miércoles, 9 de noviembre de 2016

David Hockney / “Cuando pinto siento que tengo 30 años”

Dos horas y media con el artista vivo más famoso del mundo en su casa de Hollywood, entre el humo de cigarros, el espíritu de Rembrandt y las nuevas tecnologías.

DAVID HOCKNEY 

“Cuando pinto siento que tengo 30 años”


Pablo Ximénez De Sandoval10 DE OCTUBRE DE 2016



Self-Portrait with Charli
David Hockney
LE IMPORTA SI FUMO?”. La pregunta resulta crucial en casa de David Hockney. La formula nada más conocerte. Y hay que contestarla sabiendo que es un tema capital en su vida. “Por supuesto, está en su casa”. Pero fuera de estas paredes, no estaría tan claro. Inmediatamente echa mano de la caja roja de Davidoff Magnum Classic. Al lado hay otra, de Blue Wides de Camel. Fumará indistintamente de los dos durante dos horas y media.

Es una mañana fresca y luminosa de otoño de esas que hacen que Los Ángeles se parezca a Los Ángeles. La casa en la que Hockney vive desde hace 35 años está escondida junto a Mulholland Drive, en una zona de mansiones antiguas en las colinas de Hollywood. La vivienda se eleva en medio de un jardín muy tupido, con árboles a los que han dejado crecer para que la envuelvan. Una pasarela lleva al estudio, donde espera el pintor vivo más famoso del mundo.


A Bigger Splash, 1967
David Hockney
SUS DROGAS SON EL TABACO Y LA MARIHUANA. TIENE UNA TARJETA DE COMPRADOR DE HIERBA MEDICINAL. FUMA POR LAS NOCHES, LE AYUDA A DORMIR

Sunbather,1966
David Hockney


Hockney (Bradford, Inglaterra, 1937) se levanta de un sillón desvencijado en el centro del estudio. Junto a las cajetillas de tabaco hay un batido de proteínas que toma como desayuno. Lo primero que hace es enseñar los trabajos de su próxima exposición. Son pinturas hechas en iPad, una herramienta cuyas posibilidades ha exprimido en los últimos años. En una pantalla, Hockney proyecta la evolución de las pinturas desde que solo son un fondo hasta que están terminadas. El soporte digital, dice Hockney, “es un papel infinito”. “Es interesante de mirar, ¿verdad?”. Un cuadro de 20 o 30 horas de trabajo, explica, queda reducido a 9 minutos de proyección. “Esta es la primera vez que me veo a mí mismo dibujar, es la primera vez que me lo puedo enseñar a mí mismo”.


The Dancers, 2014. Pearblossom Hwy, 11-18th April 1986 (second version)





Mientras el iPad muestra los trabajos, en el primer momento de silencio de la conversación, Hockney pregunta algo que se ha quedado en el tintero:

–¿Es usted de los que se creen esas cosas?

–¿Qué cosas?

–Lo del humo de segunda mano.

–Bueno, tiendo a pensar que es cierto.

–Pues cuando yo era niño, desde que tenía ocho años, solía correr al piso de arriba de los autobuses de Bradford, que en aquellos tiempos estaban llenos de humo. ¿Ha oído lo de los niños que enferman de asma? No es por el humo del tabaco, es por demasiada limpieza. No les entran suficientes cosas como para formar su sistema. Yo me crie con humo y aquí sigo. Bradford era la ciudad con más humo del planeta. Ahora nos hemos vuelto locos.

Poco a poco, uno se va dando cuenta de que todo el suelo de linóleo del estudio, que tiene la extensión de un apartamento grande, está lleno de manchas ocres de cigarrillos apagados. Hockney los tira al suelo. En el polo rojo que lleva puesto, arriba a la derecha, cerca de los botones, hay un pequeño agujero del tamaño de una uña. “Probablemente” es de un cigarrillo, reconoce.

“La vida mata”, dirá en un momento dado. “Todos tenemos una vida. Solo existe el ahora. Ese es el argumento contra los fanáticos antitabaco, los médicos, los mandones y la prensa, que lo están haciendo todo cada vez más aburrido. Cada día estás más cerca del olvido”. ¿Y no es ese también un argumento para querer alargar la vida? “No. Porque el tiempo es elástico”. Lo explica con un chiste. “Un hombre va al médico y este le dice: ‘Quiero que dejes de beber, que dejes de fumar, que dejes la comida rica y el sexo’. El hombre pregunta: ‘¿Así viviré más tiempo?’. Y el médico contesta: ‘No, pero lo parecerá”.

“Si buscas la longevidad estás negando la vida. Porque ¿cómo estás viviendo? Yo siento que tengo que vivir cada momento. Y lo hago. Sé que fumar puede que mate, pero si es así es como la vida, es un lento asesino. En el paquete de cigarrillos dice: ‘Los fumadores mueren más jóvenes’. ¿Como Churchill? ¿Como Roosevelt? Fumó 10 cigarrillos al día durante 70 años. Hitler nunca fumó. No dejaba que nadie fumara en su presencia. Este es el triunfo de Adolf Hitler. Lo es, y no me gusta”.




Autorretrato de Hockney con tirantes rojos (2003).  RICHARD SCHMIDT

A los 79 años, las drogas de Hockney son el tabaco y la marihuana. Tiene una tarjeta de comprador de hierba medicinal, legal en California, y fuma por las noches porque le ayuda a dormir. “Siempre he pensado que la única razón para que la marihuana fuera ilegal era por el lobby del alcohol. El negocio suele estar detrás de todo. Ahora el comercio es de Prozac y esas cosas, y eso es lo que está ocupando el lugar del tabaco. Yo prefiero el tabaco al Prozac”. En 2012 tuvo un pequeño accidente cerebrovascular del que se ha recuperado. Rechaza que tuviera nada que ver con el tabaco.



“Cuando estoy pintando me siento como si tuviera 30 años, como Picasso. Cuando no estoy pintando me siento como si tuviera 60 o así”, dice sobre su salud. No bebe. Nada media hora todos los días en su piscina, la misma que se ve en muchos de sus cuadros. Está muy sordo, reconoce, como toda su familia (“creo que mi padre no oyó ni una palabra de lo que dijo mi madre durante los últimos 10 años de su vida”). Pronostica que va a haber cada vez más sordos por culpa de los auriculares (“me he dado cuenta de que en Kensington High Street hay dos clínicas de audición, antes no había ninguna”). Oye a través de unos audífonos que también están conectados a su teléfono móvil. Esa es una de las razones por las que no sale de casa. Le confunden los ruidos de fondo en lugares con mucha gente. Se acuesta a las nueve y lee dos o tres horas diarias. En estos días, una biografía de Martin Luther King y un libro de secretos de la CIA.



Lo siguiente que quiere enseñar David Hockney es una recopilación monumental de su obra que la editorial Taschen publica este año. A Bigger Book tiene más de 600 páginas de imágenes creadas por Hockney, en sentido cronológico, desde 1954 hasta la actualidad. Es una historia visual de su vida en un formato gigante, de la que saldrán 10.000 copias. Hockney es el primer impresionado por la calidad de la reproducción del libro. Tiene una copia en su estudio y lo comenta mientras va pasando las páginas que cuentan una vida. Son enormes láminas, sin palabras. Las primeras pinturas de adolescente en Bradford, rincones oscuros de la Inglaterra de posguerra. Una tienda de comestibles, un camino brumoso. Después, la escuela de arte y Londres a principios de los años sesenta.



En 1964 empiezan las escenas de vida californiana, lo que Hockney se encontró al llegar aquí. Se instaló con 30 años en uno de esos apartamentos con piscina. Coches, colores, hombres desnudos en piscinas, amas de casa de Beverly Hills. Pintó Los Ángeles incluso antes de venir. Acabaría por ser el último paisaje de su vida. “Vine porque en Los Ángeles hacía sol y había muchos fotógrafos. Sabía que aquí estaba Hollywood. Era sexy, soleado, la gente no llevaba mucha ropa. Pensé, esto va a estar bien. Y me encanta desde entonces. La gente me preguntaba: ‘¿Por qué has venido a este rincón remoto del mundo del arte?’. Algunas de las mayores obras de arte del siglo XX se habían hecho aquí: Luces de la ciudad, Tiempos modernos, El gran dictador”. Esta vivienda cerca de Mulholland Drive, la casa del árbol, está pintada desde todos los ángulos.










Hockney, junto a los también artistas David Stoltz e Ian Falconer.  MICHAEL CHILDERS (CORBIS)


El viaje por las imágenes de Hockney es también un periplo por la tecnología de la imagen durante los últimos 60 años. Collages hechos con polaroid, impresoras, fax, paletas gráficas digitales y por último el iPad. Utiliza un programa llamado Brushes y se ha quejado a Apple de que la segunda versión no mejoraba en nada la primera. “Es un medio nuevo, uno más”. Es un recurso, además, al alcance de todo el mundo. Antes, para ser pintor hacía falta material, un estudio, mancharse las manos. ¿Eso abre la puerta a que todo el mundo se considere pintor? “Es como decir que si tienes un violín lo puedes tocar. El iPad es una herramienta que permite usarla de forma muy experta y la mayoría de la gente no lo consigue. Yo no sé tocar el violín, pero me puedo comprar uno”.



Hockney compara la llegada del mundo digital con la aparición de la imprenta. “Todo está cambiando. Los periódicos van a desaparecer. Yo recibo tres periódicos todos los días, Financial Times, The New York Times y Los Angeles Times. Algunos días no los abro. Veo las noticias en mi iPad. Me doy cuenta de que los periódicos son cada vez más finos, los anuncios han desaparecido”. Mientras hablamos, suena una alarma en el iPad y es una alerta de la BBC diciendo que han fijado la fecha para el juicio contra Bill Cosby. “Me he dado cuenta de que muchas de las noticias de los periódicos son de las redes sociales. Se los están comiendo a ellos también”.


“Internet no se predijo, ni siquiera la ciencia-ficción. Va a hacer un daño enorme y a la vez va a crear cosas”. Lo que más parece interesar a Hockney es el concepto de que el público general, ese al que se dirigen por ejemplo los periódicos y otros productos de masas, ya no existe. “La audiencia masiva ha desaparecido. ¿Cómo llegas a las masas ahora? No puedes llegar a través de las redes sociales. Llegas a algunos. Todo se ha atomizado. En 1931, el doctor Goebbels dijo que la razón de ser de la propaganda era el poder social. Se podía dominar la sociedad en 1931 porque podías controlar las películas, la prensa y todo. Pero ahora no es posible. Ese periodo ha desaparecido y no volverá. Las masas han desaparecido porque han sido divididas”.



“Yo recuerdo el mundo sin televisión, recuerdo lo que hizo la televisión”, dice en su razonamiento. “Hizo que todo el mundo se sentara enfrente de la tele de seis a nueve todas las noches durante 20 o 30 años. No había vídeos. Había que ver el programa. La televisión está acabada ya. Ahora puedes escoger cualquier película, cualquier cosa. Ya no vemos televisión ordinaria. ¡No vemos anuncios! ¿Cuál es la consecuencia de eso?”.






Hawthorne Blossom, Woldgate No, 4. 5. Bigger Trees Near Warter, Winter 2008.





Hockney habla de muchas de estas cosas en otro libro de este año, A History of Pictures (Thames & Hudson, 2016). Va pasando las páginas y entonces se detiene en un dibujo en la página 41 y dice: “Creo que ese es el mejor dibujo que se ha hecho nunca”. Sorprende la rotundidad en un hombre que lleva dos horas de conversación reconociendo que se hace muchas preguntas y casi no ha llegado a ninguna respuesta (excepto sobre el tabaco). El dibujo es de Rembrandt, en 1656, y se titula Niño aprendiendo a caminar. No tiene colores, solo trazos.



En el texto que acompaña al dibujo, Hockney escribe: “Al niño lo sujeta una hermana mayor. La madre agarra al niño con firmeza, la hermana con más dudas, y Rembrandt hace notar cómo ella mira la cara del niño para que se vea lo nerviosa que está. Las líneas de los hombros lo muestran graciosamente; Rembrandt incluso le da la vuelta a su lápiz y rasca la tinta para enfatizarlo. Me hace ver la cara del niño, con un atisbo de preocupación en ella, indicado solo por una o dos leves marcas”.


“Todo ser humano ha visto eso”, dice Hockney. “Da igual donde vivan. Está lleno de ternura. Si encuentras un dibujo más grande que ese, házmelo saber. Y si lo hay, será de Rembrandt, Miguel Ángel, Picasso o Goya”.



Hockney cuenta la historia de la imagen, desde las cavernas hasta la fotografía digital. “Sombras”, dice en un momento dado mientras pasa las páginas. “¿Sabía que el arte europeo es el único que muestra sombras? El arte chino, japonés, persa e indio nunca tiene sombras”. En otra página aparece Caravaggio. “Caravaggio inventó la iluminación de Hollywood”.






Hockney retratado en una piscina, uno de sus espacios de culto artístico.  MICHAEL CHILDERS (CORBIS)


La fotografía digital es otro de los fenómenos que interesan a Hockney en estos tiempos en que “todo el mundo es actor, todo el mundo es fotógrafo”. “Creo que la fotografía está cambiando mucho. Simplemente porque todos tienen una cámara y ya no puedes sacar una mala foto. Siempre tienen la exposición correcta, siempre están enfocadas. La fotografía química duró 160 años. Ese periodo ha terminado. Ahora estamos en los dígitos. Puedes alterar cualquier cosa con rapidez. Así que ya no te puedes creer una fotografía nunca más. Tampoco era posible antes, pero ahora es de verdad. Ahora me puedes poner a mí dándole la mano a cualquiera. La fotografía ha perdido su veracidad, si es que alguna vez la tuvo”.



Hockney afirma que lleva años pronosticando esta situación en la que cualquiera es fotógrafo y las imágenes se crean y se alteran instantáneamente. “En 1989 me invitaron a Silicon Valley para el lanzamiento del Photoshop. Fui con mi asistente y llevé mis dos perritos. Y dijeron: ‘Si hay algo que no nos gusta en Silicon Valley son fumadores y perros’. Yo contesté: ‘Pues os tenéis que aguantar’. Observé y escuché. Conduciendo de vuelta a LA le anuncié a mi asistente: ‘Es el fin de la fotografía química’. Duró unos 14 años más, pero sabía que iba a terminar”.







Portrait of Artist, 1972. American collectors (Fred & Marcia Weisman), 1968.

Durante la conversación, apenas toca la política. Parece estar dispuesto cuando dice que la prensa ya no puede dirigir el debate político, como se está demostrando en esta campaña electoral, donde el discurso político lo controla un tipo con una cuenta de Twitter. Pero elude hacer valoraciones. “El mundo está un poco loco”, admite, “pero no está tan loco como lo que yo he visto en mi vida. Yo nací en 1937”. La generación de la II Guerra Mundial sabe distinguir cuándo la locura ha tomado el control de verdad. “No creo que pueda volver a ocurrir algo como la II Guerra Mundial, gracias a esto…”, y señala su teléfono móvil. “Esa guerra pertenece a un periodo en que las masas eran vistas como masas, ya no se pueden ver así. No digo que estemos salvados, pero hay una posibilidad. Las cosas están cambiando tanto”.



Damos por acabada la conversación cuando las dos asistentas que trabajan en la casa avisan de que está listo el almuerzo. Fletán al horno con verduras, ensalada y risotto. En una esquina de la habitación hay varias láminas en la pared con un estudio de dibujo de una mujer sujetando a un niño pequeño por las manos para ayudarle a caminar. Es Doris, la asistenta. “Le dije que si iba a hacerlo me avisara para dibujarlo”, explica Hockney. A los 79 años, Hockney no lo ha pintado todo. Tiene a medias una perspectiva de la piscina que aún no había intentado y ese estudio del dibujo de Rembrandt, que está tratando de emular. “El tiempo es elástico, es relativo. Si muero mañana, no estaría tan mal. Dejo tras de mí ese libro, dejo huella. No estaría tan mal si muero mañana”. Y suelta otra carcajada.





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Las obras de David Hockney que ilustran este artículo forman parte del libro 'David Hockney. A Bigger Book', el primer SUMO que Taschen dedica a un pintor y que sale a la venta el 19 de octubre.









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