miércoles, 6 de junio de 2012

Philip Roth / Un guerrero de la escritura

Philip Roth

Philip Roth

Un guerrero de la escritura

"Sus primeras novelas ya le proporcionaron notoriedad, sobre todo por su desenfadado tratamiento de la sexualidad"


JOSÉ MARÍA GUELBENZU
Madrid 6 JUN 2012 - 12:59 COT

La narrativa judeonorteamericana se funda en dos escritores de primera magnitud: Isaac Bashevis Singer, que proviene de, y escribe en la, tradición de la literatura yiddish, de carácter centroeuropeo, e integra ésta en la literatura norteamericana, y Henry Roth, que en su gran novela Llámalo sueño cuenta la historia de un chico inmigrante en conflicto con dos lenguas. De ellos arranca una de las mejores generaciones de novelistas que ha habido en los Estados Unidos: la que forman Norman Mailer, Saul Bellow, Bernard Malamud y Philip Roth, el benjamín del grupo. Si los dos padres fundadores se ocuparon sobre todo del problema de la inmigración judía, sus seguidores convirtieron al judío protagonista de sus obras en un hombre moderno e integrado, al que Leslie Fiedler denominó “el metropolitano en casa, aunque más experto en la indignidad que en la amenidad de la vida urbana”. Todos ellos fueron formidables creadores, pero Philip Roth, que se incorporó muy joven, ha sido el más tardío en llegar a la cima de sus posibilidades.
Sus primeras novelas ya le proporcionaron notoriedad, sobre todo por su desenfadado tratamiento de la sexualidad: Goodbye Columbus y El lamento de Portnoy; sin embargo en ellas ya aparece con claridad su actitud de testigo moral de la vida americana. La sexualidad y las complicadas relaciones amorosas estarán siempre presentes en su obra. A partir de un momento crea el personaje de Nathan Zuckerman, una especie de álter ego que aparecerá en otras seis novelas y que culmina en la soberbia La visita al maestro (The ghost writer), donde el protagonista se encuentra con otro escritor, E. I. Lonoff, una suerte del padre espiritual, maestro y mentor al que acaba despojando de su amor, Amy Bellete. En toda esta primera parte de su obra, Philip Roth se muestra como un intelectual judío liberado de las ataduras de la religión, que contempla el hundimiento del sueño americano.
En 1995, Roth obtiene el National Book Award con su obra El teatro de Sabbath,una epopeya tragicómica que cuenta la historia de Mickey Sabbath, un viejo rijoso y disparatado que pone todo su mundo patas arriba. Y, a partir de este momento, como tocado por una especie de gracia, pasa de ser un excelente escritor a crear una serie casi ininterrumpida de obras maestras. La mejor de todas ellas es Pastoral Americana, que trata el tema de la incomprensión del mundo centrado en un padre para el que el América está bien hecha y una hija rebelde que lo niega: el personaje de El sueco es uno de los más grandes que ha dado la novela norteamericana. A este libro le siguen Me casé con un comunista y La mancha humana. Despide a Zuckerman con otra obra excepcional: Sale el espectro. Continúa su análisis de la sociedad americana con una obra de estricta ficción, La conjura contra América. Poco a poco, la vejez le hace volver sobre el sentido de la muerte y el decaimiento de la sexualidad. La sensación que producen sus últimas obras es la de un hombre que escribe para no desfallecer; son piezas más cortas, dos de ellas impresionantes: Indignación y Némesis. Es uno de los últimos grandes escritores realistas, un maestro de la novela que morirá al pie de la escritura, como un guerrero.

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