Juan Carlos Onetti |
Antonio Muñoz Molina
"ME MARCÓ DESDE SIEMPRE"
Por Juana Libedinsky
Dicen que cuando Faulkner murió, en su pueblo natal de Oxford, Mississippi, en el profundo Sur americano, las vidrieras de los negocios pusieron un cartel que decía: "En memoria de William Faulkner este negocio estará cerrado desde las 2.00 hasta las 2.15 pm, julio 7 de 1962". "Es decir, ¡quince minutos sin ganar un mísero cent!" escribió Juan Carlos Onetti, para agregar: "El muerto no podría imaginar un homenaje mayor y más sacrificado que éste de los pequeños gold diggers de su país".
Faulkner, eternamente admirado en personalidad y obra por Onetti, ya había aclarado que buscaba ser "el único individuo del mundo que no hubiera dejado huellas de su pasado". Y como su gran maestro, Onetti era tremendamente desdeñoso de cualquier clase de honores.
"Por eso", aclara Antonio Muñoz Molina, "hay que tener mucho cuidado sobre cómo se homenajea a Onetti: ¡es la antítesis del homenajeable!".
Aún así, el escritor español, ex director del Instituto Cervantes en Nueva York, miembro de la Real Academia y también conocido faulkneriano tiene un "año Onetti" muy intenso: acaba de dar una gran conferencia de "Invitación a Juan Carlos Onetti" en el Centro de Arte Moderno de Madrid; viajará a Montevideo para participar de las celebraciones del centenario del nacimiento del escritor uruguayo; y espera terminar el libro sobre el autor de Juntacadáveres que viene escribiendo desde hace años.
Autor de la introducción a varias de las novelas de Onetti y, más recientemente, de la que acompaña una compilación de sus cuentos ("después de 20 años, éstos me siguen intoxicando y sigo siendo ferozmente sensible a sus efectos", declaró) Muñoz Molina, en las palabras de Dolly Onetti, "adoraba" al maestro uruguayo, y no puede hablar de Onetti sin que una gran sonrisa ilumine su rostro.
"Gracias por hacerme hablar de algo que me gusta tanto", aclara, por si fuera necesario, durante el encuentro en un viejo café madrileño. Sin embargo, Muñoz Molina, autor de novelas como El viento de la luna, Beatus Ille y El jinete polaco sobre la región imaginaria de Mágina (que muchos han señalado como un paralelo a la Santa María de Onetti), es consciente de que la difusión del nombre de su admirado autor es restringida, aún en su tierra natal, donde no hay plazas o calles que se llamen Onetti, como sí ocurre en España. "Tengo mi teoría: Onetti tiene algo que es como un antídoto al oficialismo. Es muy difícil convertirlo en un artista oficial de nada. Es como si segregara algo que rechaza el ser parte del establishment, tanto en su literatura como en su vida. El otro día, en una charla sobre Onetti que di aquí en Madrid, dije que Onetti es un escritor que nunca habla a la multitud, sino a la persona. Hay, en cambio, poetas o escritores que hablan como con megáfono. Recuerdo cuando el poeta soviético Yevtushenko fue a dar un recital a Granada, acostumbrado a dar recitales de poesía en grandes estadios, no lograba el tono intimista. García Márquez también habla para las masas. Onetti exige lo privado, íntimo".
En otra de sus conferencias sobre Onetti, esta vez en la Casa de América, Muñoz Molina fue más allá. "Onetti nos mostró que era posible escribir de cosas terribles y poéticas en voz baja, en un tono menor" , dijo. "Aportó a la literatura española y latinoamericana un tono especial para decir las cosas, una posibilidad de escribir sin la retórica tradicional de los autores españoles o la apoteósica y explosiva manera de los latinoamericanos".
"Esto no quiere decir que no tuviera posiciones políticas claras", advierte. "Leyendo sus artículos se nota que era profundamente progresista, entendiendo progresismo como una simpatía profunda y radical hacia pobres y débiles, hacia quienes están en el margen".
Muñoz Molina, quien dijo que los cuentos de Onetti "tienen una pureza constructiva comparable a la de Borges y además una furia moral enorme " lo recuerda como un hombre muy de izquierda, "pero de una izquierda muy particular, no ortodoxa tipo Benedetti".
"Toda su obra"-continúa-" lo transmite, así como una simpatía por la República española. Cuando estuve con él recuerdo que me sorprendió su radicalismo verbal. Por ejemplo, lo definió a Franco como enano sangriento. No hay mejor manera de definir a Franco, lo que ocurre es que como vivió muchos años, hay gente que lo recuerda como un abuelo, pero era un ser sangriento. Eso sí, la escritura de Onetti no es ideológica: no puede serlo porque es demasiado verdadera".
UNA OBRA MUY ORGÁNICA.
-¿Por qué Onetti no es muy leído? ¿Por ser considerado demasiado difícil?
-Muchos escritores no son para las grandes masas, pero eso depende de la casualidad. En un mundo tan global como este, las cosas se difunden como en un contagio vírico que no tiene nada que ver con la calidad. Y hay libros que no son fáciles que de pronto tienen una difusión enorme. El tema, la dificultad respecto a Onetti es que tiene que ser leído con mucho cuidado. Es una obra muy orgánica, cualquier elemento tiene una conexión con todos los elementos en ella. Si tú lees La casa verde o Cien años de soledad o Pedro Páramo, tú no necesitas nada fuera de esos libros para entenderlos plenamente. Ahora, si tú vas a El astillero y no sabes que forma parte de una especie de constelación en la cual está Juntacadáveres, en la cual hay referencias que aparecen en La vida breve, o Dejemos hablar al viento, y en los cuentos, no estoy seguro de que los puedas disfrutar plenamente. Onetti te exige una lectura muy intensa, de los cinco sentidos.
-¿Por ejemplo?
-En La vida breve, casi al final, llegan unas personas al reservado de un restaurante y están hablando. Claro, tú estás con ellos porque son los protagonistas, pero de pronto oyen en la habitación de al lado a otras personas. Eso es como en la vida real, aquí estamos hablando pero oímos a este señor que está a la izquierda tomando un café, pero este señor no es parte de nuestra vida, tiene su vida, y lo que él dice no lo comprendemos por falta de contexto. En el libro, eso que se escucha en la otra habitación tiene que ver con el prostíbulo que va a salir en Juntacadáveres muchos años después. Pero sólo después de haber leído Juntacadáveres estás en condición de reconocer y entender al personaje que habla en la habitación de al lado. Toda la obra de Onetti forma parte de un mundo que él fue creando y que parecería haber tenido en la cabeza desde el principio, un poco como Balzac, como Faulkner. No es lo mismo leer La vida breve aisladamente que conociendo otras historias de Onetti porque unas historias explican a otras, te van llevando a ellas.
-¿Tiene algún libro favorito?
-La respuesta tiene que ver con lo que decía antes, es muy difícil elegir una sola obra por su organicidad. Sólo puedo decir que, a mi juicio, los libros más completos son El astillero y Los adioses. Pero los cuentos, por ejemplo, son fundamentales… insisto, es imposible elegir uno.
-Hay quienes opinan que El astillero es una metáfora del decadentismo uruguayo. Otros, que refiere a un decadentismo más de corte argentino.
-Puedo equivocarme, pero creo que para un lector de ahora mismo, El Astillero es una fábula tan extraterritorial como El Castillo, de Kafka. Eso le da su fuerza tremenda.
VARGAS LLOSA SOBRE ONETTI.
-¿Qué pasó con el libro sobre Onetti que estaba escribiendo?
-Se me metieron varias novelas entre medio. Ahora estoy bastante optimista, así que espero tener el libro listo para fin de año. Yo tomo muchas notas a mano, gran parte del libro ya está, pero manuscrito en un cuaderno. Se trata de un ensayo literario confesional, una tentativa de lectura de la obra de Onetti en conexión con su vida y época. También es una reflexión sobre la creación literaria y sobre cómo mi propia creación literaria ha sido influida por él y por la literatura de América Latina. No sé, es una especie de libro muy raro…
-¿Ya leyó el que escribió Vargas Llosa?
-No lo he leído todavía. Yo estuve con Vargas Llosa hace dos años, en Bard College al Norte del Estado de Nueva York y hablamos mucho de Onetti. Incluso estábamos con unos americanos e hicimos mucho proselitismo. A veces pienso que la idea de hacer el libro le salió de aquellas conversaciones, porque estábamos los dos muy entusiasmados, pero él me tomó ventaja. ¿Vargas sale mucho en el libro? En el libro mío yo no salgo, salvo como lector. Es que somos escritores demasiado distintos…
-Usted dice que ha hecho proselitismo a favor de Onetti, ¿se puede hacer algo para que Onetti se lea más?
-El año pasado estuve en Cartagena de Indias en una celebración, más bien una mega-glorificación, de García Márquez, con mucha palabrería oficial. Los colombianos son muy narcisistas con el idioma español, con lo bien que hablan español, y se estaba haciendo mucha demagogia sobre la necesidad de defender al español del inglés. Cuando me tocó hablar, dije que el enemigo del español no era el inglés sino la pobreza. Esto es lo mismo. ¿Qué hay que hacer para que la gente lea más a Onetti? Hay que tener buenas escuelas públicas y buenas bibliotecas, y así habrá más gente que lea a Onetti. A Onetti, y a Tolstoi, y a Faulkner. No hay un problema específico para leer a Onetti como no lo hay para leer a William Carlos Williams, hay un problema general de pobreza que llega a la educación.
-¿Cómo lo conoció a Onetti?
-Yo todavía vivía en Granada en 1990 y había venido a Madrid a participar de una mesa redonda sobre Bioy Casares, por quien tenía mucha admiración y quien estaba presente. Al terminar se me acercó una señora y me dijo "soy Dolly Onetti, y a mi marido le gustaría conocerte". Al día siguiente yo volvía a Granada en avión y pasé a visitarlos por la casa que ellos tenían camino al aeropuerto. Él estaba bastante enfermo, y después de eso nos escribimos y hablamos por teléfono, pero a mí me daba tanto miedo importunarlo que, mezclado eso con mi timidez, no volví a visitarlo más. Fue una cosa que mantengo muy privada, pero muy emocionante para mí. Onetti me marcó desde siempre. Incluso cuando de joven estaba en el ejército, en esa vida horrorosa, entre mis pocos consuelos estaba el aprenderme los poemas de Borges de memoria para recitar mientras desfilábamos y el haber encontrado, en el primer domingo que me dejaron salir del cuartel en Vitoria, en el escaparate de una librería Dejemos hablar al viento.
MONTEVIDEO COSMOPOLITA.
-He leído que Onetti y usted se admiraban profundamente.
-Bueno, jamás lo diría así, me parece obsceno…
-Lo dijo Dolly Onetti. En Madrid ella declaró: "Muñoz Molina adora a Juan. Una vez le pregunté si le gustaría tener el Nobel y me contestó: `Ya lo tuve`. ¿Cómo que ya lo tuviste?, le pregunté. Me contestó que `su Nobel` era la crítica que Juan escribió para El País de Madrid sobre su libro El jinete polaco. El artículo lo tiene encuadrado y colgado en la pared de su lugar de trabajo, en su casa. Ellos son tan faulknerianos que se admiraban mutuamente".
-Si lo decía ella, está permitido. Lo más importante para mí es todo lo que pude aprender del trabajo de Onetti, pero es verdad que fue un orgullo que a él le gustara lo que yo hacía. Recuerdo al principio de mi carrera, la emoción cuando un poeta, Félix Grande, me llamó para decirme que había estado en la casa de Onetti y había visto un libro mío en su mesa de noche. Y efectivamente tengo una reseña que escribió Onetti sobre un libro mío enmarcada y colgada en mi cuarto. No sólo era una reseña, era una defensa, una respuesta a otra reseña que había salido en El País, ¡el diario mismo donde yo escribo! que no sólo era muy mala sino humillante. Él escribió su respuesta inmediatamente tras leerla.
-Mencionó al Nobel. ¿Cree que Onetti lo debería haber ganado?
-Me parece una vulgaridad lo de los premios, son una cosa que puede estar bien o no, no creo que Onetti sea menos por no haber recibido el Nobel o lo que sea.
-Es sabido que siempre le ha gustado la literatura rioplatense. ¿Cómo cree que Montevideo y Buenos Aires marcaron a Onetti?
-Tengo una afinidad muy fuerte por lo rioplatense, y no sólo por la literatura, es algo más emocional. Fui dos veces a Montevideo, y tengo allí buenos amigos, pero creo que es importante la dialéctica entre Buenos Aires y Montevideo, ese ir y volver, para comprender la obra de Onetti. Las diferencias eran grandes entre una sociedad tanto más laica como es la uruguaya y otra tanto más clasista y con impronta mucho mayor de la Iglesia como es la argentina. Hoy nadie habla de clases sociales, pero Onetti tiene una impronta de clase muy fuerte. Por ejemplo, cuando él estaba en Buenos Aires, consiguió salir publicado, creo que en el diario Crítica. Pero Onetti era muy pobre y los escritores porteños, girando en torno a Victoria Ocampo, no eran pobres salvo Roberto Arlt, y no escribían sobre la ciudad que tenían a su alrededor. Entonces yo creo que cuando Onetti se forma como escritor, curiosamente, no tiene influencia de los escritores de allí, solamente tiene influencia de Arlt y del tango, porque considera que allí estaba el habla verdadera. Montevideo luego imprimió en él esa especie de talante pudoroso que tienen los uruguayos en contraposición al talante porteño. Y luego, claro, esa ciudad está como Santa María, donde se sabe mucho sobre las cosas que ocurren, pero se está muy lejos de dónde ocurren. Creo que eso se nota mucho en Montevideo. La gente de Montevideo es mucho más cosmopolita que la de Nueva York, pero a la vez los inunda una especie de melancolía de saberse lejos del centro del universo. En Santa María saben que están en la periferia. Eso pasa en muchos sitios: la alternativa es creer que se está en el centro, pero en general, entonces, se está equivocado.
En el Cultural
EN SU NÚMERO 177, El País Cultural publicó un Especial Onetti, con colaboraciones de Homero Alsina Thevenet, Rubén Cotelo, Omar Prego, Wilfredo Penco, Magela Prego, Gabriel Vieira, Daniel Mazzone, Ana Solari, Felipe Polleri, Emir Rodríguez Monegal, Elvio E. Gandolfo, Carlos María Domínguez, María Esther Gilio, Pablo Rocca, y Antonio Carlos Pádova.
Otras notas que pueden mencionarse:
Nº 2, pág. 6: "Un pozo con medio siglo de profundidad", de Hugo Burel.
Nº 58, pág. 1: "Hombre quieto en Madrid", reportaje de Laura Linardi.
Nº 106, pág. 7: "Onetti", de Marcelo Cohen.
Nº 149, pág. 3: "Obra interrumpida", de Juan Carlos Onetti sobre la muerte de Juan José Morosoli.
Nº 210, pág. 6: "Los pasajes secretos de una larga vida", de Rubén Cotelo.
Nº 260, pág. 12: "Onetti en un laboratorio", de Pablo Rocca.
Nº 329, pág. 7: "Al fondo de las historias" de Daniel Mazzone.
Nº 333, pág. 1: "El talento con plazo de entrega", de Elvio E. Gandolfo.
Nº 374, pág. 8: "Casto Canel. Un legendario editor nacional", de Pablo Rocca.
Nº 571 pág. 9: "De Juan a Juan", carta de Onetti a Rulfo.
Nº 580, pág. 7: "Borges y los Onetti", de Pablo Rocca.
Nº 643, pág. 5: "Más allá de las modas", de Juan José Saer.
Nº 651, pág. 10: "Para un retrato del artista cachorro", de Rosario Peyrou.
Nº 736, pág. 4: "Infidencia sobre Torres García", de Juan Carlos Onetti.
Nº 768, pág. 6: "Ser siempre Onetti", de Carina Blixen.
Nº 718, pág. 12: "Onetti", de Julio César Castro.
Nº 879, pág. 7: "Onetti y el bajo mundo", de María de los Ángeles González.
Nº 944, pág. 10: "Muestrario y valoración", de Roberto Appratto.
Nº 1003, pág. 5: "Vargas Llosa en Santa María", de Carlos María Domínguez.
Faulkner
Nº 58, pág. 1: "Hombre quieto en Madrid", reportaje de Laura Linardi.
Nº 106, pág. 7: "Onetti", de Marcelo Cohen.
Nº 149, pág. 3: "Obra interrumpida", de Juan Carlos Onetti sobre la muerte de Juan José Morosoli.
Nº 210, pág. 6: "Los pasajes secretos de una larga vida", de Rubén Cotelo.
Nº 260, pág. 12: "Onetti en un laboratorio", de Pablo Rocca.
Nº 329, pág. 7: "Al fondo de las historias" de Daniel Mazzone.
Nº 333, pág. 1: "El talento con plazo de entrega", de Elvio E. Gandolfo.
Nº 374, pág. 8: "Casto Canel. Un legendario editor nacional", de Pablo Rocca.
Nº 571 pág. 9: "De Juan a Juan", carta de Onetti a Rulfo.
Nº 580, pág. 7: "Borges y los Onetti", de Pablo Rocca.
Nº 643, pág. 5: "Más allá de las modas", de Juan José Saer.
Nº 651, pág. 10: "Para un retrato del artista cachorro", de Rosario Peyrou.
Nº 736, pág. 4: "Infidencia sobre Torres García", de Juan Carlos Onetti.
Nº 768, pág. 6: "Ser siempre Onetti", de Carina Blixen.
Nº 718, pág. 12: "Onetti", de Julio César Castro.
Nº 879, pág. 7: "Onetti y el bajo mundo", de María de los Ángeles González.
Nº 944, pág. 10: "Muestrario y valoración", de Roberto Appratto.
Nº 1003, pág. 5: "Vargas Llosa en Santa María", de Carlos María Domínguez.
Faulkner
-¿Qué paralelismos encuentra entre Faulkner y Onetti?
-Hay una semejanza obvia, que se ha resaltado ya mucho, la de la invención de Yoknapatawpha inspirando la de Santa María, con una diferencia importante. En Faulkner ese mundo existe desde siempre, como una extensión del mundo real. Mientras que en Onetti es creado por un personaje, Juan María Brausen, en una novela concreta, La Vida Breve. Eso implica dos mitos de los orígenes muy distintos entre sí: el de Faulkner es terrenal, el de Onetti plenamente literario. La estatua ecuestre de Brausen en la plaza principal de Santa María siempre me ha parecido uno de los grandes gestos secretos de ironía en la literatura: en vez del habitual espadón, el tirano ennoblecido por los siglos, un pobre hombre que es redactor publicitario en Buenos Aires. La otra semejanza obvia es que la trama de cada historia del ciclo de Santa María es parte de una gran novela general. Se subrayan menos otras cosas: en Onetti, como en Faulkner, raramente hay historias contadas en una tercera persona objetiva: toda historia es el relato de alguien, y por lo tanto el narrador está siempre o casi siempre, implícita o explícitamente, dentro de lo narrado. Y el amor por los débiles y por los dejados de lado. También Faulkner y Onetti son dos escritores profundamente ajenos a la mundanidad literaria, muy apartados del centro geográfico o social en el que suceden las cosas. Faulkner, claro, más aislado aún: escribir en Mississippi no es como hacerlo en Buenos Aires o en Montevideo, sino como en el fondo de la Pampa. No nos dejemos engañar por el brillo de los nombres literarios.
El año Onetti
Tras una resolución ministerial declarando 2009 "Año Onetti", un grupo de instituciones públicas y privadas viene definiendo un variado cronograma de actividades. La Dirección Nacional de Cultura del MEC, la Facultad de Humanidades, la Intendencia de Montevideo, la Academia Nacional de Letras, la Biblioteca Nacional, el Centro Cultural de España, la Casa de los Escritores y la Asociación de Profesores de Literatura del Uruguay, entre otros, han planificado una larga lista de eventos.
La Biblioteca Nacional recibió el pasado 20 de marzo los manuscritos de un cuento que fueron hallados en Buenos Aires por su hija Isabel (Litti) y espera la donación de nuevos originales y fotografías inéditas y desconocidas. La Dirección de Cultura convocará a un concurso de historietas basadas en textos de Onetti y la IMM hará lo propio con un concurso de fotografía sobre Santa María. La Facultad de Humanidades prepara para la segunda quincena de julio un encuentro internacional donde además del centenario de Onetti se celebrarán los 70 años de la fundación del semanario Marcha. Por su parte, la Academia Nacional de Letras planea varias publicaciones, y participará también en el lanzamiento de Cartas de un joven escritor, una recopilación de la correspondencia de Onetti con el crítico de arte Julio Payró, compiladas por el profesor Hugo Verani.
El Centro de España prepara la edición de un CD con lecturas y entrevistas inéditas. Se apronta a organizar charlas acerca de los vínculos del escritor con las artes plásticas, la música y el cine, además de ofrecer sus instalaciones para la presentación en junio de la reedición del libro Onetti o la salvación por la escritura, de Omar Prego y María Angélica Petit (Planeta). Hortensia Campanella ajusta detalles para que Antonio Muñoz Molina pueda estar en Montevideo sobre finales del año, y el MEC ha comenzado a ofrecer a sus Centros en el Interior la exposición que el Centro de España organizó en 2005, con material gráfico y documentos originales.
Se pretende que la Dirección de Correos le dedique un sello a Onetti, y que una escuela, un liceo y una calle (Andes, desde la Avenida 18 de Julio hasta la Rambla) sean distinguidos con el nombre del homenajeado.
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