Bill Bryson |
Las carcajadas de Bill Bryson
Guillermo Altares
25 de enero de 2011
Leer a Bill Bryson en un medio de transporte público plantea un problema grave: sin darse cuenta, uno puede encontrarse soltando una tremenda carcajada o padecer un ataque de risa. Sin ir más lejos, con esta frase empieza su primer libro, The lost continent (El continente perdido): "Vengo de Des Moines. A alguien le tenía que ocurrir". Tampoco está mal el arranque de su ensayo sobre el inglés, Mother tongue: "Más de 300 millones de personas en el mundo hablan inglés y el resto, bueno, parece que lo intenta. Sería caritativo decir que los resultados son a veces irregulares". Con su libro sobre Australia, En las antípodas, es casi imposible dejar de reir. El autor de esta líneas tuvo que padecer las miradas de desconcertados pasajeros cuando soltaba carcajada tras carcajada en un vuelo entre Adelaida y Canberra hasta que mi compañera de fila me dijo tras mirar la cubierta y comprobar que estaba con Bryson: "Es verdad, es un libro muy bueno". Pero qué puede hacer uno cuando lee el siguiente relato de su inesperada etapa en un pequeño pueblo australiano: "¿Hay algún lugar para comer en la ciudad?, pregunté. 'Depende, ¿le gusta comer bien?'. Asentí, pues claro que sí. 'Entonces no', y volvió a su cerveza. 'Pruebe el chino de enfrente', me dijo su compañero. El restaurante chino estaba justo enfrente, como me habían dicho, pero según el aviso de la entrada no tenía permiso para vender alcohol y no me veía con ánimos de soportar comida de un restaurante chino de pueblo sin el consuelo de una cerveza. He viajado lo suficiente para saber que, en general, un chef no se instala en un lugar como Macksville porque haya deseado compartir las sutilezas de 3.500 años de comida Szechuan con ganaderos". RBA está rescatando algunas obras de Bryson, como En las antípodas, y editando otras por primera vez, como Aventuras y desventuras del Chico Centella. En su catálogo también está Una breve historia de casi todo o Shakespeare y At home, un ensayo sobre la vida privada, que editará en septiembre. Sólo un consejo: no se lo pierdan. Nunca se encontrarán con una risa tan instructiva.
Bryson es un escritor único, por su inmensa curiosidad, por la variedad de temas que toca, por su oficio, pero sobre todo por su ironía, por su inmenso sentido del humor que funciona porque muchas veces la primera víctima de sus aceradas bromas es él mismo. Otro ejemplo de su humor, esta vez al describir un bar restaurante de un tren australiano. "Estaba amueblado con mórbidas butacas y una pequeña pero prometedora barra y ofrecía una música íntima pero insistente, basada en una recopilación denominada, imagino, 'Canciones que usted no esperaba volver a oír jamás'. Mientras lo cruzaba sonaba un lúgubre dúo de El fantasma de la ópera".
Aunque se dio a conocer como autor de libros de viajes, este antiguo periodista, nacido en Iowa aunque ha vivido durante muchos años en el Reino Unido, tiene una obra en la que salta de un tema a otro: Shakespeare arranca como un ensayo sobre el autor de Romeo y Julieta partiendo de la base de que no sabemos casi nada de él para convertirse en un relato sobre los tipos que se pasan la vida en los archivos para encontrar una simple referencia, Una breve historia de casi todo es un apasionante libro de divulgación científica, Aventuras y desventuras del Chico Centella un relato nostálgico de la América de los cincuenta y At home, una de sus obras más ambiciosas, que salió en 2010 en el mundo anglosajón, un relato de la vida privada a través de las diferentes habitaciones de una casa del siglo XIX. Pero, en mi caso, reconozco que no puedo evitar volver una y otra vez a sus relatos de viajes.
Son extraordinarios sus libros sobre Estados Unidos (sobre todo The lost continent, sobre la América de las pequeñas ciudades, su primer libro, y A walk in the woods, sobre los Apalaches), el Reino Unido (Notes from a Small Island) o Neither here nor there, que recopila aventuras en varios países Europeos. Pero, si tuviese que escoger uno, reconozco que me quedo con En las antípodas. Desde una visión tan paranoica cómo realista y divertida de Australia, que describe como un lugar lleno de bichos que te pueden matar o comer (tiene las criaturas más venenosas del planeta, desde arañas hasta serpientes, y uno de los depredadores más grandes del mundo, el cocodrilo de agua salada, en constante contacto con el hombre, además de los tiburones, que todos los años se zampan a bañistas), plantea un viaje tronchante, a la veces muy pedestre y cercano, pero también lleno de una erudición que el lector se traga sin problemas porque está siempre recubierta de una brillante y eficaz ironía. No debo seguir adelantando chistes: de verdad, merece la pena, la risa siempre merece la pena y mucho más si la provoca una escritura inteligente y provocadora.
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