Clint Eastwood
“Nunca dejo entrar al viejo en casa”
Clint Eastwood acaba de rodar ‘American sniper’ y mañana estrena en España ‘Jersey boys'
ROCÍO AYUSO Los Angeles 3 SEP 2014 - 23:21 CEST
Frank Capra se jubiló a los 64 años. Billy Wilder, unos diez años más tarde y alejado como creador de la calidad alcanzada con sus obras maestras. Y entre sus compañeros de armas, actores nacidos en 1930, hay de todo: retirados como Sean Connery, convalecientes como Gene Hackman o muertos como Steve McQueen. Incluso algunos más jóvenes, como Jack Nicholson, han desaparecido de delante de las cámaras. Entonces, ¿cuál es el secreto de Clint Eastwood? A sus 84 años, la estrella sigue activa como actor, director, productor, músico e incluso político. En esto último es donde más varapalos le han caído a este liberal republicano, siendo muchos los que piensan que chochea y que se le ha ido la cabeza. En el resto de su carrera el que no le halaga admira que un octogenario siga rodando, y no uno sino dos filmes al año como es el caso ahora con Jersey boys (que se estrena mañana en España) y American sniper. “Mi secreto es el mismo desde que en 1959 hice Rawhide: mantenerme ocupado. Nunca dejo que el viejo entre en casa”, cuenta Eastwood a EL PAÍS.
Es cierto que se le nota más frágil: habla para el cuello de su camisa, un ligero vaivén balancea su cuerpo, lleva una barba sin afeitar con canas y claros, y el oído izquierdo se la juega a menudo. Pero aún se nota su poderío, en sus respuestas, en su entorno, comportándose como el rey de los estudios Warner con los que trabaja desde hace décadas mientras sus asistentes te recuerdan que te sientes mejor a su derecha. “Si uno deja de vivir mirando hacia delante no hay otra cosa que echar la vista atrás y eso es caer en la nostalgia”, añade el por siempre recordado como Harry el sucio. Eastwood prefiere dejar la nostalgia para Jersey boys, filme basado en el musical del mismo título que tras recorrer con éxito los escenarios de Broadway y Londres se convierte en una película centrada en la vida de Frankie Valli y su grupo, los Four Seasons. Un musical inusitado en la carrera de Eastwood para el que ha contado prácticamente con el mismo reparto que hizo posible la obra en los teatros.
Un actor que ha dirigido 34 películas
Como cineasta, Clint Eastwood posee un corpus compuesto por grandes títulos:
Infierno de cobardes (1973).
El jinete pálido (1985).
El sargento de hierro (1986).
Bird (1988).
Cazador blanco, corazón negro (1990).
Sin perdón (1992).
Un mundo perfecto (1993).
Los puentes de Madison (1995).
Medianoche en el jardín del bien y del mal(1997).
Space cowboys (2000).
Mystic river (2003).
Million Dollar Baby (2004).
Cartas desde Iwo Jima (2006).
El intercambio (2008).
Grand Torino (2008).
El realizador admite que aunque el grupo cuenta con grandes temas como Can’t take my eyes off you, no es lo que se dice su “tipo de música”, mucho más interesado en el jazz de Charlie Parker o Lester Young que en estos grupos melódicos de antaño o en el pop de los sesenta. “Antes me quedo con el country, cuyas canciones cuentan una historia y te enteras de las letra”, refunfuña acusando la edad alguien que admite haberle dado a la cerveza “cuando el resto experimentaba con las drogas”. Sin embargo, Eastwood es un apasionado de las historias y enJersey boys encontró una buena, el reflejo de una era, la década a caballo entre los años cuarenta y cincuenta, vista no desde los ojos de una estrella sino a través de un grupo de amigos salidos de un barrio obrero de New Jersey. Y el hecho de que fuera un musical no le molestó. Al fin y al cabo, y sin sonar nostálgico, Eastwood reconoce que llevaba años con una espina clavada en su corazón como realizador. “Siempre sentí una envidia sana de Milos Forman porque me habría gustado dirigir Amadeus”,recuerda acerca del filme centrado en la vida del niño prodigio de la música clásica.
Los años de Eastwood tampoco han cambiado su estilo, conocido por rodar solo una toma de cada secuencia. Su aclaración es rápida y su lengua, viperina. “No es siempre una toma. Ruedo todas las que sea necesario para captar el momento como debe de ser. Pero sí es cierto que intento captarlo a la primera. Los demás tendrán sus razones para rodar muchas tomas, entre ellas la falta de confianza en lo que quieren”, apunta. Eastwood lo tiene tan claro que va montando a la vez que filma. Es lo que le permite sobrevivir en esta industria, gracias a unos rodajes rápidos y económicos con los que puede arriesgarse con las historias que le interesan sin temor al fracaso. Y porque se llama Clint Eastwood y lleva diez candidaturas al Oscar de las que ha ganado cuatro estatuillas. Todas ellas después de haber cruzado el umbral de los sesenta.
Tanto Jersey boys como American sniper fueron proyectos que cayeron en sus manos. Del primero no había visto nunca el musical. Del segundo al menos estaba leyendo con interés el libro del seal Chris Kyle, centrado en sus vivencias como francotirador —es considerado por el Ejército estadounidense como su tirador más letal (él llegó a apuntarse 255 muertes de insurgentes iraquíes, 40 en un día; el Pentágono sólo le acreditó 150) y sus enemigos le bautizaron como el Demonio de Ramadi— antes de ser asesinado en 2013 en Estados Unidos, ya retirado, por un soldado al que intentaba ayudar en su reincorporación a la sociedad civil. Un guión muy detallado que reconoce haber sido uno de los más duros que ha rodado últimamente. De nuevo le interesó la historia. “A estas alturas no le tengo miedo a nada”, admite a vuelta de todo. Como mucho tiene en su cabeza el bienestar de su familia y tampoco es miedo, es preocupación. Y poca. Recién separado de su segunda esposa, Dina Eastwood, dice que con tanto cine no ha tenido ni tiempo de disfrutar de su recuperada soltería. Y sobre la prometedora carrera como actor de su hijo Scott Eastwood —fruto de un escarceo amoroso con la azafata Jacelyn Reeves hace 28 años— tampoco tiene mucho que decir. “Solo que me alegro de que le vaya bien porque a su edad yo me consideraba un tipo con suerte simplemente por tener trabajo”, agrega de nuevo dejando que el viejo se apodere de su conversación.
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