El comisario Adamsberg, o cuando la intuición es una maldición
BIOGRAFÍA
CECILIA JAN25 OCT 2013 - 00:32 COT
En contra de mi costumbre, llegué a Fred Vargas y al comisario Adamsberg por el final. Un regalo, El Ejército Furioso (Siruela, 2011, traducción de Anne-Hélène Suárez Girard) me descubrió a un nuevo detective, esta vez francés, con un estilo completamente distinto a mis favoritos, Harry Bosch y Salvo Montalbano. Una historia muy atrayente, que enfrenta a un policía que resuelve casos gracias a una intuición fuera de lo normal con una leyenda de la Edad Media sobre una horda de caballeros zombis que recorren los bosques de Normandía llevándose a malhechores hasta ahora impunes...
Después de este primer contacto con Vargas, que me entusiasmó, tuve que empezar, manías mías, por el principio. La autora francesa tiene dos series de literatura negra. La protagonizada por Jean-Baptiste Adamsberg tiene, por el momento, siete novelas, dos novelas gráficas y un tomo con tres relatos cortos. La otra colección es la conocida como la de los tres evangelistas, que reúne a tres jóvenes historiadores que resuelven casos en parte gracias a sus conocimientos académicos.
Personalmente, me gusta más el comisario Adamsberg; quizá porque no consigo conectar con los tres detectives aficionados que son Marc, Lucien y Mathias. Sus razonamientos me resultan un tanto artificiosos, las conversaciones demasiado teóricas, algo de lo que también adolece el primer Adamsberg, el de El hombre de los círculos azules. Por fortuna, este problema se va atenuando en las siguientes novelas, que ganan en complejidad y profundidad, y sin caer normalmente en la acción trepidante, atrapan y hacen que uno no pueda dejar de leer.
Las historias tienen argumentos originales, y muchas veces rescatan leyendas o historias medievales, en los que se nota el poso cultural y la formación de la autora, cuyo nombre real es Frédérique Audoin-Rouzeau (París, 1957). Historiadora y arqueozoóloga especializada en huesos de animales de la Edad Media, ramas en las que también ha publicado obras científicas con su nombre real, es hija del escritor surrealista Philippe Audoin y hermana gemela de la pintora Jo Vargas. Ambas tomaron el apellido del personaje de Ava Gardner en La condesa descalza.
En El hombre de los círculos azules, salvando ese exceso filosófico antes mencionado, el argumento -la aparición de distintos objetos absurdos en las calles de la capital rodeados por círculos azules de tiza que a nuestro protagonista le hacen anticipar algo más grave-, sirve de excusa para presentar a un Adamsberg recién llegado a París desde su Bajo Pirineo natal. Un comisario de 45 años, precedido por su fama de resolver asesinatos, aunque ni él mismo sabe muy bien cómo lo hace. "No pegas ni golpe, Adamsberg", le decían con irritación sus colegas antes de llegar a París. "Estás ahí, vagando, soñando, mirando a la pared, haces dibujitos deprisa y corriendo sobre las rodillas, como si poseyeras ciencia infusa y tuvieras la vida ante ti, y luego, un día, te presentas, lánguido y amable, y dices: 'Hay que detener al cura, ha estrangulado al niño para que no hable".
En realidad, Adamsberg tiene un don que a la vez es su maldición. Una intuición que hace que muchas veces sepa de antemano lo que la gente va a decir, que hace que pocos le sorprendan, lo que le lleva a un profundo hastío. Una capacidad de reconocer "cuando algo no funciona en alguien", explica él mismo al inspector favorito de su nuevo equipo, Adrien Danglard. Reconoce al mirar y hablar con los sospechosos la crueldad necesaria para matar: "Es una supuración, y yo, a veces, la veo rezumar".
El comisario intuitivo y de maneras suaves choca, pero a la vez se complementa, con el racional y enciclopédico Danglard. Un personaje que me resulta entrañable por su situación personal. Suele estar borracho todas las tardes, quizás para superar el abandono de su mujer, que le dejó al cargo de sus dos pares de mellizos y años después le trajo a un niño más, de otro padre, porque dónde iba a estar mejor que con sus hermanos. Danglard les cuida, o ellos le cuidan, y cuando está perdido en un caso, celebran cónclaves familiares para poner en común las pistas e hipótesis.
Otro atractivo de los libros de Adamsberg, algunos de los cuales tienen adaptaciones en cine o televisión, son sus excéntricos secundarios, como la oceanógrafa Mathilde Forestier, que en tierra firme se dedica a seguir gente al azar, Violette Retancourt, una enorme teniente que ha hecho de la protección del comisario su razón de ser, el teniente Veyrenc, con su pelo atigrado y su habla en verso, o el viejo marino bretón Joss Le Guern, convertido en pregonero de los secretos de los parisinos a cambio de 5 francos por noticia.
Adamsberg no es un amante del buen comer, como Montalbano, o del jazz, como Bosch, de hecho, la comida, la ropa, los muebles de su casa, le resultan indiferentes. Es pequeño, delgado pero sólido, con un cuerpo que algunos describen como "asilvestrado", incosciente de su atractivo entre las mujeres pese a su descuido al vestir, pese a su cara, un rostro que parece la mezcla de 60 caras que hubieran chocado entre sí, con una nariz demasiado grande, la boca torcida aunque sensual, los ojos borrosos y caídos, los huesos del maxilar inferior demasiado evidentes... Aunque algo debe sospechar, a la vista de su facilidad para llevárselas a la cama.
No es un hombre apasionado en sus aficiones ni gustos, quizás solo en su relación intermitente con Camille, un antiguo amor que reaparece, primero en la memoria y luego en los sucesivos libros. De hecho, coprotagoniza el segundo adamsberg, El hombre del revés, la investigación sobre la aparición de una fiera asesina y posible hombre lobo en los Pirineos, donde se presenta en profundidad a esta joven libre, compositora de música y fontanera (¡!) que mantiene con el comisario a lo largo de los años un ni contigo ni sin ti. Después de este reencuentro, sigue presente en la siguiente novela, la muy recomendable Huye rápido, vete lejos, aunque con algún avatar que pone de relieve lo atípico de su relación. Aparece también, aunque para disgusto de Adamsberg en plan "colega" en La tercera virgen, una historia con monjas decapitadoras del siglo XVIII, ángeles de la muerte y asesinas disociadas en el que Vargas hace gala de más sentido del humor y que atrapa pese a algunos giros increíbles en el argumento, que acabo de terminar en una improbable conjunción astral en mi vida con hijos pequeños.
Es recomendable leer a Adamsberg en cierto orden, porque en sucesivos libros iremos conociendo aspectos del pasado y su familia en las montañas, de su relación con Camille e incluso surgirá un lado oscuro que lo martiriza. En este sentido, es clave Bajo los vientos de Neptuno, donde el comisario se reencuentra con un fantasma de su juventud, un asesino que se le ha escapado durante 30 años, y que nos dará algunas pistas sobre su actual carácter. En el limbo de los libros comprados y no leídos, solo me queda Un lugar incierto. Cuanto más escribo más ganas tengo de seguir leyendo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario