martes, 11 de julio de 2000

Un nuevo libro sobre Graham Greene destaca la pasión religiosa 'unamuniana' del escritor



Un nuevo libro sobre Graham Greene destaca la pasión religiosa 'unamuniana' del escritor

La obra del sacerdote español Leopoldo Durán ofrece una visión inédita del autor


Lola Galán
Londres, 17 de octubre de 1994

La vida del escritor inglés Graham Greene (1904-1991) dio de sí para todo. Para desplegar una ingenua afición de espía, de esposo infiel y de apasionado amante, junto a una prolífica carrera de escritor. Pero también, como demuestra el libro de Leopoldo Durán publicado en Londres, Graham Greene. Amigo y hermano, para apurar hasta el final el cáliz de la pasión religiosa en una vertiente totalmente unamuniana. Durán, amigo personal del escritor durante los últimos 27 años de su vida, completa el enigma de una personalidad brillante y controvertida.


El 20 de agosto de 1973, Leopoldo Durán un sacerdote gallego que completaba en el King's College de Londres su doctorado sobre el escritor inglés, se entrevistó por primera vez con su ídolo, Graham Greene. Durán se había escrito con él en relación con su novela El poder y la gloria y, para su sorpresa, Greene en persona le llamó por teléfono para invitar le a cenar en el hotel Ritz de Londres. A partir de aquella cena memorable se estableció entre ellos una amistad sólida que les embarcó juntos en la aventura de recorrer España y Portugal en busca de placeres gastronómicos y escenarios de singular significación literaria. Greene plasmaría después la experiencia vivida de sus viajes por España en su última gran novela, Monseñor Quijote. Cuenta Durán que las primeras líneas del texto, llevado des pués a la pantalla, fueron re dactadas ante la tumba -o quizás el nicho- de escritor vasco castellano Miguel de Unamuno. A lo largo del libro de Durán, -no una biografía sino un relato de conversaciones y anécdotas en torno a la tormentosa personalidad de Greene- emerge la estatura moral de un escritor modesto, que contemplaba la vida con profundo desapego, atravesado como Unamuno por un pro fundo dolor místico.

Fe irracional

Greene y su fe en Dios, una fe sin creencia racional, está presente a lo largo del texto. Pero hay más. A través de las páginas del libro cobra fuerza poco a poco la naturaleza humana de un hombre atormentado al final de su vida, por una intensa batalla con las mafias de la Costa Azul, donde residió en la última etapa de su vida y por el futuro de su alma inmortal. Si las biografías sobre Graham Greene publicadas este año en el Reino Unido -a cargo de Michael Sheldon y de su biógrafo oficial, Norman Sherry respectivamente- cargan las tintas en sus pecados de juventud -adultero, incluso una re primida tendencia homosexual-, el libro de Durán pone el acento en su vertiente de con versador infatigable, apasionado por la política y la religión. Haciendo uso de un material de primera mano -miles de interminables conversaciones de sobremesa en Galicia, Madrid, Valladolid o Londres- Durán se limita a trazar el perfil del hombre que conoció y al que, el último día de su vida, el 3 de abril de 1991, ad ininistró por expreso deseo suyo los últimos sacramentos.
Su curioso respeto, casi fijación amorosa por la reina Isabel II de Inglaterra, o por la ex primera ministra británica Margaret Thatcher, corren paralelos, pese a lo opuesto de las personalidades, con su admiración por el cura guerrillero Camilo Torres o por el malogrado presidente panameño Omar Torrijos. Durán anota, lo mismo que el biógrafo de Greene Norman Sherry, las curiosas dotes premonitorias del autor de El tercer hombre.
En uno de los capítulos del libro, -Slado más oscuro- relata cómo Greene era propenso a sufrir enormes, repentinas depresiones ligadas a menudo a la premonición de terribles dramas que estaban a punto de consumarse. Por ejemplo, en agosto, de 1984, mientras viajaba desde Antibes a España en avión, uno de esos tremendos ataques de angustia sobrecogió al escritor inesperadamente.
Durán recuerda que ambos tenían previsto salir desde España hacia Sintra, en Portugal, para visitar a María Newall, una, vieja amiga de Greene. Cuando telefonearon al domicilio de Newall la angustia del escritor británico cobró la forma de una premonición telepática, en Sintra, por teléfono, una voz les informó de que María había fallecido. La visión de Durán, positiva, teñida de admiración y afecto, no se detiene sólo en el lado oscuro o en el dilema religioso.
Greene, que no pudo alcanzar el reconocimiento literario que otorga el Premio Nobel, se muestra en estas páginas como un escritor de gustos muy personales, escasamente contaminados por lugares comunes. Admira, por ejemplo, y contra la opinión generalizada, únicamente los trabajos menores de autores consagrados como James Joyce o Ernest Hemingway y no sus obras mayores".
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 17 de octubre de 1994

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