicos que emanaban de la pantalla de su televisor. Y muy pronto vio cómo sus fantasías se realizaban. “Empecé a trabajar a los 11 años, aunque no fue hasta los 17 cuando me metí en ello de lleno”, recuerda. Aquejada de insomnio, la joven Daryl veía películas para pasar la noche. “Y empecé a leer sobre Errol Flynn, Judy Garland y todos los actores que veía”. Un libro sobre Garland hablaba de cómo esta tenía un agente y acudía a audiciones. “Me puse a llamar por la cabina del colegio a todos los agentes que aparecían en el listín y después de clase me cogía un autobús para ir a verlos”. A sus padres, claro, no les hizo ni pizca de gracia. “Mi madre me hizo prometerle que solo lo haría de vez en cuando, y sin contárselo a nadie”.

Aunque los años han corrido inexorablemente, Hannah mantiene parte de ese candor infantil. Con su mejor amiga, ha inventado cuatro juegos de mesa, y está trabajando en otro online. “Nos encantan, porque reúnen a la gente físicamente”, sonríe. Esa misma amiga fue quien le llevó de ruta por varios países a bordo de un automóvil de lujo como participante del estrambótico rally anual Gumball 3000. “Solo lo hice una vez, porque ella quería recaudar dinero para concienciar sobre el cáncer de mama entre las jóvenes”, apunta. “Y, por supuesto, no usamos petróleo, así que teníamos que ir buscando el combustible por todos los países”. Cuando regresa a su casa, en las Montañas Rocosas, cuida de los muchos animales de granja con los que convive. Si no, se dedica a “educarse y compartir información” sobre las causas en las que se implica. Ella no es tan superficial como para perder el tiempo en trivialidades. “Mi único comportamiento frívolo consiste en, por ejemplo, hacer lo que hice ayer: ir a la playa y rodar en el fango y en la arena. Nada de discotecas ni cosas de esas”.

STARLITE, CLUB DE MODA

Este verano, la cantera de Nagüeles, a las afueras de Marbella, ha transformado radicalmente su uso. De ser un lugar de donde extraer piedra, ha pasado a ser un espacio que pretende sacar oro a base de bailes, copas y tapas. En este enclave en plena Sierra Blanca se celebró el sábado pasado la gala benéfica Starlite, a la que acudió Hannah, y se erige el Starlite Lounge, un local de 1.700 metros cuadrados abierto en época estival que acoje 'dj's' de renombre y espectáculos de 'burlesque', cabaré y 'drag queens'. Además, tapas y cócteles creados por el superchef Paco Roncero. Hace 30 años, Alfonso Hohenlohe, Julio Iglesias y Plácido Domingo quisieron convertir este entorno natural en un auditorio. Hoy, aquella visión se ha realizado: además de albergar el Lounge, tiene lugar allí el Festival Starlite. Entre el 13 de julio y el 14 de agosto se han visto o se verán caer por la cantera estrellas como Tony Bennet, Christopher Cross o el propio Iglesias.


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