martes, 4 de enero de 2011

Richard Price / "Ser un buen dialoguista es un don con el que se nace"

Richard Price
 

Richard Price, escritor y guionista: "Ser un buen dialoguista es un don con el que se nace"

4 de enero de 2011

El escritor parece cansado, nada que no puedan remediar los cruasanes y el café bien cargado que le ponen delante. Con los guiones de The Wire, serie para televisión ambientada en los suburbios de Baltimore que mantiene en vilo al mismísimo Obama, Price alcanzó la condición de semidiós. También dinero y más fama de la que ya tenía. Jamás ha renegado del Bronx, el conflictivo barrio de Nueva York donde nació y pasó buena parte de su vida. Sus modales pueden ser exquisitos si se lo propone. Y sabe seducir, aunque a veces aflora su espíritu barriobajero. Bajo su costra de chico del arroyo, sin embargo, no queda cicatriz alguna. Es inteligente, cínico y un pelín fantasma. Hace tres décadas se zambulló de lleno en la gloria con el guion del filme El color del dinero, dirigida por Martin Scorsese. Era la segunda parte de la genial El buscavidas y contaba, como aquélla, con Paul Newman en el reparto. El galán de los ojos azules, entrado en la sesentena, se comía literalmente a Tom Cruise. Se quedaba además con la chica, la bella Maria Elizabeth Mastrantonio. La revista EPOCA entrevistó a Richard Price.

Su última novela también parece destinada a convertirse en un referente, desde las primeras páginas en que es asesinado un joven camarero. A partir de ese momento comienza un auténtico calvario para el principal sospechoso, sometido a un feroz interrogatorio que lo destroza psicológicamente. Está ambientada en el Lower East Side, principal barrio receptor de inmigrantes de la ciudad de los rascacielos a principios del siglo xx, enclave multicultural y foco de conflictos, y uno de los lugares más pijos de Manhattan en la actualidad.

-¿Aprendió algo en el Bronx que le haya sido de utilidad después?
Me ocurrieron dos cosas que han marcado mi vida e hicieron que me sintiera diferente: una parálisis cerebral y haber vivido en una vivienda social.

-¿Qué es la vida fácil para usted?
La novela trata de cómo Nueva York se reinventa a sí misma de forma ininterrumpida. El título original no significa vida fácil, sino vida abundante. Se refiere a la multiplicidad de planetas que se crean en el Lower East Side, donde conviven inmigrantes ilegales de diversas partes del mundo y europeos privilegiados que nadan en la abundancia.

-¿Prefiere el monólogo o el diálogo?
No le hago ascos a ninguno. Los monólogos me interesan porque son en sí mismos como relatos, como solos instrumentales. El diálogo es como un saxofón o una trompeta que tocan respondiéndose, como el bebop que inmortalizó el gran Charlie Parker.

-¿Prefiere escribir novelas o guiones para cine y televisión?
Novelas, sin dudarlo. En ellas puedo controlar todo el proceso de escritura. En los guiones no se escribe realmente; se está al servicio de lo visual, pero no hay narrativa en el fondo.

-Además de para hablar de su libro, está en Madrid para dar una conferencia. ¿Con qué va a deleitar a los oyentes?
No tengo ni idea, pero puedo darle alguna pista. Creo que las novelas van a vivir para siempre, no necesitan ser reinventadas cada vez que aparezcan nuevos avances de la tecnología.

-El Lower East Side es uno de los principales personajes de su libro, ¿qué tiene de especial ese lugar?
Es el barrio receptor de inmigración más importante de la historia de EE UU. Hace un siglo, los emigrantes que procedían de Europa oriental y del sur se concentraron en ese infierno. Muchos llegaron a ser grandes empresarios o magistrados. En los sesenta y setenta se instaló de nuevo la pobreza, y sus habitantes eran incapaces de salir de aquel agujero. Se convirtió en el lugar más peligroso de Nueva York por culpa de las drogas de todo tipo. A finales de los noventa lo descubrió el sector inmobiliario. Ahora es una especie de Montparnasse, como un gran parque para los jóvenes privilegiados de todo el planeta.

-Usted tiene fama de ser un excelente dialoguista. ¿Dónde aprendió la técnica, en la calle o en alguna escuela?
Es un don con el que se nace. No he sido nunca un gran sprinter, qué se le va a hacer, pero sí un buen dialoguista. Me gusta el diálogo, porque así no tengo que preocuparme de las reglas de la gramática. Y añadiré que no hay mejor escuela que escuchara a la gente.

-¿Cuáles son las causas de la violencia en los barrios marginales de ciudades como Nueva York?
No creo que ahora haya tanta como se piensa. Algunas de sus modalidades son universales, como el resentimiento hacia los inmigrantes que llegan por primera vez. En los barrios pobres, la gente se odia entre sí, especialmente los jóvenes, que ejercen así su virilidad.

-¿Las actitudes violentas son un tubo de escape necesario?
-En todos los lugares donde la gente no sigue un proceso normal de socialización que les permita controlar sus impulsos primarios, diría que sí. Hay tiros, navajazos y puñetazos porque esas personas no tienen referencias en las que apoyarse para superar esas conductas tan agresivas. Y lo más triste es que todo el mundo actúa así. Un día vas paseando por Harlem y ves que un niño se aleja de la madre. Ésta le grita, le insulta de la peor manera. Y eso no ocurre únicamente allí. Creo que es producto de la pobreza, porque la madre creció también en ese ambiente.

-En su novela hay un lúcido análisis de la violencia y sus causas. ¿Una sociedad sin violencia sería un lugar inhabitable?
¡¿Y cómo quiere que lo sepa?! Ésa es una cuestión que le contestaría George Orwell mejor que yo.

-¿La solución sería mayor presencia policial y más represión?
Con más policía las drogas desaparecerían hasta cierto punto, aunque no debe olvidarse que alguna gente las necesita como vía de escape. Por eso seguirán existiendo. La policía puede entrar en barrios como el Lower East Side y arrestar a quienes trapichean con droga. Pero eso es como barrer con escoba sin tener recogedor para la basura. Lo que hacen es trasladarla a otro sitio.

-Al delincuente se le asocia siempre con la dureza. Al universitario, con la delicadeza...
Así piensa un personaje de la novela, pero no sé si es del todo cierto. Los delincuentes proceden por lo general de lugares muy duros. Los universitarios, de sitios mucho más suaves. Yo pasé una parte de mi vida en una vivienda social, rodeado de pobreza y de gente con vidas difíciles, muy trabajadores en su mayoría. Pero la cosa funcionaba. Hoy me gano bien la vida escribiendo, sin necesidad de cometer delitos.

-Cuando la policía interroga a alguien, ¿no le está pidiendo en el fondo que construya una ficción?
Antes de entrevistar a un sujeto, el periodista ya tiene el artículo en su cabeza. Con la policía pasa lo mismo. Decide de antemano, y quiere que la persona interrogada escriba la parte que saben ellos. No preguntan por curiosidad, lo hacen como si quisieran atrapar a alguien. Por lo común, antes de un interrogatorio han hablado con testigos, con gente que conocía a la víctima. Y también con sospechosos. Nunca se adentran por territorios desconocidos, lo que no quiere decir que no puedan equivocarse.

-¿Las autoridades hacen algo por mejorar las condiciones de vida en los barrios de casas pobres ?
Pueden prevenir, pero poco más. En Harlem, donde vivo ahora, hay decenas de bandas de adolescentes. Sólo se pelean, sin practicar una actividad delictiva rentable. La policía los conoce a todos. Si alguien de la banda X es disparado, y saben que lo hizo alguien de la banda Y, acuden a los de la banda X porque saben que están preparando la venganza. “Os conocemos -les dirán- y si ocurre algo, vamos a ir a por vosotros”. Luego van a la banda Y con un cuento parecido. “Sabemos que os estáis preparando para recibir el contraataque. Si les ocurre algo a los de la otra banda, iremos a por vosotros”. La policía puede prevenir el contraataque. Eso es todo.

-¿La mayoría de los asesinos son “estúpidos y egocéntricos”, como piensa el policía ‘Matty’?
Los asesinos no controlan sus impulsos. Son incapaces de pensar más allá del momento. Un chico de 16 años con un arma está tan obsesionado que es incapaz de pensar en la cárcel, la muerte o cualquier otra consecuencia de sus actos. De los 12 a los 18 años, en todo el planeta, todos tienen una enfermedad mental que se llama adolescencia.

-¿Los policías son los buenos y los delincuentes los malos?
Un policía trata con gente de toda clase. Si es inteligente, a la hora de detener a un delincuente pensará: “Si yo hubiera nacido donde él, me habría pasado lo mismo”. Nací y crecí en un barrio marginal, en el seno de una familia trabajadora y no en un agujero de mierda. A partir de ahí, cada uno se ha convertido en una cosa distinta. Todo es cuestión de suerte.

-¿En el momento de escribir le atraen más los policías o los criminales?
Me resulta más fácil escribir sobre la policía. En el Bronx, el barrio donde crecí, mucha gente se hacía policía. Por esa razón los comprendo mejor, aunque no sea uno de ellos. Tampoco soy un delincuente. Lo he intentado, pero nunca he matado a nadie.


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