jueves, 2 de julio de 2020

Woody Allen vuelve a Nueva York en medio del escándalo




Woody Allen vuelve a Nueva York en medio del escándalo

El cineasta llega al medio centenar de películas. Su relación con la ciudad y el movimiento Me Too.

Leonardo D'Espósito
8 de noviembre de 2019

Es probable que Buenos Aires sea la ciudad que mayor culto le rinde a Woody Allen después de Nueva York, y antes que París. Y es hora de volver a hablar de él por dos noticias. Primero, se estrena su último largo, "Un día lluvioso en Nueva York". Por el otro, es su película número 50, y la veremos antes que en los EE.UU., porque hoy Allen es objeto de polémica dura tras el recrudecimiento de las denuncias por abuso contra su hija Dylan, pero aquí hablemos un poco de cine.
Escenario. Hay dos personas. Uno es Allan Stewart Konigsberg, 84 años, proveniente de una muy trabajadora familia judía de Brooklyn. Otro, Woody Allen, escritor satírico, comediante de stand-up, guionista, actor y, finalmente, cineasta. Ambos tienen en común: aman la ciudad, las ciudades, especialmente Nueva York, que es su molde moderno. No sé si se dieron cuenta, pero aunque hay algunas películas donde se ve campo y algo de verde ("Vicky Cristina Barcelona", por ejemplo), los films de Allen son urbanos.
Son comedias urbanas, de hecho, incluso sus dramas o sus tragedias, porque la ironía y cierta distancia campean en lo más duro. Pero lo que importa es lo urbano: la Ciudad es algo que parece ordenado pero no lo es. Como el personaje Woody: un neurótico enamorado de su propia neurosis. La Ciudad es eso mismo, el reflejo de esa ambivalencia, y donde a veces aparece un destello de violencia, una pequeña felicidad. Por norma, el icono de eso es un beso, que es también una promesa: equilibrar la neurosis.
Nueva York comparte con Allen una doble característica: por un lado, como toda gran ciudad, es cosmopolita. Por el otro, es egocéntrica hasta, a veces, lo provinciano. Es decir: ama ver el mundo pero solo lo hace desde su propio ombligo. Quizás esto explique eso de que los porteños seamos tan “allenescos”, pero dejemos la sociología. La relación de Woody con Nueva York en realidad comienza con "Dos extraños amantes", su película más exitosa y aquella con la que le ganó el Oscar a "La Guerra de las Galaxias". En un alarde de neoyorquez, no fue a recibirlo, porque el Oscar se da (daba) un lunes y ese día él toca el clarinete en un club de jazz.
Un dia de lluvia en Nueva York

En otro alarde de neoyorquez, solo fue a los Oscar en 2002, meses después del 11/S. En "Dos extraños..." cuenta su relación con Diane Keaton (la película se llama Annie Hall, nombre real de Diane) antes de que ella fuera pareja de Al Pacino. Hay una ternura rara ahí, el doble amor por la intelectual Annie y la seudo intelectual NYC (la escena con McLuhan es central), el rechazo por Los Angeles (un poco injusto) y el monólogo de inicio, que es de una amabilidad gigantesca. Pura urbanidad. Después tenemos "Manhattan", que es más famosa quizás por su uso de la música de Gershwin y por el blanco y negro. Es una estilización tanto de la película anterior como de la propia Nueva York y responde a una pregunta esencial: ¿qué tiene de bella la ciudad y cómo se refleja en sus habitantes? En estas dos películas, Diane Keaton es Nueva York, amada y buscada y perdida al mismo tiempo, y siempre inasible.
Amor-odio. En los ochenta, es evidente que Woody no solo encontró el amor con Mia Farrow, aunque eso terminase de un modo terrorífico. Su relación con la ciudad es mucho menos conflictiva. Tanto en "Broadway Danny Rose", donde es un representante de artistas al que un gánster confunde con el amante de su propia amante, o en "Zelig" -una de las obras maestras del realizador- donde recorre la ciudad desde el pasado con un falso documental sobre un tipo que se metamorfosea para agradar a los demás (los efectos especiales son hermosos, incluyendo el celuloide arruinado artificialmente), Nueva York es amable y todavía ingenua, una pura posibilidad amorosa.
Más tarde viene "Hannah y sus hermanas", esa versión anómala de "Tres hermanas" donde Mia Farrow es madre y su marido es infiel y Nueva York es cómplice, siempre cómplice. A lo que siguen dos películas complementarias donde ya no ve a Mia con tanto cariño y, por supuesto, tampoco a Nueva York. "Días de radio" es su Amarcord, un conjunto de recuerdos amorosos de la NYC de los cuarenta, de su infancia. Mia es un personaje episódico, una chica un poco tonta que, por pura casualidad, triunfa en el espectáculo. Raro: aquí también aparece, cantando, Diane Keaton, como al final de "Dos extraños amantes", pero como un pasado brillante.
Woody Allen
"Crímenes y pecados" es desoladora: donde un hombre ( se puede matar impunemente y donde el posible amor de la vida de ese productor televisivo que interpreta Woody -Mia, otra vez- se va con una estrella televisiva mediocre y envarada (Alan Alda). Nueva York, paralelamente, aquí es un laberinto infernal donde todo puede quedar impune. La última película con Mia Farrow, muy cerca de las denuncias y el escándalo, cuando además el asunto Soon Yi era público, fue "Maridos y esposas", donde directamente acusa a Mia de ser una “pasiva agresiva” (se lo dice el personaje de Liam Neeson) y el personaje de Woody tiene un amorío con una estudiante (Juliette Lewis).
Se debe de haber aliviado, a pesar del dolor y las denuncias, porque cuando Mia pasó a la historia apareció "Misterioso Asesinato en Manhattan", ligera y con Diane Keaton jugando a Hitchcock, y después otra visita al pasado con gánsteres artistas y escritores alienados (o mejor, “allenados”), "Disparos sobre Broadway". La ciudad lo volvía a recibir (vean "Poderosa Afrodita"). Pero no. Había que salir de ahí también. Y también era más fácil producir fuera de los EE.UU. y Woody empezó a viajar: quizás "Todos dicen te quiero" era, de algún modo, con su final en París, una manera de decir adiós.
Aquí estamos hoy. Después de ir a París, a Barcelona, a Londres, a Roma, Woody filma "Un día lluvioso en Nueva York". Lo hace con todos los dedos señalándolo, con la acusación de Dylan, que escribió una carta abierta al movimiento MeToo acusando a Allen nuevamente. Para entonces, Thimotée Chalamet, protagonista de "Un día...", ya había pedido disculpas por trabajar con Woody y donó su sueldo a tres ONG que bregan por derechos de las mujeres y minorías sexuales: Time's Up, el LGTB Center de Nueva York y RAINN.
En un mundo que ya no separa obra de artista ni -esto es bastante más grave- realidad de ficción, Allen está en problemas. Y claro, es complicado ponerse de su lado, pero también es complicado ponerse en contra de su obra. 
Harvey Weinstein y Woody Allen.
Me Too. Cuando estalló el escándalo alrededor de Harvey Weinstein, la cacería de depredadores sexuales -que abundan en Hollywood, algo desgraciadamente tradicional- dejó fuera a Woody Allen. Hasta que su hija Dylan, ya adulta, pidió al movimiento que no callara sobre el realizador. El caso sobre la agresión sexual de la que, supuestamente, Allen la había hecho víctima en 1992 cuando tenía siete años, había pasado por los tribunales y el director había salido sin culpa pero destrozado emocionalmente. Siempre adujo que era una venganza de Mia Farrow por el affaire -y luego, matrimonio- con la hija adoptiva de la actriz, Soon Yi Previn. 
Pero una acusación de ese tipo queda en la opinión pública, y lo que Dylan dijo como adulta tiene un peso enorme: es difícil no creerle incluso si su hermano Moses, presente el día del supuesto abuso en la casa, explicó mil veces por qué tal cosa era imposible. Hay algo muy oscuro detrás de todo el asunto, pero no parecen tiempos en los que Hollywood pueda seguir su negocio sin el escrutinio de la opinión pública.

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