Carilda Oliver |
La vida es luz
Una entrevista con Carilda Oliver Labra
Carilda Oliver Labra llega a los 90 años de edad con asombrosa vitalidad y lucidez, capaz de recordar el mínimo detalle de cualquier acontecimiento del que haya sido protagonista...
De blanco iba vestida en su más reciente tertulia, después confesó a los periodistas que el vestido de tirantes tal vez no era apropiado para su edad; pero como fue regalo de un amigo querido...
Ahora se debatía en la disyuntiva de vestirse de verde o azul en la noche del cinco de julio, víspera de su cumpleaños... pero ella es así.
Carilda Oliver Labra llega a los 90 años de edad con asombrosa vitalidad y lucidez, capaz de recordar el mínimo detalle de cualquier acontecimiento del que haya sido protagonista.
Acomodada en su sillón predilecto, en la casona colonial de la Calzada Tirry 81, sitio que habita desde que contaba con tres años de edad, en Matanzas, Carilda expresa la nostalgia por sus hermanos que abandonaron el país, sus padres que fueron detrás de los nietos, y ella que prefirió “viajar de Cuba para Cuba”, cuando su papá preguntó si le preparaba pasaporte...
Rodeada de sus nueve gatos y de Stalin, el añoso perro que siempre se sienta a sus pies, lamenta que no existan ya en el mercado cintas para máquinas de escribir porque “no soporto las computadoras, prefiero hacer manuscritos, bien tarde en las noches, soy una mujer nocturna”.
La Premio Nacional de Literatura, quien conoció a figuras renombradas de las letras en Iberoamérica, recuerda su breve encuentro con Ernest Hemingway, el escritor norteamericano, su amistad con el poeta español Rafael Alberti y la admiración por Gabriela Mistral.
Con la mirada límpida evoca a Pablo Neruda, quien estuvo sentado “aquí mismo, en ese sillón frente al mío”, el fino humor de Gabriel García Márquez y la bondad de Mario Benedetti, quien le envió todos sus libros, un tiempo después de que compartiera con ella en la amplia casona de patio interior.
No se considera una leyenda, aunque las muchachas con quienes se cruza por la céntrica calle Del Medio la detienen para confesarle que quieren ser como ella...
Cuando habla mueve sus manos finas y a ratos también la cabeza. Su brío lo justifica porque dice “esa es una semilla que no me han podido arrancar, ni los problemas que he tenido, porque he tenido una vida muy dura, aunque no lo parezca.
“Todas las mañanas me despierto y doy gracias al sol. A mí nadie me ha enseñado a vivir, mucha gente me ha enseñado a morir, pero no lo han logrado, eso será cuando Dios quiera...
“Yo creo que la vida es la luz y no concibo que alguien haga algo por quitarle la vida a otro ser humano. La guerra me parece una cosa terrible.
“Siempre tengo mi esperanza... La gente pensará que estoy loca, de todas maneras siempre me han considerado que no ando muy bien y a lo mejor es verdad, entonces bendita sea la locura, si estar demente es estar feliz...”
Las más de dos horas de conversación cordial son imposibles de reflejar en pocas líneas. Pero queda espacio para reconocer que su obra, nacida totalmente en una localidad, alcanza lo universal porque es reflejo de su tiempo, escribir sobre temas contemporáneos constituye el misterio de esta mujer-mito.
- Ahora, casi a los 90 años, ¿cuáles son sus urgencias?
En estos días estoy en los detalles, revisando, para descartar muchas cosas, si dentro de todo va a quedar algo, que sea lo mejor, de acuerdo con mis nuevos conceptos, porque una va cambiando con la edad...
Mi libro preferido es Al sur de mi garganta, por el cariño que le tengo y porque fue mi primer premio; pero hay libros más adelantados, en el orden técnico, escritos con más ternura y amor... cosas más puras...
Quiero que mi obra le sirva de algo a la gente, no de consuelo, no hablo de eso, hablo de ciertas inspiraciones... para entonces hacer una especie de antología, sin pretensiones.
Se detiene en el tiempo, sonríe con picardía, mientras posa sus ojos en los recuerdos de los que vive rodeada.
Es labor de depuración, no de arreglar, sino quitar, es trabajo bueno para el poeta, me conduce... porque las inspiraciones son pocas, porque la vida va dejando lo que pudiéramos decir las grandes palabras, los grandes temas, porque ya el amor no es el de cuando empieza, es cristalizado, profundo, que produce otro tipo de literatura, que puede producir prosa, donde se hable de ese amor...
- De su Canto a Fidel, que en este 2012 cumplió 55 años, refiere: “La visión que tengo, después de tantos años, aparte de ser un líder político, Fidel es líder humanista, científico porque ¿a quién se la ha ocurrido dedicarse en un país a mejorar la medicina para mandar médicos a otros países?
“No se le puede escribir un canto a ese igual que aquel. Es muy difícil escribirle a Fidel, porque no hay los buenos cantos a Fidel, esos están por escribir todavía...
“Fidel, al igual que el Che, son personajes muy difíciles, no es solamente por la heroicidad, sino lo que representan como seres humanos.
“El Canto lo escribí en el momento, por eso es tan juvenil, es el canto de una mujer, de una muchacha, tocando una diana de guerra. Fidel está en el Canto, era el Fidel de entonces, pero que es el mismo que yo conocía de
la Universidad y lo relacionaba con el anterior, además, tenía una aureola extraordinaria... Ahora Fidel no cabe en un Canto...”
Con la caída de la tarde, acompaña a los periodistas hasta la enorme puerta que esconde a un ojo mágico, ante la vista lucía espléndida la Calzada de Tirry...
Carilda, asombrada ante tal panorama, dijo en tono casi lapidario: “El que mira a una palma, nunca se puede ir de Cuba...”
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