jueves, 22 de marzo de 2012

James Baldwin / El verano de Nueva York


Nueva York
Foto de Daniel Acker
James Baldwin
EL VERANO DE NUEVA YORK
Traducción de Luis Echávarri

Y llegó el verano, el verano de Nueva York, que no se parece al verano de ninguna otra parte. El calor y el ruido comenzaron a destruir los nervios y la cordura y las vidas privadas y los amoríos. El aire se llenó con resultados de los partidos de béisbol, malas noticias y canciones melosas; y las calles y los bares con personas hostiles, más hostiles a causa del calor. En esta ciudad no era posible, como le había sido a Eric en París, dar un paseo largo y tranquilo a cualquier hora del día o de la noche, entrar para echar un trago en una taberna, o sentarse para ver pasar a la gente en la acera de un café, pues la media docena de tristes parodias de cafés con mesas en la acera que había en Nueva York no eran para descansar. Era una ciudad sin oasis, entregada por completo, al menos hasta donde podía advertirlo la percepción humana, la búsqueda de dinero; y sus ciudadanos parecían haber perdido enteramente el sentido de su derecho a renovarse. Quienquiera que en Nueva York traba de ejercer ese derecho vivía desterrado en la ciudad, desterrado de la vida que lo rodeaba; y esto, paradójicamente, ejercía el efecto de colocarlo en perpetuo peligro de perder para siempre toda auténtica sensación de sí mismo.



James Baldwin
Otro país
Buenos Aires, Sudamericana, 1976
Pág. 344

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