jueves, 29 de junio de 2023

53 razones por las que quiero a Georges Perec



Georges Perec


53 razones por las que quiero a Georges Perec


Kim Nguyen Baraldi
6 de marzo de 2020

1. Es el escritor por excelencia de los proyectos en marcha: está lleno de salidas de ninguna llegada podrá desmentir nunca.

2. Porque multiplicó las instrucciones de uso, enriqueciendo así nuestra manera de leer, de pasear, de mirar. Cualquier línea suya genera ideas y da trabajo a sus agradecidos lectores.

  1. Porque descubrí París, esa perpetua tentación, a través de sus libros.

  1. Porque Perec era incapaz de decir si el final de su novela Las cosas era feliz o triste.

  1. Porque, en los años sesenta, no escribió sobre la sociedad de consumo a la manera de Debord o Muray, quienes no mostraban ningún amor por aquella época. En Perec, la crítica nunca va desligada de una profunda fascinación. De ahí su ambigüedad, de ahí su valor.

  1. Porque, como escribió Emmanuel Carrère, Las cosas es –después de La educación sentimental– “el gran poema de esa particular clase de humillación: la certeza de ser, hagamos lo que hagamos, desesperadamente como todo el mundo”.

  1. Porque no puedo evitar soltar unas buenas carcajadas al recordar cómo, en ¿Qué pequeño ciclomotor de manillar cromado en el fondo del patio?, ese grupo de amigos grillados decide partirle el brazo a uno de ellos, para ahorrarle el mal trago de morir en la guerra de Argelia.

  1. Porque Perec escribió una novela que se asoma peligrosamente al vacío, en la que un estudiante se despierta un día, no con el cuerpo de un insecto, sino con la extraña resolución de abandonarlo todo y retirarse del mundo.

  1. Porque nunca me gustaron las autobiografías hasta que leí W o el recuerdo de la infancia.

  1. Porque escribió una novela en forma de puzle con la que uno siempre quiere jugar.

  1. Porque escribió una novela en forma de inmueble donde uno quisiera vivir.

  1. Porque en ese inmueble vivió un arqueólogo tan confiado en las leyendas que acabó por suicidarse. Y un decorador que tuvo que demoler la cocina de la que tan orgulloso estaba. Y un sinfín de otras historias, conmovedoras o caprichosas, cómicas o trágicas.

  1. Porque dio con ese fabuloso título: La vida instrucciones de uso.

  1. Porque no puso coma, ni punto y coma, ni dos puntos, entre “la vida” y las “instrucciones de uso”.

  1. Porque el “cahier des charges” de La vida instrucciones de uso es la cocina mejor equipada de la historia de la literatura. Perec estaba muy loco.

  1. Porque cada libro siempre es distinto del anterior. Cada libro es una nueva fiesta.

  1. Porque Italo Calvino tenía razón cuando dijo que Perec era un escritor radicalmente distinto a cualquier otro.

  1. Porque Perec soñaba con beber ron encontrado en el fondo del océano en un galeón hundido del siglo XVII, como el Capitán Haddock en El tesoro de Rackham el Rojo.

  1. Porque su obra me despertó al hecho de mi propia perspicacia, me hizo “recobrar algo del asombro que podían experimentar Julio Verne o sus lectores frente a un aparato capaz de reproducir y de transportar los sonidos”.

  1. Porque en él hay un niño que nunca llegó a crecer, y que conserva una mirada sin prejuicios ni jerarquías hacia las cosas. “Abre bien los ojos, mira”, dice el epígrafe de La vida instrucciones de uso.

  1. Porque cultiva la manía de las preguntas elementales. ¿Qué hay debajo de su papel tapiz? ¿Cuántos gestos son necesarios para marcar un número de teléfono? ¿Por qué los autobuses van de tal sitio a tal otro? ¿Qué pasa cuando no pasa nada?

  1. Porque, como dijo Juan Tallón, hay alfombras, o vasos sobre una mesa auxiliar, que pueden adquirir la condición de epopeyas.

  1. Porque le encantaba jugar: puzzles, crucigramas, juego de go, escondite, acertijos, criptogramas, palíndromos, anagramas, etcétera. Perec puso a escritor y lector en pie de igualdad: “escribir es un juego que se juega entre dos”.

  1. Porque Perec nos convierte en otro lector.

  1. Porque me descubrió esa gran aventura llamada OULIPO y la literatura bajo restricciones.

  1. Porque todas las restricciones que escogió Perec no solo eran de lenguaje sino de vida. Ya lo dijo su amigo el escritor Harry Mathews: las restricciones utilizadas eran una especie de acceso al inconsciente mucho más eficiente que cualquier escritura automática.

  1. Porque el hokusai Perec fue el gran renovador de lo que él mismo denominó como “escritura citacional”, es decir, el uso de citas ajenas como motor de creación.

  1. Porque tomaba, sin miedo, frases prestadas de Flaubert, Stendhal, Diderot, Proust, Melville, Kafka, Joyce, Antelme, Lowry, Borges, Lamartine, Rimbaud y las utilizaba como punto de partida para sus propios hallazgos.

  1. Porque fue capaz de listar todos los alimentos líquidos y sólidos que engulló en el transcurso del año mil novecientos setenta y cuatro.

  1. Porque, en Me acuerdo, decidió excluir los recuerdos personales y los recuerdos importantes, e inclinarse, en cambio, por lo colectivo, lo banal, lo insignificante.

  1. Porque Perec pidió a su editor que agregara unas páginas en blanco al final del libro para que el lector pudiera ensayar con sus propios me acuerdo y contribuir así a una enumeración infinita y siempre renovada.

  1. Porque, en Tentativa de agotar un lugar parisino, casi logra lo imposible: elaborar la enumeración definitiva, perfecta, sin etcéteras.

  1. Porque en una foto de 1938, en la que aparece en brazos de su madre Cyrla, Perec todavía conserva la mirada confiada de aquel que se siente al resguardo de la Historia, con su gran hacha.

  1. Porque su obsesión por lo exhaustivo, por enumerar todo, por saturar el espacio, es la imagen invertida de lo que más le atormenta: la falta, la ausencia, la orfandad.

  1. Porque la obra de Perec es la expresión más perfecta de la desaparición.

  1. Porque la ausencia de la letra E en la novela lipogramática La disparition es todo menos gratuita.

  1. Porque, en calidad de huérfano de la Segunda Guerra Mundial, separado de padres y tradición, le costó años asimilar su judaísmo. Ellis Island nos enseña que uno puede ser algo sin serlo, es decir, por defecto.

  1. Porque la rue Vilin.

  1. Porque su obra es uno de los testimonios más desgarradores de la Shoah, no por la demostración del dolor, sino por el exceso de pudor.

  1. Porque su obra es una lucha trágica contra el olvido. “Escribir: intentar meticulosamente retener algo, hacer sobrevivir algo”.

  1. Porque, a pesar de todo, Perec comunica felicidad al lector. Mucha felicidad. Quien arriesga su vida piensa generalmente en términos de vida, y no de muerte.

  1. Porque durante años me dormí escuchando su voz: “Mabillon 19 de mayo de 1978. Son las diez menos veinte. El tiempo es lluvioso. El tráfico es fluido…” Era la grabación que hizo en mayo de 1978 para la emisora France Culture y que tomó el nombre de Tentative de descriptions de choses vues au carrefour Mabillon .

  1. Porque, al igual que Serge Valène, en su voz había “algo que se parecería a la comprensión, a cierta dulzura, a una alegría teñida de nostalgia”.

  1. Porque cuando acabé de leer su biografía, escrita por David Bellos, estuve abatido durante días. El libro acaba con su muerte prematura por cáncer; y después de setecientas páginas viviendo con él, fue como perder a un hermano.

  1. Porque gastaba continuamente bromas tontas, como simular que se pellizcaba el dedo al cerrar la puerta del coche. “¡Ay!”, gritaba.

  1. Porque Italo Calvino lo amaba. Y Patrick Modiano. Y Enrique Vila-Matas.

  1. Porque Roberto Bolaño un día soñó que cuidaba a un pequeño Georges Perec de tres años, que lo tomaba en brazos, le compraba golosinas y libros para pintar. “No sirvo para nada, pero serviré para cuidarte, nadie te hará daño, nadie intentará matarte.”

  1. Porque incluía a sus amigos en todos sus procesos creativos. “La amistad ha sido mi gran pasión”, anotó en una ocasión.

  1. Porque, cuando el pintor Pierre Getzler no conseguía exponer en ningún sitio, Perec transformó su apartamento de la rue du Bac en una improvisada galería de arte.

  1. Porque Perec no cerraba con llave la puerta de su apartamento de la calle Quatrefages para que sus amigos pudiesen entrar cuando quisieran.

  1. Porque su obra nos enseña a no ofuscarnos con el resultado, que suele ser siempre el mismo, un fracaso garantizado, sino a disfrutar del camino, el intermezzo, las digresiones que postergan el final.

  1. Porque buscó a un tiempo lo eterno y lo efímero.

  1. Porque yo también quiero esperar, en la place Clichy, a que la lluvia deje de caer.


LETRAS LIBRES


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