martes, 19 de septiembre de 2017

Margaret Atwood es un superhéroe

Margaret Atwood
Poster de T.A.


Margaret Atwood es un superhéroe

La vieja escritora entrañable se presenta como amante de las plantas y los bichos


LUCÍA LIJTMAER
17 AGO 2017 - 17:00 COT


Para cuando esto se publique, en plena serpiente de verano va, es posible que Donald Trump haya congelado ya las cuentas bancarias de las mujeres estadounidenses. Quién sabe, entra dentro de lo plausible que ellas estén viajando en desvencijados coches rumbo a Canadá.
De ser así, allí las espera con los brazos abiertos Margaret Atwood, creadora de El cuento de la criada, la distopía más celebrada de los últimos tiempos gracias a la serie producida y protagonizada por Elisabeth Moss. Nota mental: de tu movida con la cienciología, querida Elisabeth, ya hablaremos otro día, YA HABLAREMOS.
Digresiones aparte, ahí está Atwood, al otro lado de la frontera, con su sonrisa socarrona, sus ricitos grises. Allí está la vieja escritora entrañable, que conocemos por las innumerables entrevistas, que se presenta como amante de las plantas, los bichos y creadora de la más aterradora ficción especulativa que narra cómo acabaremos con nuestro mundo en tres simples pasos. ¿A que sí?
Sí. Esa es la imagen que tenemos de la afamada escritora canadiense. Al fin y al cabo, es mucho más sencillo que Atwood sea esa viejecita, y no algo más. Ah, pero ella es mucho más.
Margaret Atwood nos ha ido dando pistas de lo que es. Las señales estaban ahí para quien quisiera verlas. Primero estuvieron sus referencias a la moda, la cultura popular y los grandes clásicos en sus primeros libros (La mujer comestible, Alias GraceResurgir). Más próxima en el tiempo apareció una Atwood fan de Twitter, Juego de Tronos y los zombis. Y en medio de toda esta anécdota, sus máximas: estamos destruyendo el planeta (El año del diluvioOryx y Crake), el capitalismo es el mal (Por último, el corazón; MaddAddam) y las mujeres acabarán especialmente mal paradas en el futuro que nos espera —que por cierto, es aterrador en general, en todas sus novelas—.
Así, podríamos haber entendido a Margaret Atwood como una especie de profeta sobre la tierra. Una profeta con unos intereses culturales a ratos peculiares, pero que la hacían simpática, de la misma manera que Albert Einstein nos resultaba simpático sacando la lengua para la cámara.
Pero, ¿y si en realidad hubiera un mensaje oculto? ¿Y si Margaret nos estuviera queriendo decir algo más? La respuesta, como suele pasar con los profetas, estaba en las escrituras: en concreto en In Other Worlds, el ensayo de Atwood sobre la mitología, el género fantasy y la ciencia-ficción. En él, la escritora dedica un importante espacio a relatar al superhéroe escindido por excelencia: Batman. Más allá de su Batmóvil lleno de gadgets, su ¿peculiar? relación con Robin y con las mujeres gatunas, Atwood recupera de Batman la primordial sensación de que el superhéroe responde a “qué sería de nosotros si tuviéramos máscaras y capas y pudiéramos corretear por ahí tranquilamente bajo el precepto delirante de que nadie sabe realmente quienes somos”.
Margaret nos quiere decir algo. De hecho, Margaret nos dice algo más. Batman es, para Margaret, “un personaje de cómic que lleva una vida dividida y dedicada a la batalla entre el bien y el mal”. Exactamente como ella misma.
Sí. Se ha escrito mucho sobre la cuenta de Twitter de Margaret Atwood, la fascinación de la novelista con Daenerys Targaryen, y su inusitada popularidad gracias a las series que llevan a la pantalla sus libros (primero El cuento de la criada y próximamente Alias Grace). Pero va siendo hora de que revelemos la verdad. Lo que nos confiesa Margaret es lo siguiente: la viejecita entrañable no AMA a Batman. La viejecita entrañable ES Batman.
Si el disfraz o álter ego de Batman es el huérfano y poderoso Bruce Wayne, la imagen pública de Atwood es una amigable escritora canadiense. Pero Atwood es Batman, o Batman es Atwood.
Ahora que Trump, un presidente salido de un reality —¡un clarísimo Joker!— lidera Gotham con psicótica mano dura, es hora de proyectar la cara enmascarada de Margaret Atwood sobre la luna. Porque puede que Bruce Wayne tenga un coche, pero solo Atwood tendrá el relato, su verdadero poder, ese que conforma en realidad su Atwoodmóvil. Ah, Batman. Bendito sea el fruto, sí. Bendito sea el fruto.

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