De la formación del Illusion, ya solo quedaba el vocalista, que empezó a volverse loco probando a diversos músicos. Entre los nuevos guns figuraban el guitarrista Robin Finck (Nine Inch Nails), el bajista Tommy Stinson (The Replacements) e incluso Brian May, de Queen, que llegó a tocar la guitarra en algún ensayo. En una entrevista a MTV en 1999, el “dictador” del grupo llegó a afirmar que, en medio de las sesiones, había regrabado el Appetite For Destruction al completo con la nueva banda.
Entre el elenco de productores, comenzó a trabajar con Youth (U2, The Verve) en una primera fase. Después lo hizo con Moby, Mike Clink, Eric Caudieux y, el definitivo, Sean Beavan. A mediados del año 2000 parecía que, por fin, había un disco terminado y que se iba a titular, jocosamente, 2000 Intentions. Pero ahí ya se produjo la debacle. Rose contrató a Roy Thomas Baker, productor de Queen, quien convenció al vocalista para grabarlo todo de nuevo. El batería Frank Ferrer fue sustituido por otro llamado Brain, y le obligaron a que reprodujese las mismas notas tal cual las había registrado el batería anterior (¡transcritas en un teleprompter como el que usan los presentadores de televisión!). Además, se produjo otro cambio importante en el seno de la banda: Finck se volvió con Nine Inch Nails y lo reemplazó Buckethead (Cabezacubo), un excéntrico guitarrista así denominado porque llevaba siempre una máscara y un sombrero con un cubo de Kentucky Fried Chicken.
No solo surgieron algunas leyendas delirantes, como la de que Buckethead era Slash disfrazado, sino también anécdotas como la siguiente: en un momento en que estaba especialmente harto del caótico proceso de grabación, el guitarrista amenazó con dejar la banda. Tom Zutaut, el hombre que descubrió a los Guns N’ Roses, acababa de ser contratado por la compañía para que les ayudara a finalizar el álbum. Y se le ocurrió convencer a Buckethead instalando un gallinero gigante en el estudio, con paja, alambre y pollos de goma. Ahí solo podían entrar él y los ingenieros asistentes cuando necesitasen ajustar los micrófonos. Sin embargo, el músico no solo utilizó el gallinero para tocar la guitarra, sino también para ver películas de porno duro. Según Zutaut, en una ocasión, uno de los perros de Axl defecó en su interior, pero Buckethead insistió en que no lo limpiasen porque le gustaba su olor. A los tres días, les resultó tan espantoso al personal de estudio que lo quitaron todo de allí, ante el enfado del guitarra.
Habemus título
En 2001, el nombre tentativo del álbum ya era Chinese Democracy, y así se bautizó la gira que comenzó entonces la banda. Un tour desastroso con conciertos retrasados por encima de lo admisible o directamente cancelados. Dos años después, la discográfica que estaba pagando todo aquello, Geffen, se plantó ante el gasto excesivo que le estaba suponiendo la grabación del disco. En aquel momento, ya se hablaba de Chinese Democracy como el álbum más caro de la historia: 13 millones de euros de 2004.
Acabó viendo la luz el 22 de noviembre de 2008. La banda grabó 50 canciones, de las que se incluyeron 14 en la versión definitiva. En los créditos aparecieron 17 músicos, 10 productores e ingenieros de sonido y 29 asistentes. Vendió un millón de discos en Europa y otro millón en EE UU, lo que se consideró un fiasco comercial, muy por debajo de las expectativas. El Chinese Democracy Tour duró diez años, de 2001 a 2011 y, según declaraciones de un agente de seguridad, tenía órdenes de no dejar entrar en los conciertos a quien llevase camisetas de Slash. Como gran broma final, el disco se prohibió en China por considerar que el título era una crítica a su régimen político.
En cuanto a su contenido, fue recibido con disparidad de opiniones, aunque predominaron las negativas. César Martín, en cambio, lo defiende a su manera: “Axl se convirtió básicamente en la Norma Desmond del rock. Si ves a Gloria Swanson en la película El crepúsculo de los dioses, ¡ese era Axl a finales de los noventa, lo cual me pareció maravilloso, no lo voy a negar! Me gusta mucho esa etapa suya. Fue un despropósito absoluto, porque el disco terminó publicándose cuando ya casi nadie compraba música… Si lo hubiese lanzado unos años antes, habría vendido mucho más. Pero a mí me encanta Chinese Democracy. Es amorfo, extraño, ¡y maravilloso! Aunque lo considero una obra en solitario de Axl, no un disco de Guns N’Roses”.
“Conozco personalmente a Tommy Stinson, y me dijo que, entre Jimmy Lovine, presidente de la discográfica, y el productor Roy Thomas Baker se cargaron el disco”, apunta Anchel Solana. “Cuando el sello les cerró el grifo, en 2004, lanzó el álbum Greatest Hits, que intentaron parar por todos los medios Axl, Slash y Duff por separado. La recopilación fue un enorme éxito, es uno de los discos más vendidos de este siglo, pero, en ese mismo momento, Chinese Democracy ya estaba muerto. Es un disco que debió salir como tarde en 2001, en 2008 ya no tenía ningún sentido. Aún así, es un buen trabajo de Axl”.
Para Mariano Muniesa, sin embargo, era “un álbum de retales deslavazado, pretendidamente moderno sin conseguirlo y flojo, muy flojo en todos los aspectos”. Alicia Rodríguez también lo considera una obra menor: “No soy fan de las texturas electrónicas e industriales que incorpora. Creo que la larga espera le perjudicó, porque, si tardas tanto y no sacas la obra maestra que los fans esperan, va a decepcionar irremediablemente. Además, tiene un sonido tan diferente a los discos anteriores que a quienes amamos la espontaneidad de sus inicios nos dejó tibios”, argumenta la periodista.
Nunca digas nunca jamás
Las diferencias entre Axl y Slash parecían tan irreconciliables como las de, pongamos, Morrissey y Johnny Marr, de The Smiths. En 2009, en una entrevista en la revista especializada Billboard, el vocalista declaró: “Lo que está claro es que uno de los dos morirá antes de que se produzca una reunión”. Tres años después, preguntado por lo mismo, dijo: “No sucederá en esta vida”. En 2016, se tragó sus palabras y se anunció una gira de reunión bautizada como Not In This Lifetime… Tour (o sea, “Nunca en la vida” en inglés), con Slash y Duff McKagan de nuevo en la formación, y un repertorio de grandes éxitos... sin prácticamente ninguna canción de Chinese Democracy. La gira fue un éxito, se convirtió en la segunda que más dinero recaudó de la historia (solo les superó el 360º Tour de U2) y siguió hasta el año pasado. Ese ha sido el largo germen de la posible vuelta al estudio de los tres carismáticos miembros originales.
Pero, ¿ha recuperado Guns N’ Roses algo de aquella grandeza inicial o se parece ahora más bien a una banda tributo a sí misma? “¿Qué grupo no es eso en la actualidad?”, concede Anchel Solana. “¡Si hasta gente mucho más joven como The Strokes, enormes fans de Guns N’ Roses, por cierto, ya son un absoluto acto de nostalgia!”. “Axl es un tipo muy hábil y sabe que necesita a Slash, que para mí es el 50% del grupo”, apunta Alicia Rodríguez. “Yo conozco pocas bandas con la capacidad de entrega en directo de los Guns y se me ocurren muchísimas otras que sí que se han convertido en tributos de sí mismas y a las que, sin embargo, se les mete menos cera que a ellos. Se les pueden criticar cosas, pero siempre cumplen lo que prometen: conciertos de rock en estado salvaje, sin ningún trasfondo social o filosófico en sus canciones, ni falta que les hace”.
Para César Martín, “hoy en día, Guns N’Roses ofrecen conciertos muy profesionales y muy disfrutables, pero esto ya no tienen nada que ver con la banda que nos volvió locos en otra época. En su día fueron una banda peligrosa, salvaje, y ahora son simplemente entertainers. Es como ir a ver a los Eagles o a Fleetwood Mac, ese tipo de experiencia: grupos legendarios que tocan sus clásicos en estadios. La gente paga fortunas por entradas para zonas especiales de cada estadio y toda esa mierda que, en mi opinión, nada tiene que ver con el rock. Pero siempre me gustará ver a Axl en escena con Duff y Slash. Eso no va a cambiar”.
“Ellos recuperaron para el rock una actitud y un sentimiento de rebeldía, inconformismo y macarrismo en un primer momento sincero, genuino y crudo que se plasmó a la perfección en su primer álbum. Demostraron que el rock tenía que seguir molestando a las mentalidades conservadoras, tenía que ser rebelde, no acomodaticio, no convencional. Ese es el mejor legado que dejaron, y entiendo que sigue vivo, aunque no se note”, concluye Mariano Muniesa.
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