Cormac McCarthy, escritor de cine
Ridley Scott dirige 'El consejero', una película de personajes duros y diálogos poderosos
El guion es del gran novelista estadounidense
Carlos Boyero
28 de noviembre de 2013
La escritura de Cormac McCarthy puede situarse a una altura artística similar a la de Faulkner y Fitzgerald. Y que yo sepa, nunca había escrito guiones hasta El consejero. Ignoro si responde a un encargo o lo ha hecho por iniciativa propia, si Hollywood le hizo una oferta que no pudo rechazar, o si pensaba que a su obra le faltaba escribir un guion para el cine. En cualquier caso, supone un acontecimiento que el autor de novelas tan extraordinarias como Meridiano de sangre, Todos los hermosos caballos, No es país para viejos y La carretera firme un guion que otro señor va a contar en imágenes.
Aparco la lectura de El consejero hasta que haya visto la película. Porque soy mal lector de guiones, y para no sentirme condicionado al ver la película. La dirige Ridley Scott, señor que además de haber creado tres obras maestras como Los duelistas, Alien, el octavo pasajero y Blade runner, siempre merece atención inicial. Y los personajes son duros y sofisticados, los diálogos poderosos (tal vez demasiado, no sé si en la vida real se te ocurren continuamente preguntas y respuestas tan inteligentes), las situaciones que atraviesan intrigan, y es muy atractivo ver juntos a gente con tanta presencia y capacidad de seducción como Fassbender, Pitt, Bardem, Penélope Cruz y Cameron Diaz. Esta última, llena de tatuajes y con un diente de oro, protagoniza una insólita y retorcida secuencia erótica que evidencia tanta profesionalidad como sensualidad. Interesa la trama, palpas la violencia subterránea o explícita, sabes que va ser muy chungo el destino de esa gente movida por la codicia o el amor, enfangada en negocios sórdidos cuyo fracaso se paga con torturas y muertes especialmente atroces, es creíble esa atmósfera turbia en la que como en toda la obra de Mc Carthy está flotando el mal, en nombre del dinero, el poder, o exclusivamente del placer que proporciona, siempre triunfante, rehuyendo cualquier desenlace que consuele al aterrado lector.
No hay desperdicio en las conversaciones que establecen los personajes. Puede establecerse un diálogo filosófico en torno a un diamante entre el sabio vendedor de Ámsterdam y el nuevo rico que quiere ofrecérselo a su novia como prueba suprema de amor. O las explicaciones sobre los riesgos y los mecanismos del oficio que ofrecen los profesionales del narcotráfico a los que se inician temerariamente en el, buscando el gran pelotazo y una vida opulenta a perpetuidad. Esas voces (solo en versión original), esas personalidades, lo que hacen y lo que dicen, poseen fuerza expresiva. El consejero proporciona entretenimiento de altura.
EL PAÍS
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