domingo, 16 de marzo de 2025

Triunfo Arciniegas / A manera de epílogo

 


A manera de epílogo

(Versión corta)

A finales del siglo pasado, cuando estaba escribiendo Caperucita y otras historias perversas, me sorprendió un gato maldadoso que no se conformó con unas cuantas páginas. Sin pedir permiso ni hacer preguntas, exigió un libro completo y el papel de protagonista. No quiso cazar conejos ni perdices y obligó a su amo a realizar toda clase de tareas. Así son algunos gatos. Sinvergüenzas, descarados y sin remordimientos.

El mes pasado salí de casa a recorrer Italia y acá apareció el bendito gato. He pasado estos días lluviosos del final del invierno revisando las pruebas del libro que me envió Alejandra Arciniegas, quien se encargó de acomodar el texto en la inmensidad de las páginas en blanco. A su ojo de diseñadora no se le escapa una errata o una línea huérfana. Los libros no solo cuentan historias emocionantes sino que deben verse bellos. Se leen con regocijo, y luego nos esperan con paciencia en ese paraíso llamado biblioteca. Los libros, como los gatos, anhelan nuestra contemplación.

Así que recorro el Coliseo o arrojo una moneda a la Fontana de Trevi, paseo por las antiguas y estrechas calles de Trastevere, en Roma, tomo otra foto a los asombrosos canales de Venecia o saboreo una pizza en Nápoles mientras repaso las astucias del gato que torció su destino. 

Esta madrugada leí todo el libro y me fui de compras a Porta Portese con mi hermano. Fuimos en autobús desde la Piazza Duca di Genova hasta la Piazzale della Stazione del Lido y ahí tomamos el Metromare hasta el final de la ruta. De Porta San Paolo, también conocida como Piramide, fuimos a pie a Porta Portese porque una maratón de diez mil personas cortó la ruta de los autobuses en Roma. Tuvimos que correr, integrándonos a la maratón como nadadores que se dejan  arrastrar por la corriente, hasta quedar al otro lado, sin tropezar con nadie. Ya en el famoso mercado de los domingos, llené el morral con ropa, libros y otras cosas y volví a las páginas del gato.

He estado leyendo La verdadera historia del gato con botas en la pantalla del iphone, sin imprimir una sola línea, y escribiendo con un solo dedo. Para evitar algunas páginas en blanco de esta nueva edición, he tenido que inventar párrafos. Federica, la mujer que lee las cartas a la princesa Blanca Flor, nació ayer mismo. Me prestó su nombre una mujer que vende frutas en el mercado de Ostia y que domina el español porque estuvo casada con un chileno que ahora no quiere ver ni en pintura.


Triunfo Arciniegas
Roma, 16 de marzo de 2025



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