Beatriz de Moura
"Mi vida es mi oficio"
Por Santiago La Rotta
El Espectador |13 Sep 2012 - 9:53 pm
Diálogo con Beatriz de Moura, editora de Tusquets y una de las figuras más destacadas de la industria editorial en español.
Beatriz de Moura: editora.
Punto. Un par más de calificativos podrían invocarse para hablar de esta
brasileña de nacimiento que desde 1969 emprendió el camino que conduce a
Tusquets Editores. Leyenda, la llaman algunos. Imprescindible, dicen otros. Una
de las personas que definen el canon actual de la literatura, comenta la
crítica.
Lectora
profesional, por decirlo de alguna forma, De Moura es una mujer curiosa.
Intensamente curiosa, mejor. Una cualidad más que adecuada no sólo para
encontrar nuevas voces y talentos, sino para divisar qué trae de nuevo el
horizonte digital para la industria de los libros: una frontera que cambia
constantemente a un ritmo frenético, revolucionario.
De Moura comenzó su
oficio editorial en Lumen, empresa que dirigió Esther Tusquets, otro de los
referentes imperdibles del oficio, quien falleció este año.
Hay mucha gente que
cree que uno se vuelve editor porque así se sitúa en la posición en la que
tiene poder. Ese es un error craso porque las equivocaciones que cometemos como
editores son de tal calibre, y tan frecuentes, que un escritor se horrorizaría
de poder hacer eso consigo mismo. Nos equivocamos mucho, así como también
arriesgamos. Ese riesgo tiene un atractivo.
La vida te va
llevando, va armando tus preferencias: hay un intercambio entre la experiencia
leída (la experiencia intelectual) y la experiencia vital. Hacer de esto un
bloque coherente es imposible. La vida es tan rica que para qué ser coherente.
¿Cuál es su recuerdo de Esther
Tusquets?
De ella aprendí mucho. No me
quería especialmente, pero yo la admiré mucho. Entiendo que no me quisiera porque
ella era una persona bastante tranquila, muy poco inquieta, y yo era todo lo
contrario. En ese trajín es evidente que chocábamos en varios asuntos. Es una
de las mujeres más inteligentes que he conocido y no ha tenido el fin que se
merecía. Murió muy sola, muy poco atendida, solamente por la familia más
íntima, su hermano sobre todo. Abandonó pronto, demasiado pronto, su trabajo
editorial por razones que hasta hoy han quedado bastante oscuras.
¿Por qué dedicarse a ser editora
y no autora o incluso sólo lectora?
Escribí una novela, hace miles de
años, que fue un error de juventud. Vi clarísimo que no sería escritora. Cuando
leí mi libro resultó ser completamente ajeno y sin interés. Qué horror. Como
siempre, la primera cosa tiene algo de la vida propia del escritor y, bueno, si
te aburres contigo mismo es mejor que lo dejes.
¿Qué ha descubierto de usted a
través de su oficio?
De mí misma... Ay, madre. No lo
sé. Cada vez que me preguntan acerca de mi vida lo que respondo es que mi vida
es mi oficio. Se traslapan. Ahí hay un proceso de realización personal
reflejado en un catálogo que lleva ya 43 años de vida. Ese catálogo es en buena
parte el reflejo de mis gustos, tendencias, incluso de mis actitudes políticas,
de mis odios. Es una visión de vida porque me he dedicado todas las horas del
día, y a veces de la noche, a esta labor.
Hay un texto de Juan Villoro que
propone que los libros encuentran a los lectores. ¿Qué libros la han encontrado
a usted?
Lo que pasa es que hay libros que
me han gustado según las épocas de mi vida. Hay algunos que no volvería a leer,
por ejemplo. Además, como soy editora, no me gusta dar listas de libros.
Tampoco me gustan las listas de grandes críticos que te dan libros
indispensables porque las lecturas se van haciendo con la vida, y al revés.
Cuando me preguntan por mis libros favoritos yo digo que la serie de Tintín
porque eso fue mi infancia; adoraba al personaje y me hubiera gustado ser como
él. Por ahí también está Los viajes de Gulliver.
Eso relativiza la visión absoluta
que se tiene sobre los cánones, por ejemplo...
A los cánones era a lo que me
refería. ¿A quién sirven? ¿Quién quiere tener gurús? En el mundo de la
enseñanza tal vez. Me parece muy bien que los profesores tengan su propio
canon, porque explicarían la literatura de una forma más vital. Separar la
literatura de la vida es un horror.
Usted ha dicho que en este
momento es necesario proteger más al autor...
Siempre, pero más ahora porque
está siendo vilmente pirateado bajo una especie de demagogia fácil de la
libertad de expresión. ¿Queremos acabar con la creación cultural? La piratería
no es divulgación de la cultura. No están haciendo nada porque el trabajo del
escaneo, si bien es algo muy barato, no siempre sale bien. Los libros así son
obras distorsionadas, no siempre salen completas. Lo sé porque nosotros estamos
en ese proceso y en octubre entraremos a vender digital, y legalmente, nuestro
catálogo. Esta plataforma trabaja con Amazon y con Google. El lector sabe que
ahí está la obra completa.
¿Qué ha aprendido de haber
trabajado con una selección de autores tan extensa y variada?
De los verdaderos escritores
siempre aprendo la constancia. Sobre todo una cuestión de vocación. El desafiar
el riesgo de saberse a través de la creación. Y saber que esto no es fácil, que
no supone inmediatamente riqueza y fama y todas esas cosas a las que uno,
quiéralo o no, aspira. Yo descubrí muy pronto que todo esto no se hace de la
noche a la mañana. Es una cuestión vocacional.
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