PARÍS, 1962
19 de julio
Ni luz un sombra. Una inocencia total.
22 de julio
Pequeños suicidios silenciosos. Extraño haber caído tan al fondo después de tantas precauciones. Se caminó toda la noche a tientas: no se lloró; no se gimió; ni siquiera se respiró todo lo que se necesitaba. Pero te descubrieron igual. Como si nada.
25 de julio
Esta creencia mía de que escribiendo veré una señal, algo con qué seguir. Nostalgia pura, en estado de pureza apremiante. El viento feroz, la cueva de arpías que me remite a mi llamada de cada día.
3 de agosto
Hablar yo ya no puedo. Esta condena a un único alimento mágico.
31 de julio
Alguien muere de sed y no bebe porque no le viene la idea de unir el acto de beber al sentimiento de la sed.
9 de agosto
Vértigos. Sensaciones de muerte inminente. ¿Culpa de B.? ¿Culpa de mi educación?
“La culpa está en la lila que no florece.”
7 de septiembre. St. Tropez
Esta voz aferrada a las consonantes. Este cuidar de que ninguna letra quede sin enunciar. Hablas literalmente. No obstante, se te comprende mal. Es como si la perfecta precisión de tu lenguaje revelara en cada palabra un caos que se vuelve más evidente en la medida en que te esfuerzas por ser comprendida.
18 de septiembre
Ubicuidad de su rostro. Lo veo en todos los lugares que no frecuento. Una sola señal de su rostro y me iré al lugar de las desapariciones.
19 de septiembre
Ahora sería la hora de andar a solas en amistad con mi delirio.
28 de septiembre
Escribir un solo libro en prosa en vez de poemas o fragmentos. Un libro o una morada en donde guarecerme.
23 de octubre
De niña yo sonreía, yo aprobaba. Mi memoria vela el cadáver de la que fui. Voz de la violada alzándose en la medianoche. A pesar de mis cualidades de humorista digo que un infancia ultrajada merece el más grande silencio.
11 de noviembre
Sueño. Me dijeron: despierta porque pronto será tarde para abrir los ojos. Quien vea lo que verás no retorna al lugar de los despiertos.
Yo dije: tengo que descender al último fondo.
Me arrastraron a un ámbito negro. Todo empezó a dolerme con un dolor nuevo. En mitad de la asfixia hice cálculos; serenamente comparé la vigilia y el sueño y dije: Háganme doler si así lo quieren. Yo tengo que descender hasta el último fondo.
29 de diciembre
Cambio de color de papel, de color de tinta. Escribo llorando. Escribo riendo. Escribo contra el frío y el miedo. En vano escribo. El silencio me ha corroído: quedan algunos poemas como huesos de muerto que cincelo en mis noches miedosas. Se ha perdido el significado de la palabra más obvia. Y aún escribo, aún me precipito con urgencia a narrar estados de asombro y de ira. Una levísima presión, un nuevo reconocimiento de lo que te acaba y ya no escribirás. Estamos a pocos pasos de una eternidad de silencio.
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