jueves, 26 de noviembre de 2020

Amos Tutuola / Cien años del patriarca de las letras nigerianas

 

Amos Tutuola


Amos Tutuola
Cien años del patriarca de las letras nigerianas

PEDRO DE LA HOZ
22 DE JUNIO DE 2020


Cuando la colección Cocuyo publicó en 1968 El bebedor de vino de palma, los lectores cubanos descubrimos que la contemporaneidad africana poseía credenciales más que suficientes para instalarse en el imaginario de los habitantes de la isla.

No se trataba únicamente de un avecinamiento histórico y cultural, ni de compartir identidades, sino de asistir a la develación de un filón original necesario para enriquecer nuestra experiencia literaria.

Amos Tutuola, autor de aquella novela, nació el 20 de junio de 1920 en Abeokuta, Nigeria; de modo que celebramos su primer centenario, y mucho nos hubiera gustado que el texto mencionado fuera, en la actualidad, más que una referencia lejana para las actuales generaciones.

A partir de la publicación de El bebedor de vino de palma, el sistema editorial cubano desarrolló un ingente esfuerzo, sin paralelo en América Latina, por traducir novelas, cuentos y poesía de autores africanos. Haría falta pulsar el grado de penetración y permanencia en los lectores de tamaña empresa, limitada en los últimos años por las conocidas carencias del sector poligráfico. Sería necesario ventilar si al menos en los ámbitos académicos, y en la formación de maestros y promotores culturales, incluyendo los que tributan a los medios de comunicación, están de algún modo presentes las letras africanas.

La novela de Tutuola se leyó con avidez en Cuba a fines de los 60 y a lo largo de los 70 por numerosas personas que, por entonces, se empataban con el realismo mágico de Juan Rulfo, la memorable saga de los Buendía en las novelas de Gabriel García Márquez, con la reedición de El reino de este mundo, de Alejo Carpentier, y gozaba de la fabulación popular de Samuel Feijóo.

Los vasos comunicantes se notaban en el destino de un hombre que, al perder a quien sangraba –así se dice— las palmeras para obtener la materia prima de la bebida, emprende un viaje en su búsqueda –aquel ha muerto— que lo lleva a uno y otro confín de su tierra nigeriana, en medio de delirantes hallazgos y aventuras.

Alentado por la imaginación y audacia de Tutuola, incisiva en cada  línea, el lector que viaja con el protagonista desea que siga su periplo para ver qué más tiene que mostrar. Ese mismo interés, aunque ya sin el factor sorpresa, generó la publicación en 1980, por la editorial Arte y Literatura, de otra importante novela de Tutuola, Mi vida en el bosque de los fantasmas.

Wole Soyinka, merecedor del Premio Nobel, y yoruba como Tutuola, considera a este como el patriarca de la literatura nigeriana que logró trascender las fronteras del continente. En su país es un símbolo. En África también.


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