Una catástrofe llamada Petro
Por María Isabel Rueda |
María Isabel Rueda
No solo la Bogotá de Petro no ha avanzado un ápice en nada, sino que viene retrocediendo en infraestructura, empleo, movilidad, construcción, el derecho del acceso al agua, y ahora lo hará en aseo.
Así él sostenga tácticamente lo contrario, los bogotanos nos hemos mostrado en extremo tolerantes con el alcalde Petro.
Venimos soslayando sus improvisaciones, sus fracasos, sus contradicciones, sus impuntualidades, su intolerancia, sus reversas, sus rarezas y su extraordinaria ineptitud. Los ciudadanos cargamos un sentimiento de culpa con los reinsertados. Hasta los elegimos para cargos que les quedan grandes. Pero todos queremos que el experimento Petro funcione, no solo por el bien de la ciudad, sino para que la guerrilla aún no desmovilizada vea que tiene un espacio en la institucionalidad para cambiar las cosas. Por eso mismo, las Farc deben estar aterradas con Petro: si él es la muestra que tenemos a mano de lo que un exguerrillero puede hacer cuando llega al poder, ¿cómo esperan las Farc que los colombianos encontremos comprensibles sus protestas armadas contra la ineficacia del Estado, una de las principales banderas de su rebeldía?
También han sido notoriamente mansos ante la catástrofe Petro los medios de comunicación. Eso se debe, en buena parte, a que el Alcalde cuenta con un presupuesto de 80.000 millones anuales, ahora centralizados en la ETB, a manos de un tal Mr. Pizza que puso ahí de gerente, para comprar propaganda. Algunos medios prefieren la pauta a la ciudad. Y después critican a Pacific Rubiales...
Pero ha llegado la hora de enfrentarnos con la verdad. No solo la Bogotá de Petro no ha avanzado un ápice en nada, sino que viene retrocediendo en infraestructura, empleo, movilidad, construcción, el derecho del acceso al agua, y ahora lo hará en aseo.
Petro ha empoderado a un controvertido personajillo que funge de gerente de la Empresa de Acueducto (¿será cierto que hace diabluras con un cuñado de Petro?) como instrumentador del atentado de dejar sin agua a Cundinamarca para forzar la construcción de vivienda en el centro ampliado de la ciudad, como le gusta hacer a Petro las cosas: a las malas, estilo dictador.
Y así como a la ETB Petro la convertirá en central de medios, al Acueducto en recolector de basuras. Si no se les aplica a estos planes otra de las reversas a las que nos tiene acostumbrada esta administración, la ciudad se verá abocada a una emergencia sanitaria que la devolverá a las aciagas épocas en que la basura, manejada por la Edis, no se recogía en Bogotá.
¿Qué sentido tiene que al tiempo en que se aumenta su planta en 122 personas, se le quite a la Uaesp la principal función para la cual se creó, como es la recolección de basuras, para trasladársela al Acueducto, que maneja un servicio absolutamente distinto? El contralor de Bogotá, doctor Diego Ardila, tiene una pista: la Uaesp puede hacer contratación directa hasta por 255 millones de pesos. El Acueducto, que no se rige por la ley 80, puede en cambio hacer contratación a dedo por valor de miles de millones. ¿Eso les dice algo? Y si la compra directa de los camiones de la nueva Edis por parte del Acueducto se llega a enredar por la premura, Petro ya ha salido a dar una orden conocida: "exprópiese". Se expropiarán los camiones de basura de los contratistas privados, porque dizque son de la ciudad. No porque lo diga la ley, sino porque lo dice Petro. Ya la Procuraduría ha salido a advertir que estos planes son ilegales, y el Contralor de la ciudad viene solicitando, infructuosamente, que le muestren los estudios ante esta absoluta falta de planeación.
Y todavía no hemos dimensionado la catástrofe de la caída de la construcción de vivienda en Bogotá. Como se me acabó el espacio, les quedo debiendo esta explicación para la semana entrante. Y otra igualmente delicada: la de cómo la decisión de Petro de rebajar las tarifas del TransMilenio, que era para los pobres, terminó enriqueciendo más a los ricos operadores de los buses. Aguántense hasta el domingo entrante, porque sé que suena inverosímil.
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