sábado, 26 de febrero de 2011

La historia que se repite

 

Laëtitia Perrais

La historia se repite



José María Mena
26 de febrero de 2011

En enero de 2011 llenó de escalofríos a los franceses la noticia de que en Pornic, cerca de Nantes, desapareció Laëtitia Perrais, de 18 años. Días después, en las aguas de un estanque, aparecieron sus extremidades y su cabeza. Ha sido arrestado como presunto autor del crimen Tony M., de 31 años, con 15 antecedentes penales, uno de ellos por la violación de otro detenido por los mismos hechos. Al parecer ha confesado la muerte, pero se niega a declarar sobre el paradero del resto del cuerpo. El presidente de la República, que es presidente del Consejo Superior de la Magistratura, no ha formulado institucionalmente ninguna propuesta de reforma del sistema penal, que permanecerá inalterado. Se ha pronunciado a título individual, de protagonismo mediático, cargando sobre los jueces la situación de libertad del presunto criminal. Los jueces franceses se han declarado en huelga.

No cabe hacer populismo a costa del dolor de las víctimas. Las leyes deben nacer solamente de la serenidad


Ya lo dijo don Carlos Marx en su 18 Brumario. La historia se repite, primero como drama, luego como farsa. Y así, este horrible crimen nos trae a la memoria otros similares acaecidos en España. En enero de 2009, conmovió a la opinión pública la violación y el asesinato en Sevilla de Marta del Castillo, de 18 años, cuyo cuerpo, posiblemente arrojado a las aguas del Guadalquivir, aún no ha aparecido. Un año antes, en enero de 2008, se había producido en Huelva el crimen de Mari Luz, de cinco años, cuyo cuerpo apareció mes y medio después en una charca. El criminal, con antecedentes penales, estaba en libertad a causa de posibles disfunciones judiciales que determinaron una sanción disciplinaria leve al juez. Los jueces españoles se declararon en huelga.

En marzo de 2007, en Barcelona, un condenado por múltiples violaciones estaba a punto de cumplir su larga condena, y salir en libertad con un pronóstico explícito y alarmante de reincidencia que llenó de estupor a la opinión pública. Razonablemente se desencadenó el debate jurídico y mediático. Por entonces, en Francia, acontecimientos similares dieron lugar a que el presidente de la República se pronunciara a favor de aumentar la severidad represiva mediante la propuesta, también a título individual, de protagonismo mediático, de lo que denominó la "castración química". Esta propuesta resultó jurídicamente inviable. Tras el incidente, el sistema penal permaneció inalterado.

La reacción institucional catalana, en los acontecimientos de 2007, fue mejor. Nadie criticó a los jueces por la obligatoria excarcelación. Nadie trató de obtener ventaja política personal. Se procuró canalizar una solución serena, y para el futuro, formulando una propuesta de reforma legislativa. Y tres años después, en junio de 2010, esta propuesta fue acogida en la reforma del Código Penal, fragmentaria, y sin el incremento de recursos imprescindibles para su aplicación efectiva. Otra vez, el complejo sistema penal, que es mucho más que los jueces, permanece, entre nosotros también, inalterado.

Esta es la segunda fase de la repetición de la historia. Los dramas se repiten, con la insoportable carga de sufrimientos para las víctimas y sus allegados. Pero la sensación de que les acompaña la farsa no puede ser evitada. Tomando la palabra farsa en su significado académico menos hiriente, como "enredo para aparentar", es razonable que muchos ciudadanos puedan entender que las instituciones, aquí o en el país vecino, escenifican un enredo para aparentar que se aborda la solución de un problema angustioso, y que este permanece inalterado.

Tiene carácter de enredo el gesto de aparentar que se dispone de soluciones que impliquen "riesgo cero". Porque esto es imposible. Tiene carácter de enredo derivar la responsabilidad del fracaso, o la ineficacia, del complejo sistema penal, a los jueces, porque ellos no son los causantes de los crímenes. Tiene carácter de enredo el afán de hacer populismo a costa del dolor de las víctimas y del inevitable afán vindicativo de sus allegados, porque las leyes tienen que nacer solamente de la serenidad. Por todo ello, la repetición del drama de las víctimas, en la escena del sistema penal, difícilmente puede escapar al viejo augurio de don Carlos.

José María Mena es exfiscal superior de Cataluña.

* Este artículo apareció en la edición impresa del 0026, 26 de febrero de 2011


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