jueves, 7 de diciembre de 2006

Tormenta en torno a Tony Judt


Tony Judt

Tormenta en torno a Tony Judt

El historiador se convierte en el centro del debate sobre libertad de expresión en EE UU


Jordi Punti
Nueva York, 7 de diciembre de 2006

El historiador inglés Tony Judt, autor de Postguerra (Taurus), es una celebridad en el ámbito intelectual, pero sus apariciones públicas han adquirido una notoriedad que rebasan los límites académicos. El lunes acudió a la Law School, en el bajo Manhattan, para hablar de la universidad como último reducto de la libertad de expresión. Lo hizo dos meses después de la cancelación de su conferencia en el consulado de Polonia en Nueva York, donde tenía previsto analizar las relaciones entre la política exterior del gobierno estadounidense y el poderoso lobby judío. La suspensión, apenas una hora antes del comienzo de la charla, ha merecido una durísima pólémica entre buena parte del sector intelectual más prestigioso y los partidarios de las posiciones que mantiene la Liga Antidifamación (ADL), organismoque proclama la lucha contra el antisemitismo y a favor de "la justicia y el tratamiento igualitario". La razón de la polémica está relacionada con las aparentes presiones de la ADL para prohibir la conferencia de Judt.



Una conferencia suya fue cancelada por aparentes presiones del 'lobby' judío
El autor de 'Postguerra' ha recibido el apoyo de varios de los más influyentes intelectuales

El acto en el consulado polaco estaba preparado por 20/20 Network, organización privada de empresarios que se declara "apolítica". Sin embargo,
Krzysztof Kaspryk, cónsul general de Polonia canceló el encuentro. La portavoz de 20/20, Patricia Huntington, se refirió a una serie de llamadas de la ADL y del Comité Judío Americano, decisivas, en su opinión, para suspender el acto. Tras la cancelación, Tony Judt mandó un correo electrónico a una larga lista de amigos del que trascendió su acusación en firme contra la ADL como censores del acto. Desde hace tiempo, la ADL se muestra crítica con los intelectuales que insisten en conectar a Israel con la política exterior de los Estados Unidos, al punto de acusarles en alguna ocasión de mostrar posiciones antisemitas pese a su probado origen judío. Ese mismo día, la Liga emitió un comunicado como respuesta al correo privado de Judt en el que manifestaba que las acusaciones eran infundadas, acusaba a Judt de buscar publicidad a su costa y abogaba por la libertad de expresión.
Desde ese momento, comenzó un duro debate que rebasó el ámbito intelectual que acostumbra este tipo de polémicas. Por un lado, se convirtió en un enfrentamiento sobre el peso del poderoso lobby judío en la vida política estadounidense. Por otra parte, comenzaron a escucharse voces de prestigiosos intelectuales que han considerado este caso como un ataque intolerable contra la libertad de expresión. El hecho de que Judt sea una celebridad en el ámbito académico ha multiplicado el efecto de la polémica. Tampoco es desdeñable otro dato: Judt es de origen judío.
Al día siguiente del acto, el embrollo empezó a complicarse más. Un artículo en el diario The New York Sun daba a entender que el telón de fondo del asunto eran las excelentes relaciones que viven desde hace unos años los gobiernos polaco e israelí, tras la supresión del estado comunista en Polonia. Poco después, el diario Washington Post añadía otro dato sustancial. En un reportaje, el cónsul polaco admitía que ese día se habían recibido llamadas del ADL. "Fueron llamadas muy elegantes, pero pueden interpretarse como intentos de ejercer presión", dijo Kasprzyk, "es obvio, somos adultos y nuestro coeficiente intelectual nos permite entenderlo". En esa misma crónica, Abraham Foxman, de la ADL, volvía a negar su implicación: "Él ha tomado la posición de que Israel no debería existir. Eso le sitúa en nuestro radar".
En medio del fragor, Judt declaró: "Esto es algo serio y da miedo, y sólo es un problema en América -no en Israel-. Se trata de organizaciones judías que creen que deberían apartar a todo aquél que disiente de lo que ellos piensan sobre Oriente Medio".
En noviembre, la polémica pasó al ámbito académico de la mano de la New York Review of Books. Una larga lista de profesores universitarios e intelectuales, entre los que figuraban Mark Lilla, Richard Sennett, Ian Buruma, Franklin Foer y Timothy Garton Ash, entre otros, publicó una carta abierta a la ADL en la que repasaban los hechos y afirmaban: "En una democracia sólo existe una forma adecuada de responder a una conferencia, artículo o libro con el que uno no está de acuerdo: dando otra conferencia, escribiendo otro artículo o publicando otro libro". Y continuaban: "Aunque los abajo firmantes discrepamos sobre diversos aspectos políticos, nos une la convicción de que un clima de intimidación no es coherente con los principios fundamentales del debate en una democracia".
Este cruce de acusaciones es tan sólo la parte visible de un iceberg más amplio. En el fondo, lo que sitúa a Tony Judt en el punto de mira de la Liga Antidifamación no es una intervención más o menos, sino las ideas políticas que desde hace unos años viene desarrollando sobre el lobby judío y la política exterior de estados Unidos. Este era, precisamente, el título de su conferencia en el consulado polaco. Tal y como declaró el historiador en una entrevista reciente, publicada en el semanario New York Observer: "Me quedo asombrado cuando observo la comunidad judía de Estados Unidos, especialmente en Nueva York es la comunidad con más éxito, la más saludable, la más influente, la comunidad más segura en la historia del judaismo y aún así se inflige una gran inseguridad".
En este territorio de enfrentamiento, Judt ya no es sólo el influyente historiador cuyas opiniones siempre merecen atención. El lunes dio una charla en la Law School. Ayer se reunió, también en Nueva York, con los profesores de una asociación de institutos para explicarles su posición sobre el Oriente Medio. En los dos casos, la seguridad fue prevalente.






LA GRAN VERDAD


En lugar de exponer su posición sobre la política internacional nortemaericana, Tony Judt habló el lunes sobre la universidad como último refugio de la libertad de expresión. Bajo el título Perturbando la paz: intelectuales y universidades en una época liliberal, el historiador desarrolló una batería de ideas. Defensor del estado multicultural, se mostró convencido de que Europa, a pesar del ascenso de la derecha en algunos países, no desean volver a los estados étnicamente puros. Asimismo, se cuestionó el éxito del multiculturalismo. La gente, vino a decir, va a la universidad para aprender sobre sí misma -ya sean gays, mujeres o afroamericanos- en lugar de aprender sobre la verdad, "la gran verdad racional".
A lo largo de su charla, Judt se refirió a la cancelación de la ópera Idomeneo en Berlín, ocurrida unos meses. "El gran perjudicado fue Mozart", dijo, y luego comentó que, junto a las cuatro cabezas cortadas (Poseidón, Buda, Mahoma, Jesucristo), debería haber existido la de un judío.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 7 de diciembre de 2006

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