Patricia Avena Navarro
LA MIRADA DE FLOR GARDUÑO
La fotografía se debe mostrar no solo como una
representación física de un ser o de una cosa. A través de su propia apariencia
debe aportar un cambio a la mirada y a quien la dirige. Su primera conquista es
bien entendido, quien acciona el obturador. Se puede hablar de magia, yo
prefiero hablar de «miradas». Es sobre la infima diferencia de la mirada de un
creador y de la mirada de un aficionado que fundo mi convicción, aún cuando la
magia existe.
La obra fotográfica de Flor Garduño se ha caracterizado por develar ciertas situaciones que de otra manera permanecerían ocultas e inalcanzables. Lo singular, lo poco común, lo que excita la curiosidad, a menudo, ha presidido los discursos sobre la fotografía, pero en « Vestales » - exposición que presenta la galería Thessa Herold -, es la esencia. Penetrando el espacio, el espectador no se encuentra frente a una visión clásica, ni frente a una reflexión excesiva, más bien se encuentra con una relectura estética del cuerpo y de su desnudez.
Las preguntas que plantea Flor Garduño se transmutan en respuestas al origen de la belleza. Misticismo o simple búsqueda, la foto toma una forma irracional de presencia, que la artista revela a través de elementos simples de la vida cotidiana que a veces trasciende. Hay una estrategia común a los encuentros entre esos elementos – flores, plumas, hojas, frutos – y las figuras femeninas que involucra. Lo que a primera vista parece solo circunstancial funciona casi como una meditación que le permite aproximarse al encuentro con una dimensión real del espacio que fotografia.
Es posible
intuir, por la manera en como son tomadas las fotografias, que se han formado a
partir de un gesto intimo, un gesto privado. Ese gesto, permite a Garduño
construir una imagen cargada de sentimiento que le confiere una visión muy
personal del desnudo. Ningún efecto de encuadre exagerado invade la imagen, solo
los contrastes de negros y blancos permiten que trascienda la inmediatez del
cuerpo. Sin privilegiar el detalle, sin efectos especiales, ni flash llamativo
que estalla sobre los rostros. Frente al objetivo, solo los cuerpos desnudos,
que aparentan abandonarse con una total sencillez, dialogan entre sí, a través
del poder sugestivo de la imagen.
El desnudo, pese a la connotación clásica, que se le atribuye a esa palabra, es un sujeto como otros, ni más ni menos académico, ni más ni menos original. Sin embargo, la artista, apropiandose de esa imagen universal, pero de una forma contemporánea, crea una escenificación en donde armonia y rigor plástico dialogan con las femeninas figuras de sutil elegancia. De una estética de extraña e inquietante sensualidad, cada fotografia, en blanco y negro, se abandona a su propia individualidad e invita a una experiencia de inédita contemplación.
El desnudo, pese a la connotación clásica, que se le atribuye a esa palabra, es un sujeto como otros, ni más ni menos académico, ni más ni menos original. Sin embargo, la artista, apropiandose de esa imagen universal, pero de una forma contemporánea, crea una escenificación en donde armonia y rigor plástico dialogan con las femeninas figuras de sutil elegancia. De una estética de extraña e inquietante sensualidad, cada fotografia, en blanco y negro, se abandona a su propia individualidad e invita a una experiencia de inédita contemplación.
Como Julia
Margaret Cameron, pionera de la fotografía desde los primeros tiempos, las
mujeres, por su naturaleza humana, por su condición en la sociedad, han
propuesto un punto de vista diferente sobre el mundo. Flor Garduño, induce al
espectador hacia una fotografia moderna, de nuestro tiempo, alimentada de
múltiples referencias que han atravesado los siglos.
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