sábado, 4 de diciembre de 2021

La FIL de Guadalajara vuelve a abrazar al público

Un hombre pasa a través de un filtro a la entrada de la FIL.GLADYS SERRANO
 

La FIL de Guadalajara vuelve a abrazar al público

El gran evento editorial del español regresa a la presencialidad con un cuarto de su aforo habitual y estrictos controles sanitarios

CONSTANZA LAMBERTUCC
JOSÉ PABLO CRIALES
Guadalajara (México) - 27 NOV 2021 - 21:24 COT


Al menos tres controles separan las calles de Guadalajara del evento cultural más importante de Latinoamérica. La edición número 35 de la Feria Internacional del Libro (FIL) ha vuelto a la presencialidad tras el parón impuesto por la pandemia en 2020. Tras el control de entradas y el de seguridad, una cápsula con una regadera de desinfectante abre las puertas del predio a los visitantes. La FIL, que en ediciones pasadas convocó a más de 800.000 participantes, espera recibir este año a un cuarto de los asistentes. Las restricciones sanitarias se han sentido en su jornada inaugural: solo se permiten mascarillas quirúrgicas, el flujo de visitantes está controlado y los pasillos más anchos que en otras ediciones separan a las editoriales. Pero sí, sí se pueden tocar los libros. Y los visitantes han copado la entrada de Expo Guadalajara con el mismo fervor de antes.


“El año pasado fue muy triste”, dice Luis Méndez junto a su novia, Renata Guzmán. Estos quinceañeros nacidos en Guadalajara han llegado entre los primeros al predio ferial, que abrió sus puertas sobre las nueve de la mañana, y visten de fiesta: él de camisa y americana, ella de vestido y zapatos de tacón. “La vibra del primer día es siempre lo mejor”, dice Guzmán nada más pasar el filtro sanitario. “Vamos a dar varias vueltas y mirar, que es lo mejor”, zanja. Enfrente, tienen a las editoriales más grandes, que pagan por los puestos con mayor visibilidad. Más allá, los pasillos comienzan abrirse, donde se ubican las editoriales más independientes, universitarias, religiosas o contables, y también las secciones internacionales.


Visitantes observan los libros en la feria.GLADYS SERRANO

Durante nueve días, la FIL atrae todas las miradas de la ciudad y es también una oportunidad única para visitantes de todo México. Este año, la modalidad es presencial en un 70% y virtual en un 30%. Uno de los primeros actos presenciales fue la entrega del premio FIL de Literatura a la escritora chilena Diamela Eltit. Durante el acto, el presidente de la feria, Raúl Padilla, pidió un minuto de silencio en homenaje a la autora española Almudena Grandes, fallecida este sábado. El día ha continuado con presentaciones en salas sanitizadas y distanciamiento, con eventos virtuales como la presentación de La bestia, el último éxito de los tres hombres que en octubre pasado salieron a la luz como Carmen Mola y conciertos, cuyo ciclo inaugurará Novalima, un grupo de cumbia afro proveniente de Perú, el país invitado.


“Nos estaba haciendo falta”, dice Ricardo Sáchez-Riancho, director de Textofilia, una editorial con más de 10 años en el mercado especializada en literatura. Sánchez-Riancho acomoda los libros en los estantes de madera. El alquiler del puesto cuesta alrededor de 50.000 pesos mexicanos (unos 2.300 dólares). “Es una apuesta”, señala el editor, que no sabe si la inversión les rendirá. Por las restricciones, se esperan unas 225.000 personas (frente a las 828.000 que asistirían en un año normal) “Habrá que ver qué pasa con las ventas, pero es una plataforma para el mundo, un punto de encuentro que no queremos que se pierda”, apunta y asegura: “Vinimos para apoyar la feria”.

El editor destaca que la FIL de Guadalajara da “un sentido de lo que pasa en el mercado”, algo “imposible de tener de otra manera”. Ni con los informes de Amazon, ni con el pulso de las redes sociales, afirma. “Lo del año pasado fue un acto simbólico”, indica. Los pasillos comienzan a llenarse y el flujo en los pasillos y dentro de los puestos se entorpece. Alexia Halteman, editora de Impronta, una editorial y librería de Guadalajara, cuenta que el último año el negocio funcionó de forma virtual y “salieron cosas positivas”, como una nueva tienda en línea, en su caso, y llegada a lectores de todo el mundo. Haber vuelto, sin embargo, facilita los “encuentros de amistad, cariño y cuidado” con el resto de la industria y los lectores.

Édgar Cárdenas, educador de 49 años, pasó la noche en un autobús que lo trajo desde el Estado de Durango hasta Guadalajara, ocho horas de carretera del norte al centro del país. “Las bibliotecas allá están bien desactualizadas, y también es difícil comprar novedad”, dice el hombre, que viene en busca de las novedades publicadas en torno al Nobel nacional Octavio Paz. México cuenta con 1.648 librerías, según el Sistema de Información Cultural del Gobierno, pero el 30% se encuentran solo en la capital. En otro pasillo, Dayan Blanco, de 26 años, hace fila para entrar a una tienda con libros en inglés para adultos jóvenes. “Son tendencia en TikTok”, explica la joven, que lleva el pelo rojo y un punto luminoso de maquillaje en el lagrimal. Esta es una de las pocas tiendas en las que encuentra los libros que ha venido a buscar y que, si no, compra en línea.


“Esta feria es una incógnita”, comenta dentro del puesto de una gran editorial un trabajador a otro compañero. Miran, los brazos cruzados, alrededor: la gente toma, hojea y gira; apila títulos sobre los brazos, guarda lo que ha comprado en bolsas de tela o valijas, incluso; salen, siguen recorriendo. Hasta esta mañana los dos trabajadores que conversan dudaban de si la feria se haría. Pero ya ha arrancado. En la primera jornada han regresado, también, los escraches: decenas de alumnos de la universidad exigían afuera del predio que quieren “un rector, no un candidato” y un hombre solo, a metros de allí, porta un cartel crítico con Morena, el partido del presidente Andrés Manuel López Obrador. “Creo que va a ser un éxito”, opina el trabajador de la editorial grande y agrega: “Hay un caos de gente, va a terminar muy bien”.


EL PAÍS


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